sábado, 12 de febreiro de 2011

Una visión de Mauthausen sin héroes


Javier Cosnava recrea para una novela gráfica las peores pesadillas del campo de los españoles
PEIO H. RIAÑO MADRID 29/01/2011
Las palabras prohibidas se almacenan en los rincones de los campos de concentración convertidos en hitos turísticos: tren, hambre, traición, muerte, mentira, suicidio y culpa. Al historiador Jacob Presser (1899-1970) los recuerdos de su paso por el campo de concentración holandés de Westerborck le consumían hasta que no pudo retenerlos más y, diez años después de la liberación, expurgó culpa sobre el papel en blanco. Y el resultado fue La noche de los girondinos (publicada en España por Barril y Barral), un testimonio novelado, una autobiografía sobre el revanchismo y el odio con los que se vengaban unos presos sobre otros, en colaboración con los nazis.
La maldad de los colaboradores sólo fue superada por la ferocidad de los vecinos que se denunciaban fuera del campo para quedarse con las propiedades del acusado. La avaricia fue herramienta de supervivencia. Como aquel profesor holandés, el protagonista de Prisionero concilia su vida con la brutalidad alemana en el campo de concentración de Mauthausen. Juan Placambó i Costa es el personaje que ha creado el autor Javier Cosnava con dibujos de Toni Carbos para recuperar la memoria del campo donde fueron asesinados más de 6.000 españoles, en un formato que en España no acostumbra a tratar la cara amarga: la novela gráfica.
Contra el silencio
"Hay cierta tendencia a tocar los temas de forma suave, políticamente correcta. Pero tantos miles de muertos no pueden tratarse de una forma suave, los diálogos deben ser duros. Se corre el riesgo de caer en la crueldad por la crueldad. Es difícil tratar temas así, es más fácil soslayarlos y tratar con habilidad y buen tino otros temas menos peliagudos", cuenta Cosnava a este periódico. Además, recuerda que todavía hay en este país quien no quiere hablar de los presos de Mauthausen.
Tampoco sobran los buenos guiones que se atrevan con un asunto tan susceptible. Cosnava, escritor de novela antes que guionista de cómics, reconoce que el género está necesitado de buenos escritores. Tal y como Azcona fue al cine de Berlanga. Con cuidado, señala que para publicar un cómic no es necesario un guión excelente. "Es una pena que no todos los guiones tengan el cuidado que se merecen", explica para aclarar que a las editoriales les basta con que el libro esté bien dibujado. "Cuando ves obras como El arte de volar [último Premio Nacional de Cómic que, como Prisionero, fue publicado por Ediciones de Ponent], entiendes que una buena historia en manos de un buen guionista y el trazo maravilloso de un buen dibujante no tienen precio", asegura.
Pero si Jacob Presser reconocía la miseria de la codicia, la ambición, las "ansias incontenibles", la tiranía de la conducta de los supervivientes, el Mauthausen de Cosnava excusa a su protagonista, porque "el que Juan sea un traidor es un efecto, no la causa primera". El autor lo resume de esta manera: "Es un hombre débil enfrentado a situaciones terribles. Pocos nacen para ser héroes y él no sabe serlo. He preferido dejar a los héroes al fondo, trabajando hasta el desfallecimiento en la cantera de Wienergraben, que se les vea cayendo en las alambradas, despedazados por los perros pero ni uno sólo de los valerosos españoles que murieron en Mauthausen tiene una línea de guión", reconoce. Hablan los nazis, los kapos, los monstruos. Quería dar voz a los verdugos para buscar alguna razón a su infamia.
Más que palos y porras
La atracción por las pesadillas del campo de concentración de los españoles empezó hace años, cuando en 2008 recorría bancos buscando una beca para poder "hacer un álbum a la altura de mi sueño". Necesitaba viajar al lugar y documentarse. Lo consiguió y pensó en una trilogía. De momento, ya se ha publicado la primera parte, Un buen hombre (Glènat), una aproximación a los aledaños del campo, la vida de los SS y los efectos de la propaganda. Prisionero es la segunda parte y la última entrega estará ambientada en el campo francés de Argelès-sur-Mer. "Mis obras tratan siempre de recordar los errores del pasado", abrevia.
Los nazis de Prisionero llevan palos y porras, pero también una buena descripción psicológica. Asegura que, tras cuatro años dedicados a un minucioso trabajo de documentación, ha logrado una obra "con mucho más calado, más profunda y con mensajes no tan evidentes" en comparación con Un buen hombre. Tuvo acceso a la biblioteca de Amical de Mauthausen en Barcelona y allí pasó la mayoría del tiempo. El resultado es un libro próximo a un thriller.
Las palabras prohibidas vuelven a airearse como si un día, de tanto sacudirlas, quedaran reposadas en el lugar de la memoria. Mauthausen necesita más recuerdos.

Ningún comentario:

Publicar un comentario