La enseñanza en la escuela y el idioma no son los únicos
medios ni los más poderosos para fomentar la identidad nacional
El ministro Wert ha querido añadir un par de argumentos al debate político
a lo largo de la última semana como si la actualidad careciese de los
condimentos necesarios. Uno, que “hay evidencias” de que el crecimiento del
independentismo catalán está relacionado con la enseñanza que se da en la
escuela [entrevista en Telemadrid]. Y dos, que el propósito del actual Gobierno
(y suyo) es “españolizar a los catalanes” [respuesta en el Parlamento]. A tenor
de ambas declaraciones, cunde la especie de que los ciudadanos de Cataluña
pueden ser catalanizados o españolizados a conveniencia de las leyes educativas
o de los programas de los partidos políticos. Las palabras del ministro inducen
una pregunta: ¿puede la escuela ser un foco de adoctrinamiento que convierta a
los españoles en catalanes o viceversa?
La relación entre escuela e identidad nacional viene de lejos, tanto como
de la Revolución Francesa, donde la escuela se concibe como un instrumento del
Estado, una de cuyas finalidades es formar la conciencia nacional: la escuela
es la que tiene que domar la barbarie y hacer nacer la ciudadanía. Uno de los
autores más citados por los expertos es el filósofo alemán Johann Gottlieb
Fichte, quien enfatizaba en su Discurso a la nación alemana la importancia que
para el Estado tiene la instrucción de las masas para enseñar a los alemanes a
ser buenos alemanes. Influido por estas reflexiones relativas a la creación de
un sentimiento de unidad nacional, el Estado prusiano aumentó los impuestos
para fomentar una red de escuelas de primaria.
Desde entonces subsiste cierto debate en torno a Fichte: hay quienes creen
que ha sido mal interpretado, que en realidad nunca preconizó el
adoctrinamiento de las masas (lo que sucedió en Alemania algo más de un siglo
después tardará en olvidarse) sino una educación que permitiera a los hombres
ser libres. ¿Dónde está la frontera entre educar para ser libres y adoctrinar
para adquirir una conciencia nacional? María José del Hierro, doctora en Ciencia
Política, remite la respuesta al profesor de Yale Keith Darden quien considera
que las únicas generaciones que han sido nacionalizadas por la escuela han sido
aquellas sometidas a campañas de alfabetización, por una razón muy sencilla:
los padres analfabetos no estaban en condiciones de discutir las enseñanzas que
recibían sus hijos. El debate es muy extenso, pero no se discute que exista una
relación entre la lengua y el sentimiento de identidad.
En cualquier caso, para buscar un ejemplo de adoctrinamiento con una lengua
como materia prima no hay que irse muy lejos ni buscar bibliografía entre
sesudos expertos internacionales. “La mejor evidencia empírica es el yugo y las
flechas”, señala José Ignacio Vila, catedrático de Psicología Evolutiva y Educación
por la Universidad de Girona.
España fue objeto de la aplicación de un sistema educativo que durante 40
años trató de adoctrinar a sus ciudadanos. La dictadura de Franco magnificó los
elementos unitarios del Estado español de tal manera que cualquier otra cosa,
cualquier manifestación de diversidad, fue reducida a una simple anécdota
costumbrista. Se identificaba centralismo con modernidad y fortaleza frente a
las peculiaridades regionales, revestidas siempre de un aire entre folclórico y
étnico: costumbres, trajes regionales, fiestas y bailes típicos, refranes...
Existió un integrismo lingüístico unido a un concepto de raza.
Sirva como ejemplo un artículo del eclesiástico catalán Josep Montagut en
el diario Solidaridad Nacional poco después de finalizada la Guerra
Civil: “Quedará proscrita toda publicación, libro, folleto, periódico, revista,
diario que no se redacte en el lenguaje oficial de España, que es el verbo de
la raza y de todos los hijos del orbe hispánico”.
Lo importante durante el régimen era desarrollar una conciencia nacional
bajo la idea de que todos los españoles forman una sola nación y un único
Estado. Para ello había una asignatura denominada Formación del Espíritu
Nacional y un profesorado mayoritariamente adicto al Régimen. Muerto el
dictador, la realidad dejó en entredicho los efectos de tal sistema de
adoctrinamiento.
