martes, 2 de outubro de 2012

Raptados por la globalización


El historiador y economista George Corm, exministro de Economía de Líbano, publica 'El nuevo gobierno del mundo', una crítica sangrante al sistema totalitario neoliberal que se impone bajo el escudo de la mundialización.
ALEJANDRO TORRÚS Madrid 22/09/2012
La globalización no tiene marcha atrás. O la economía nacional se adapta a ella o el país quedará fuera del nuevo mundo. Desde hace varias décadas, concretamente desde mediados de los 70, los ciudadanos han sido acribillados con estos mensajes, monótonos y repetitivos, sobre la ineludible globalización. Aseveraciones como quienes se nieguen a ello serán los perdedores de la Historia, los retrasados de la civilización y del progreso técnico se hacen habituales. La globalización es un proceso sin vuelta atrás... ¿o sí?
El historiador y economista libanés Georges Corm reflexiona en el Nuevo gobierno del mundo los efectos económicos y sociales que la globalización económica está provocando en las diferentes sociedades del mundo y cómo se está imponiendo un pensamiento único neoliberal.
La muestra más evidente de la imposición del pensamiento neoliberal a nivel mundial es la respuesta política y económica a la crisis económica y mundial que sacudió el mundo en 2008 y que lo continúa agitando a día de hoy. Corm señala que, a pesar de todas los problemas suscitados por una crisis mundial derivada de la globalización del sistema financiero, “quienes toman las decisiones y crean las opiniones siguen elogiando los beneficios de la globalización y de la creación ininterrumpida de nuevos mecanismo de mercado”.
Ningún líder mundial, ningún potencia occidental afectada por la crisis se ha detenido para reflexionar sobre cualquier “consideración ética o moral relativa a la justicia en el reparto de los ingresos” tanto a escala mundial como dentro de cada Estado soberano. El motivo para Corm es claro: vivimos bajo la tiranía de un pensamiento único que se está imponiendo a cualquier crítica al sistema posible. De hecho, reflexiona Corm, el único tratamiento que ha tenido la crisis ha sido como de un problema de técnicas y prácticas bancarias y financieras que hay que reformar o controlar mejor.
El inicio del rapto
La ideología que ha conseguido imponerse al resto del mundo cimentando un sistema neoliberal mundial partió de los escritos de dos premios Nobel de Economía:  Friedik Hayek y Milton Friedman. La aspiración a la libertad de las principales figuras de la filosofía de la Ilustración y de los grandes filósofos liberales ingleses quedó reducido con Hayek y Friedman a una mera aspiración de libertad económica simplificando el ser humano en un homo oeconomicus.
“El ser humano ha sido reducido a un ser calculador para acrecentar sus propios intereses legítimos dando lugar a una economía de renta, de despilfarro generalizado, de especulaciones financieras desenfrenadas y de corrupción”, escribe Corm.
El prestigio que los escritos de estos dos economistas adquirieron, reconocidos con el Nobel, la implementación de sus teorías en las grandes universidades o la proliferación de las escuelas de negocio donde se imparte la economía neoliberal como una herramienta científica sin margen de error han llevado a la imposición del pensamiento único.
Hemos caído bajo el yugo de un sistema simplista y hegemónico de pensamiento económico que se ha mundializado a través de la enseñanza académica, los medios de comunicación y las burocracias internacionales”, asevera Corm.
Falsos debates y problemas mal enfocados
Fruto de esta conquista ideológica, cuando la crisis estalló en 2008 la sociedad mundial se sumergió en unos debates que muestran hasta qué punto está extendido la economía neoliberal globalizada como única alternativa. Así, los debates nacieron de manera limitada y forzada por la agenda liberal. Uno de los temas que más se ha repetido en el último tiempo es el de la flexibilidad laboral. “Han conseguido imponer el dogma de la necesaria flexibilidad de los salarios en la formación del ingresos de las naciones. El pretexto invocado es el mantenimiento del empleo frente a la competencia de los nuevos países industrializados con bajos salarios”, reflexiona el economista.
