mércores, 16 de febreiro de 2011

La doble diplomacia de Occidente


La UE y EEUU, que defienden los derechos humanos, respaldan dictaduras en el mundo árabe por interés económico
GUILLAUME FOURMONT MADRID 06/02/2011
Michèle Alliot-Marie, la ministra de Asuntos Exteriores de Francia, es la encarnación de la diplomacia occidental en el mundo árabe: mientras la Constitución de su país como todas las de los países de la Unión Europea y de Estados Unidos consagra la democracia y los derechos humanos como valores universales, ella viaja en el jet privado de un amigo de Zin el Abidin Ben Alí y ofrece material antidisturbios a las fuerzas del dictador huido de Túnez. Una actitud que recuerda a la de Franklin D. Roosevelt, quien, mientras los Aliados acosaban a Adolf Hitler en Berlín, se reunía con el rey Abdelaziz ibn Saud, otro dictador y cuyos hijos dirigen ahora con mano de hierro el primer productor mundial de petróleo, Arabia Saudí.
La defensa de la democracia y de los derechos humanos siempre ha tenido un límite: los intereses económicos y de seguridad de las grandes potencias occidentales. "Lo que ha ocurrido en Túnez ha dejado con el culo al aire a los países europeos", sentencia Bernabé López García, catedrático de Historia del Islam Contemporáneo en la Universidad Autónoma de Madrid. Porque el Túnez de Ben Alí se beneficiaba bajo la protección de Francia, la antigua potencia colonial de un acuerdo de asociación con la Unión Europea; es decir, el derecho a una ayuda de unos 90 millones de euros al año. En cambio, los grandes grupos europeos como Orange podían hacer comercio en total libertad en el país.
Marruecos, Argelia, Libia, Egipto, Jordania y Siria también firmaron acuerdos con la UE. Todas son dictaduras. En el caso de EEUU, su mejor aliado en Oriente Próximo después de Israel es el Egipto de Hosni Mubarak, que recibe de Washington unos 1.500 millones de dólares al año, 1.000 millones de los cuales son para las fuerzas armadas egipcias. Desde 1991, Arabia Saudí compró por más de 30.000 millones en armamento estadounidense. Las revueltas en Túnez y en Egipto han puesto en aprieto a la diplomacia occidental.
Autor de El mundo árabe explicado a Europa (editorial Icaria), Bichara Khader explica: "Desde la constitución de los Estados árabes poscoloniales, los países occidentales utilizaron esos regímenes, primero contra la Unión Soviética, luego contra posibles levantamientos religiosos, como pasó en Irán en 1979". Esos régimenes debían ser sólidos frente a los enemigos del primer mundo: la inmigración y el islamismo. "La relación de Occidente con el Magreb parte de un status quo. Los países del Norte de África deben respetar un pliego: abrir sus mercados, no molestar su política exterior en la zona e impedir el auge del islamismo", añade Hasni Abidi, director del Centro de Estudios e Investigación sobre el Mundo Árabe y el Mediterráneo de Ginebra. Era precisamente todo lo que prometía Ben Alí a los europeos en Túnez; hasta el embajador de Francia en el país norteafricano no creía en la fuerza de las revueltas ni en la caída del tirano.
Una realpolitik' errónea
Reunido el viernes para hablar de la economía de los países árabes, el Consejo Europeo habló de la situación en Egipto. Pero nada. No presionó a Mubarak y llamó al respeto de manifestaciones pacíficas. En total contradicción con los tratados europeos, que basan la acción de la UE en el escenario internacional en "la universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos". ¿Mala fe? "Hay una incoherencia entre el discurso de Europa, en sus textos, y la práctica. Pero no se trata de mala fe, sino de una mala concepción de realpolitik", responde Khader.
Mientras la Casa Blanca respaldó al pueblo tunecino, el dircurso estadounidense sobre la situación en Egipto fue menos contudente. Porque "el petróleo árabe, la seguridad de Israel, el Canal de Suez y el terrorismo internacional son factores importantes para la política estadounidense hacia su gran aliado en la zona", responde el investigador argelino Aomar Baghzouz. Una visión que comparte Khader: "Egipto permite a EEUU proteger las relaciones con Israel y dejar que éste ocupe Líbano o Gaza sin que nadie haga nada". "Washington sólo ha conseguido neutralizar Egipto", concluye.
Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, el islam se ha convertido en el supuesto enemigo de las sociedades occidentales. La Revolución Islámica en Irán en 1979 y la victoria anulada con el apoyo de Occidente de los islamistas en Argelia en 1992 habían dejado un mal recuerdo en las cancillerias occidentales. "Es mejor respaldar a un dictador que animar procesos democráticos que supuestamente permitirían a los radicales alcanzar el poder. EEUU y los europeos dicen que promueven los valores democráticos en el mundo árabe, pero no quieren de las consecuencias de la democracia que amenazarían sus intereses económicos y geopolíticos", explica Bagzouz.
Un error, según Bernabé López García, porque "el islamismo radical es un fantasma; el yihadismo existe, pero es muy marginal". Las agrupaciones islamistas de Túnez el partido Ennahda y Egipto los Hermanos Musulmanes "han tenido un perfil bajo en las revueltas y nunca sacaron los pies del plato", continúa el catedrático. "Es difícil saber si los Hermanos Musulmanes serán la principal fuerza política en Egipto porque, aunque sea una formación preparada, el fin de la era Mubarak no significa el fin del autoritarismo", añade Hasni Abidi.
Mientras el diario argelino Le Quotidien d'Oran insiste en que "el Magreb no debe esperar nada de Europa", los expertos consideran que la crisis actual en el mundo árabe es la oportunidad para la UE y EEUU de dar un giro diplomático. Para Bichara Khader, hay que "acompañar la revolución tunecina para fortalecer la democracia, tratar de igual a igual con los países árabes". El novelista egipcio Alaa El Aswany escribió con cierta ironía el pasado fin de semana esta frase: "Francia nos dio el ejemplo con escritores como Camus y Sartre, comprometidos por la libertad". Y Egipto grita a Mubarak: "¡Váyase!".

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