Durante ese periodo, el catalán sobrevivió como una lengua de uso privado
cuya enseñanza se transmitió de padres a hijos. No hubo hasta muy al final del
régimen una posibilidad de enseñanza reglada en la escuela. El catalán fue
considerado durante esa época como el idioma de las élites catalanas. De hecho,
algunos autores destacan que los inmigrantes castellanohablantes procuraban que
sus hijos aprendiesen catalán como una forma de lograr mayor estatus social y
poder integrarse en la élite. Era una lengua identificada con el poder económico.
Todo eso cambió con la democracia. Nació en 1983 la Ley de Normalización
Lingüística en Cataluña, que permitía el empleo del catalán como lengua de
instrucción y que promulgaba que todos los estudiantes deberían dominar ambos
idiomas al terminar la enseñanza general básica aunque la Generalitat defendía
que para conseguir ese objetivo era necesario que toda la enseñanza se hiciera
en catalán.
La citada ley fue evolucionando con el paso de los años: fue en 1992 cuando
la Generalitat decretó que toda la enseñanza primaria fuera en catalán. Más
tarde se amplió a la secundaria. Y hubo un impulso (discutido en algunos
sectores) para imponer el uso del catalán en todas las actividades de la vida
cotidiana. Y un discurso nacionalista que utilizó, en algunas ocasiones, el
término “catalanizar”.
Casi 30 años de experiencia de una enseñanza en catalán contemplan un
proceso de normalización lingüística y de identidad nacional que ha sido
analizado por expertos. ¿Describen esos estudios la evidencia a la que se
refiere el ministro Wert? No hay respuestas unánimes y sí conclusiones que no
son coincidentes. Y ello a pesar de que se acepta que el plan inicial de la
Generalitat gobernada por Convergencia era el de transformar el sentimiento
nacional de los habitantes de Cataluña.
“La identidad catalana no se puede entender fuera del conocimiento del
catalán”, afirma el catedrático José Ignacio Vila, autor de varios estudios
sobre identidad nacional y escuela. “Recuerdo una frase de Puigcercós
[presidente del Parlamento catalán de Esquerra Republicana] que dijo algo así
como que 300 años de convivencia nos han hecho muy semejantes. El hecho de usar
el sistema educativo posibilita un conocimiento del catalán y por tanto que se
haya promovido una identidad catalana. Ha hecho que la gente se sienta más
cercana a lo catalán, pero no ha servido para catalanizar. Y no hay que perder
de vista que el castellano tiene mucha importancia en el sistema educativo. Son
otras las razones que han propiciado una manifestación como la del 11 de
septiembre, donde por otra parte había mucha gente que hablaba castellano”.
En el mismo sentido se expresa Rebeca Soler, doctora experta en
psicopedagogía, de la Universidad de Zaragoza: “A efectos de ideologización, no
podemos pensar que el sistema educativo, por sí solo, lo puede todo; tiene un
enorme influjo en la interpretación de la realidad social que se quiera transmitir
a las jóvenes generaciones, y esto ya no se discute en ningún foro. Pero en la
actualidad, mucho más que en épocas anteriores, hay que valorar el tremendo
potencial respecto de los medios de comunicación y de las modernas tecnologías
de la información y la comunicación: sus mensajes penetran fácilmente en los
ciudadanos, sobre todo en los jóvenes; son muy eficaces a la hora de crear
opinión, de promover voluntades, de alimentar actitudes… de un signo o de otro,
según quién mueva los hilos. El poder de estas vías de educación informal no ha
sido todavía suficientemente estudiado y evaluado”.
Uno de los autores que ha generado mayor controversia es Thomas Jeoffrey
Miley, de la Universidad de Cambridge, que realizó en 2006 su tesis doctoral
sobre la enseñanza del catalán (Nacionalismo y política lingüística: el caso de
Cataluña). Miley entrevista a políticos catalanes, utiliza estudios
sociológicos, pero establece una novedad en forma de entrevista a los
profesores que imparten materias relacionadas con la lengua y las ciencias
sociales.