Otro debate que ha conseguido abrirse hueco en la agenda pública contra los intereses de los ciudadanos es el de las pensiones y la gestión de los fondos. Desde un tiempo a esta parte, reflexiona el autor, todos los gobiernos de los antiguos países industrializados han forzado la idea de la necesidad de reformar los sistemas de pensiones y jubilación. Asimismo, también se ha abierto hueco la necesidad de “disminuir constantemente la presión fiscal para favorecer el clima de los negocios” o que el trabajo del buen gobierno es el de “desarrollar buenas prácticas al servicio de los inversores”.
Estos llamados “falsos debates” por Corm, restan importancia y desvían la atención de los verdaderos debates que deberían haber surgido tras la crisis de 2008: el calentamiento climático y el de las causas de la persistencia de la pobreza, que o bien no se plantean o se plantean desde un óptica errónea, según defiende Corm.
 El debate está falseado por la doctrina neoliberal en virtud de la cual hay que rechazar cualquier control director de los estados sobre las cuestiones de calentamiento climático, esto es lo que impidió un acuerdo de emisiones CO en 2009, Copenhague. La resolución del problema al calentamiento climático ha sido confiado a los mismos que son responsables de las emisiones. Los remedios son surrealistas. El culpable es la sociedad de consumo y del despilfarro económico generalizado que se crea a medida que la globalización se extiende a todas las regiones del mundo”, argumenta.
Asimismo, Corm también denuncia que los mayores críticas al sistema que se han permitido son las remuneraciones excesivas que reciben los responsables del sector bancario o la necesidad de erradicar los paraísos fiscales. “Discutir sobre si sus compensaciones [banqueros] son excesivas es evitar un debate mucho más esencial concerniente a las transformaciones del trabajo del banco bajo el efecto de la globalización financiera. Es evitar preguntarse sobre los perjuicios de globalización y la demencia instalada en los bancos y sobre la especulación y la necesidad de volver a la economía real”, denuncia.
Sobre el debate de los paraísos fiscales tampoco duda en calificar el debate como erróneo y como una cortina de humo. “El verdadero debate no debería trar sobre la legitimidad de la existencia de estos paraísos fiscales con funciones dudosas. Se debe situar más arriba, es decir, en la necesidad de suprimir las causas de la creación de los paraísos fiscales. Ahora bien, estas causas son atribuibles no sólo a la constitución de fortunas con orígenes turbios sino también a su negativa a pagar impuestos”, proclama.
Período prerrevolucionario
Corm concluye su análisis de la situación actual preguntándose si es posible imaginar un futuro alejado de la globalización neoliberal. En su opinión, simplemente por el hecho de que tanta gente se esté planteando una salida distinta a la neoliberal presupone “que la situación actual es prerrevolucionaria”.
Corm señala los focos de posibles sujetos revolucionarios. Así, señala el movimiento de los “apartados” dentro de Europa, como son los jóvenes que no tienen acceso al mercado laboral o solamente un “acceso precario”, las sociedades condenadas a la pobreza y a la exclusión de África o Asia y los países de América Latina, condenados a un paro aún mayor que los países de Europa.
Sea como fuere, Corm emplaza a “librarse de los fanatismos filosóficos” del neoliberalismo y exige una vuelta de la economía política a su función principal, el bienestar de las sociedades. De esta manera, se podrá abrir un debate real que permita establecer las bases de un consenso sobre la cómo “reformar los modos de consumo, de vivienda y urbanismo”,  “reducir las sumas astronómicas dedicadas a la publicidad”, “aumentar la duración de vida de los productos” o “acabar con las operaciones puramente especulativas.
“En resumen, se trata de restablecer unas coherencias espaciales que contribuyan a unos cambios drásticos en los comportamientos económicos y en las necesidades y modos de consumo”, concluye.

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