El historiador y economista George Corm, exministro de Economía de Líbano,
publica 'El nuevo gobierno del mundo', una crítica sangrante al sistema
totalitario neoliberal que se impone bajo el escudo de la mundialización.
ALEJANDRO TORRÚS Madrid 22/09/2012
La
globalización no tiene marcha atrás. O la economía nacional se adapta a ella o
el país quedará fuera del nuevo mundo. Desde hace varias décadas, concretamente
desde mediados de los 70, los ciudadanos han sido acribillados con estos
mensajes, monótonos y repetitivos, sobre la ineludible globalización.
Aseveraciones como quienes se nieguen a ello serán los perdedores de la
Historia, los retrasados de la civilización y del progreso técnico se hacen
habituales. La globalización es un proceso sin vuelta atrás... ¿o sí?
El
historiador y economista libanés Georges Corm reflexiona en el Nuevo
gobierno del mundo los efectos económicos y sociales que la globalización
económica está provocando en las diferentes sociedades del mundo y cómo se está
imponiendo un pensamiento único neoliberal.
La muestra
más evidente de la imposición del pensamiento neoliberal a nivel mundial es la
respuesta política y económica a la crisis económica y mundial que sacudió el
mundo en 2008 y que lo continúa agitando a día de hoy. Corm señala que, a pesar
de todas los problemas suscitados por una crisis mundial derivada de la
globalización del sistema financiero, “quienes toman las decisiones y crean las
opiniones siguen elogiando los beneficios de la globalización y de la creación
ininterrumpida de nuevos mecanismo de mercado”.
Ningún líder
mundial, ningún potencia occidental afectada por la crisis se ha detenido para
reflexionar sobre cualquier “consideración ética o moral relativa a la
justicia en el reparto de los ingresos” tanto a escala mundial como dentro
de cada Estado soberano. El motivo para Corm es claro: vivimos bajo la tiranía
de un pensamiento único que se está imponiendo a cualquier crítica al sistema
posible. De hecho, reflexiona Corm, el único tratamiento que ha tenido la
crisis ha sido como de un problema de técnicas y prácticas bancarias y
financieras que hay que reformar o controlar mejor.
El inicio
del rapto
La ideología
que ha conseguido imponerse al resto del mundo cimentando un sistema neoliberal
mundial partió de los escritos de dos premios Nobel de Economía: Friedik
Hayek y Milton Friedman. La aspiración a la libertad de las principales figuras
de la filosofía de la Ilustración y de los grandes filósofos liberales ingleses
quedó reducido con Hayek y Friedman a una mera aspiración de libertad
económica simplificando el ser humano en un homo oeconomicus.
“El ser
humano ha sido reducido a un ser calculador para acrecentar sus propios
intereses legítimos dando lugar a una economía de renta, de despilfarro
generalizado, de especulaciones financieras desenfrenadas y de corrupción”,
escribe Corm.
El prestigio
que los escritos de estos dos economistas adquirieron, reconocidos con el
Nobel, la implementación de sus teorías en las grandes universidades o la
proliferación de las escuelas de negocio donde se imparte la economía neoliberal
como una herramienta científica sin margen de error han llevado a la imposición
del pensamiento único.
“Hemos
caído bajo el yugo de un sistema simplista y hegemónico de pensamiento
económico que se ha mundializado a través de la enseñanza académica, los
medios de comunicación y las burocracias internacionales”, asevera Corm.
Falsos
debates y problemas mal enfocados
Fruto de
esta conquista ideológica, cuando la crisis estalló en 2008 la sociedad mundial
se sumergió en unos debates que muestran hasta qué punto está extendido la
economía neoliberal globalizada como única alternativa. Así, los debates
nacieron de manera limitada y forzada por la agenda liberal. Uno de los temas
que más se ha repetido en el último tiempo es el de la flexibilidad laboral. “Han
conseguido imponer el dogma de la necesaria flexibilidad de los salarios en la
formación del ingresos de las naciones. El pretexto invocado es el
mantenimiento del empleo frente a la competencia de los nuevos países
industrializados con bajos salarios”, reflexiona el economista.