Es Miley quien introduce el argumento de que hay un cierto éxito en la
catalanización de las jóvenes generaciones por un impulso decidido de las
élites políticas nacionalistas y por un profesorado que es más nacionalista que
la media de la ciudadanía. “Todas las partes están interesadas en un control
sobre la escuela como una herramienta de socialización de la identidad
nacional. Los catalanes tratan de hacer país, pero hay otros factores que
inciden, la educación no es el único. Investigué si los programas de
catalanización en la escuela tenían consecuencias. Mostraba que sí de forma
clara. ¿Hasta qué punto es efecto de la lengua o el perfil del profesorado? En
mi tesis hice encuestas con élites y profesores de lengua, historia y ciencias
sociales y se ve claramente que el profesorado es más nacionalista que la
media. Así que, hoy por hoy, el que estudia puede tener un perfil más cercano
al nacionalismo”.
“Pero, en general”, termina Miley, “que la identidad vaya ligada al auge del
independentismo no se puede explicar por esta cuestión: hay un problema
demográfico que no le gusta al nacionalismo catalán por mucho que lo intente:
no consigue que el hijo del obrero andaluz apoye la independencia".
Más lejos que Miley llega un estudio más reciente (2008) elaborado por tres
economistas (Oriol Aspachs-Bracons, Irma Clots-Figueras y Paolo Masella) que
hace un pormenorizado análisis de todas las encuestas registradas sobre el
sentimiento nacional y establece su relación con el sistema educativo y las
jóvenes generaciones que han estudiado en catalán. Estudia el efecto de la
lengua en la identidad nacional y en la opción política y establece que “el
tamaño del efecto es grande y se extiende a los individuos cuyos padres no
tiene orígenes catalanes. La educación a través de la lengua puede equilibrar
el papel de la familia”. Una de las conclusiones más sorprendentes de un
estudio que discurre entre fórmulas matemáticas y tablas es la afirmación de
que el uso de la lengua “incrementa el voto hacia los partidos catalanes”.
Finalmente, están los estudios de la doctora en Ciencia Política María José
Hierro, que datan de 2011 y repasan los ensayos anteriores. Hierro apuesta
firmemente por la influencia de la familia y del barrio, además de la escuela.
“Hay trabajos y un debate abierto”, afirma. “El efecto de la escuela es más
limitado, más moderado de lo que se piensa. No se tiene en cuenta la familia ni
el barrio donde viven los individuos. Y esto es así porque los niños acaban
teniendo contacto en la escuela con otros niños que se asemejan a ellos y que
tienen unos padres con unos sentimientos de identificación nacional similares.
Solo en aquellos barrios en el que los hijos de inmigrantes están en minoría,
la estancia en la escuela puede influir más en que terminen sintiéndose más
catalanes”.
¿Qué pasaría cuando los hijos abandonan el hogar? “En principio, podemos
pensar que una vez se marchan, los padres pierden su influencia, mientras gana
la de las parejas. Si salen una vez que la identidad nacional ha cristalizado
totalmente, cosa frecuente dado que salen tarde, es difícil que esta cambie”.
Sin embargo, Hierro termina aceptando que años de educación puedan incrementar
la probabilidad de que los descendientes se autoidentifiquen como más catalanes
que españoles en vecindarios en los cuales el porcentaje de nacidos en otras
regiones de España sea moderado.
Hay coincidencia entre los expertos acerca de que no hay síntomas de una
ruptura social a causa del uso de la lengua, ni de un daño serio en la
convivencia en Cataluña. Por otra parte, los estudios que cuantifican el nivel
de conocimiento de ambas lenguas (el castellano y el catalán) por parte de los
estudiantes coinciden en señalar que es homogéneo.
Todo ciudadano de Cataluña es susceptible de ser
interrogado sobre sus sentimientos nacionales en función del test de las cinco
respuestas (más catalán que español, más español que catalán, igualmente
español que catalán, solo español o solo catalán). Y es el crecimiento del
“solo catalán” lo que ahora preocupa a ministros como Wert que creen que ha
sido consecuencia de un adoctrinamiento en la escuela y no producto de otras
circunstancias. Adoctrinar lo hizo el régimen de Franco y fracasó. Y, según los
expertos, esa es la única evidencia indiscutible en esta materia.
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