Tres profesores de generaciones distintas reivindican la
labor de los maestros en estos tiempos de recortes y tensiones
Aitor Benito tiene 24 años y siempre le ha atraído la idea de ser profesor.
A muchos les nació la vocación gracias a la figura de un buen docente que se
cruzó en su camino, pero en el caso de Benito fue una mala maestra. “Veía a
algunos que lo hacían muy bien y otros que eran muy malos y que no les gustaba;
yo siempre he querido ser uno de los buenos”, explica por teléfono. Aitor lo
consiguió por fin el año pasado, cuando comenzó a dar clase como maestro
interino especialista de Inglés en varios colegios de infantil y primaria de
Guadalajara y de Cuenca. Este año, debido a los recortes
presupuestarios que están reduciendo las plantillas de los centros
de toda España, aún no le han llamada para ninguna sustitución. Sin embargo,
sigue afirmando: “Tengo claro que quiero ser profesor”.
Hoy se celebra el Día Mundial de los Docentes, con muchos profesores en el
paro, Como Aitor, y con los que siguen trabajando haciéndolo en un ambiente de
recortes y de confrontación
social y política. “En Madrid, por ejemplo, muchos profesores
sienten que les están maltratando desde la Administración, tratándoles de vagos
que no quieren trabajar”, se queja el José Antonio Martínez, recién jubilado a
los 60 años, después de 37 de docencia, la mayor parte de ellos con cargos
directivos o director de instituto. Matínez se refiere a la polémica por la
subida de las horas de clase de los docentes, medida que, junto a la posibilidad
de aumentar los alumnos por aula que permite ahora la legislación, están
reduciendo las plantillas.
A Martínez le atraía eso de enseñar, así que estudió la especialidad de
didáctica en la carrera de Matemáticas e hizo sus primeras prácticas en el
instituto madrileño Ramiro de Maeztu a principios de los años setenta del siglo
pasado. Hoy echa la vista atrás y se queda con todas esas veces que se ha cruzado
con los que una vez fueron sus alumnos y, ya convertidos en médicos o
profesores de Universidad, le han dicho: “José Antonio, cómo me acuerdo de tus
clases” o “aún conservo en alguna parte tus apuntes”. Eran jóvenes de los
barrios humildes de Madrid en los que siempre ha dado clase que consiguieron
llegar a la Universidad. “Fue una labor colectiva hecha de muchos esfuerzos
individuales, pero conseguimos universalizar la secundaria, construir un
sistema público que no existía en España antes de los setenta y los ochenta,
una labor que creo que la sociedad no ha valorado suficientemente”. Por eso,
dice, lo que necesita hoy el docente, quizá como siempre, pero tal vez más que
nunca, es “reconocimiento”.
Precisamente el lema que han elegido los sindicatos para celebrar hoy el
Día Mundial del Docente es: ¡Apoya a tus docentes! En una
declaración conjunta, los sindicatos CC OO, UGT, STES y CSIF se quejan
de unos recortes que han provocado una reducción de plantilla que calculan de
80.000 profesionales en los dos últimos cursos, que “contribuyen a
desprestigiar el servicio público educativo y abren la puerta a futuras
privatizaciones en el sector”, hipotecan “el futuro de generaciones de jóvenes
ahora más que nunca necesitados de formación" y retrasan "la salida
de la crisis económica”. Además, aseguran que, “con el pretexto de la crisis,
el Gobierno del PP está promoviendo un cambio de modelo educativo para
adaptarlo a su ideología, derribando importantes avances educativos y marchando
en sentido contrario a las directrices que marcan los informes
internacionales”.
Piden, finalmente, a los maestros que, a pesar de todo, no se desanimen.
Silvia Castillo, de 48 años, no parece desanimada por teléfono. Y eso que lleva
desde 1999 como profesora interina de FP de administración sin plaza fija,
dando vueltas para arriba y para abajo por Valencia, y a pesar de que este año
solo le han dado una puesto de media jornada en Manises. A Castillo no le gustó
su experiencia ejerciendo en el ámbito judicial y el forense (estudió Derecho y
Criminología), así que decidió probar suerte en la docencia, entre otras cosas,
para poder conciliar su vida profesional y familiar. Enseguida se dio cuenta de
que eso de la conciliación no iba a ser nada fácil como interina de viaje
continuo, pero para entonces ya estaba enganchada al “contacto, al trato con
los chavales, a la posibilidad de aprender de ellos y de este trabajo todo el
tiempo”, explica.
Le ha pasado probablemente igual que a Aitor Benito,
fascinado por cómo los niños más pequeños, de tres, cuatro y cinco años,
“agradecen todo, cómo absorben igual que esponjas”. Igual que a José Antonio
Martínez, que hoy sigue de presidente de la asociación de directores de centros
públicos Fedadi y como miembro del Consejo Escolar del Estado, le enganchó
durante varias décadas la posibilidad de sacar adelante a los chavales de los
barrios más humildes. Probablemente, porque los tres siempre han querido ser de
los buenos.
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