Otro debate
que ha conseguido abrirse hueco en la agenda pública contra los intereses de
los ciudadanos es el de las pensiones y la gestión de los fondos. Desde un
tiempo a esta parte, reflexiona el autor, todos los gobiernos de los antiguos
países industrializados han forzado la idea de la necesidad de reformar los
sistemas de pensiones y jubilación. Asimismo, también se ha abierto hueco la
necesidad de “disminuir constantemente la presión fiscal para favorecer el
clima de los negocios” o que el trabajo del buen gobierno es el de
“desarrollar buenas prácticas al servicio de los inversores”.
Estos
llamados “falsos debates” por Corm, restan importancia y desvían la atención de
los verdaderos debates que deberían haber surgido tras la crisis de 2008: el
calentamiento climático y el de las causas de la persistencia de la pobreza,
que o bien no se plantean o se plantean desde un óptica errónea, según defiende
Corm.
“El debate está falseado por la doctrina
neoliberal en virtud de la cual hay que rechazar cualquier control director
de los estados sobre las cuestiones de calentamiento climático, esto es lo que
impidió un acuerdo de emisiones CO en 2009, Copenhague. La resolución del
problema al calentamiento climático ha sido confiado a los mismos que son
responsables de las emisiones. Los remedios son surrealistas. El culpable es la
sociedad de consumo y del despilfarro económico generalizado que se crea a
medida que la globalización se extiende a todas las regiones del mundo”,
argumenta.
Asimismo,
Corm también denuncia que los mayores críticas al sistema que se han permitido
son las remuneraciones excesivas que reciben los responsables del sector
bancario o la necesidad de erradicar los paraísos fiscales. “Discutir sobre si
sus compensaciones [banqueros] son excesivas es evitar un debate mucho más
esencial concerniente a las transformaciones del trabajo del banco bajo el
efecto de la globalización financiera. Es evitar preguntarse sobre los
perjuicios de globalización y la demencia instalada en los bancos y sobre la
especulación y la necesidad de volver a la economía real”, denuncia.
Sobre el
debate de los paraísos fiscales tampoco duda en calificar el debate como
erróneo y como una cortina de humo. “El verdadero debate no debería trar sobre
la legitimidad de la existencia de estos paraísos fiscales con funciones
dudosas. Se debe situar más arriba, es decir, en la necesidad de suprimir
las causas de la creación de los paraísos fiscales. Ahora bien, estas
causas son atribuibles no sólo a la constitución de fortunas con orígenes
turbios sino también a su negativa a pagar impuestos”, proclama.
Período
prerrevolucionario
Corm
concluye su análisis de la situación actual preguntándose si es posible
imaginar un futuro alejado de la globalización neoliberal. En su opinión,
simplemente por el hecho de que tanta gente se esté planteando una salida
distinta a la neoliberal presupone “que la situación actual es
prerrevolucionaria”.
Corm
señala los focos de posibles sujetos revolucionarios. Así, señala el movimiento de
los “apartados” dentro de Europa, como son los jóvenes que no tienen acceso al
mercado laboral o solamente un “acceso precario”, las sociedades condenadas a
la pobreza y a la exclusión de África o Asia y los países de América Latina,
condenados a un paro aún mayor que los países de Europa.
Sea como
fuere, Corm emplaza a “librarse de los fanatismos filosóficos” del neoliberalismo
y exige una vuelta de la economía política a su función principal, el bienestar
de las sociedades. De esta manera, se podrá abrir un debate real que permita
establecer las bases de un consenso sobre la cómo “reformar los modos de
consumo, de vivienda y urbanismo”, “reducir las sumas astronómicas
dedicadas a la publicidad”, “aumentar la duración de vida de los productos” o
“acabar con las operaciones puramente especulativas.
“En
resumen, se trata de restablecer unas coherencias espaciales que contribuyan
a unos cambios drásticos en los comportamientos económicos y en las necesidades
y modos de consumo”, concluye.
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