El escritor Andrés Trapiello propone un pacto para cerrar la Guerra Civil
con su nueva novela 'Ayer no más'. "Es imposible la verdad sin la memoria,
pero no es posible la paz sin el olvido", dice.
Pilar Salas / EFE Madrid 04/10/2012 15:10 Actualizado: 04/10/2012 15:21
"Es
imposible la verdad sin la memoria, pero no es posible la paz sin el
olvido". De esa premisa parte Ayer no más, un relato con la Guerra
Civil como fondo con el que el escritor Andrés Trapiello propone un pacto que
acabe definitivamente con los dos bandos que parecen subsistir casi 80 años
después. Para inducir a esta reflexión, el narrador, poeta y ensayista leonés
vuelve a abordar la "jodía guerra incivil", como la define a través
de uno de sus personajes, en una novela narrada por sus múltiples protagonistas
en primera persona, involucrados en el bando sublevado o en el republicano, o
herederos morales de lo acontecido.
La elección
del título, Ayer no más (Destino), es ya toda una declaración de sus
intenciones. Tomado de un poema de Rubén Darío, lo escogió por su polisemia:
"Fue como quien dice ayer mismo y no queremos más ayer si el ayer es así.
Remite a las dos cosas", explica. El asesinato por un falangista de un
hombre sin adscripción política ante su hijo de siete años, días después del
golpe de Estado de 1936, y el reencuentro setenta años después entre el
huérfano que busca el cadáver de su progenitor y uno de los implicados en su
muerte son la base de este retrato coral sobre la memoria, el olvido y el
perdón. "Ahora hay que decidir qué es lo que recordamos y qué olvidamos.
Hay que determinar hasta dónde queremos hacer justicia y acordar también cuándo
pasamos página", sostiene el autor, reconocido entre otros con el Premio
Nadal y el de la Crítica.
En su
opinión, el "acuerdo tácito alcanzado por los demócratas en 1975",
que extendió el silencio sobre el pasado inmediato, unido al transcurrir de un
tiempo "enormemente curativo", permitió "que se hayan abierto
de forma menos traumáticas las fosas en 2004", gracias a la Ley de la
Memoria Histórica. No obstante, el "principal déficit" que observa en
esa normativa es que "no agrupase a todos los muertos, porque no se trata
de mis víctimas y tus víctimas sino de nuestras víctimas. Los inocentes tenemos
que compartirlos todos, y los asesinos no son de nadie más que de ellos
mismos".
Mantiene que
"se desperdició una oportunidad" de entender una de las complejidades
de la Guerra Civil: "Que en muchos casos las víctimas han sido victimarios
a su vez, que hay víctimas culpables", como refleja en los personajes de Ayer
no más. El pacto que propone Trapiello para cicatrizar del todo las heridas
infringidas a España por el conflicto fratricida debe partir del
reconocimiento en el Parlamento de que la sublevación del 18 de julio fue
"ilegítima y condenable sin paliativos" al producirse contra un
Gobierno legítimamente constituido.
"Hay
que acordar también -añade- que el motivo por el que se sublevan militares,
curas, empresarios y terratenientes es acabar con los principios que defiende
la República, los de la Ilustración. Pero esto no es una visión de blancos y
negros, porque la República, que debería haberlos defendido, no lo hizo y
en algún caso se puso al frente de aquellos que los conculcaron". También
se trata de reconocer que durante la guerra en la zona republicana "de lo
que menos hubo fue igualdad, libertad y fraternidad" y, al mismo tiempo,
en la zona fascista "había personas que eran demócratas, liberales y gente
ilustrada, como Pío Baroja o Azorín, que la apoyaron de alguna manera".
Aunque
reconoce que no es tarea fácil en un país cuyo Congreso "no ha condenado
aún ese golpe de Estado", defiende que "son cosas en las que
probablemente podemos estar de acuerdo todos y, cuando eso suceda, quizá deje
de haber dos bandos, dos Españas". El escritor se refiere en su relato al
caso de la búsqueda de los restos del poeta Federico García Lorca como
ejemplo de que aún hoy se trata a las víctimas "como muertos de primera y
de segunda" y al exjuez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón como
a alguien que actuó "de buena voluntad, aunque maliciándose de que se
movía en un límite peligrosísimo" al investigar los crímenes del
franquismo.
Incluso
se cita a sí mismo: "Me cito como un pedante, que es como me ven algunas
personas en relación con mis libros de historia de la Guerra Civil. De mí hay
en la novela todo y nada". Y, aunque insiste en que en ese enfrentamiento
predominan los tonos grises de la ambigüedad, está convencido de que, si hoy se
diese a escoger bando a quienes lo vivieron, habría "pocas personas que
quieran ser del bando de Enrique Líster o del de Millán Astray y, seguramente, estarían
encantados de estar en el de Chaves Nogales, Clara Campoamor o Manuel Azaña".
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