Se publica
en España ‘Mutaciones del cine contemporáneo', un libro imprescindible para
entender la evolución y futuro del que fuera el mayor espectáculo del siglo XX
JESÚS
ROCAMORA MADRID 24/01/2011 08:20
El negocio del cine es
macabro, grotesco: es una mezcla de partido de fútbol y de burdel. Federico
Fellini.
Publicado en 2003 en el
mercado anglosajón, Mutaciones del cine contemporáneo se ha convertido
en una biblia de la cinefilia, un libro imprescindible para críticos,
estudiosos y locos del séptimo arte en todo el mundo. Con una estructura libre
y comunitaria (algunos capítulos son conversaciones a varias voces mantenidas
por carta; otros son textos firmados por cineastas), su llegada al mercado español
de la mano de la editorial Errata Naturae (y actualizado convenientemente con
un prólogo imprescindible del cineasta catalán Pere Portabella) viene a confirmar
su naturaleza de obra en construcción permanente que quiso darle uno de sus
coordinadores, el crítico estadounidense Jonathan Rosenbaum.
Más allá de un intercambio
endogámico de reflexiones entre críticos y cineastas, lo que proponía Mutaciones...
es "un escenario y un lugar" para reflexionar sobre el cine en el
siglo XXI, especialmente a raíz de unas alteraciones (tecnológicas, sociales,
académicas) que han cambiado la cultura cinematográfica tal y como la conocíamos.
Desde la ceremonia de ver el cine (con la aparición de nuevas pantallas: el
DVD, internet, el móvil) a toda su cadena de producción; desde la transformación
de los géneros cinematográficos, sus recursos narrativos y sus espacios
geográficos, hasta el posterior análisis efectuado por parte de críticos y
estudiosos.
"Una mutación implica
una transformación biológica, y aquí la idea básica es que en todo el mundo se
están produciendo cambios en las comunicaciones, la tecnología y la economía
que alteran la forma en que pensamos y escribimos sobre cine", exponía
Rosenbaum cuando el libro aún no tenía ni título. Pero, como resume Portabella
a Público, hablamos de un cambio que afecta al que fue "el mayor
espectáculo del siglo XX", pero también a todos los procesos culturales,
al individuo y a la sociedad: "La revolución tecnológica de finales del
siglo XX ha producido un impacto y una ruptura mayor de lo que supuso la
revolución industrial".
Nuevas pantallas
De la ceremonia
del cine al salón de casa
"Cada vez veo más y más
películas de todo el mundo en DVD, y tengo menos ganas de ir a los cines. Y
cuando voy a uno, siento que tengo menos en común con todos los que están
sentados a mi alrededor", cuenta Rosenbaum a Público. No se refiere
tanto a las tradicionales salas de cine como a su reinvención actual.
Precisamente en uno de los capítulos de Mutaciones..., el crítico
reflexiona sobre un cine multisala y su aspecto de aeropuerto o estación de
tren, lleno de muchedumbres que entran y salen en función de los horarios.
También lo compara con grandes tiendas, como Virgin y FNAC, cuyo "rasgo
inquietante es la desaparición de cualquier distinción entre cultura y
publicidad, que ya caracteriza a la sociedad urbana en general",
escribe Rosenbaum.
Esta misma semana, Víctor
Erice aseguraba en una tertulia en Segovia que la industria cinematográfica
pasa por un momento "difícil", marcado por la "transformación
tecnológica del medio audiovisual y de la difusión de las obras, que han
convertido a las salas de cine en un residuo". Así piensa también
Portabella, para quien el resucitado cine 3-D "es un fogonazo, un
parche, el canto del cisne" que demuestra lo obsoleto y decadente de
unas salas "reconvertidas en pequeños parques temáticos, donde lo mismo se
ven óperas que partidos de fútbol".
Las nuevas pantallas (DVD,
internet, el móvil, las consolas portátiles; también en museos y galerías de
arte) han traído consigo un debate que los críticos ya se plantearon en su día
con la llegada del vídeo doméstico y los videoclubs. Una polémica cuyo eco
también está en Mutaciones..., y que es extrapolable a la situación
actual: por un lado, permite conocer cine que de otra manera no llegaría a
estrenarse en muchos países. Por otro, se produce cierta "cosificación"
de las películas, que pasan a ser objetos coleccionables. Si el cine durante el
siglo XX fue algo lejano y mítico para el espectador, el vídeo (el DVD hoy)
permite al espectador dominar la película, utilizarla, desgastarla y romperla.
Empequeñecerla.
Nuevo espectador
Conectado y con
habilidades para todo
Las nuevas pantallas han
dado con un espectador nuevo, conectado y que tiene el mundo al alcance de la
mano. Y lo que es más importante, un nuevo espectador que no es pasivo.
"En los últimos años se ha pasado de aceptar que el espectador de cine,
como el de teatro, asiste sentado al espectáculo y ve, como un voyeur,
la representación que le proponen. Que se puede congratular con lo que pasa en
el escenario, identificar con un personaje, reír, llorar. El nuevo espectador
es el usuario, una persona que usa e interviene en la realidad",
dice Portabella.
Este nuevo espectador/usuario
no es muy diferente del que Sartori llamó homo videns, y
desarrolla no sólo una "mirada digital" sino que debe adaptarse a ese
nuevo supermedio global que tiene entre las manos que se caracteriza por unir
todos los anteriores (palabra, imagen y sonido). Un espectador que tiene las
herramientas para ser creador y cuya materia prima es el planeta, "que ha
pasado a estar en nuestras manos y que podemos manejar y manipular". Se
reduce así la distancia entre el mundo audiovisual profesional y el doméstico.
Nuevos códigos
Directores de
una realidad irreal
"La fotografía es
verdad. Y el cine es una verdad 24 veces por segundo", dijo Godard. Y si
el vídeo trajo a su propia generación de directores de cine, crecidos bajo
referencias propias y con su manera de ver el mundo en una textura particular,
la nueva imagen digital ofrece lo mismo hoy. "Si el cine que conocimos en
el pasado se basaba en el registro fotográfico del mundo, ahora, con la
imagen digital, podemos falsear ese mundo", escribe Portabella. Se
trata de utilizar lo virtual y las simulaciones que permiten estas nuevas
tecnologías para representar el mundo en pantalla; de reflejar el mundo real a
partir de irrealidades.
Una realidad
descentralizada geográficamente, que permite que películas provenientes de Asia
y Oriente Medio, que presentan narrativas ajenas al canon occidental,
transformen la idea de relato. La hegemonía de EEUU ha perdido fuerza en el
cine. Para Rosenbaum, "el papel y la influencia de EE UU sobre el resto
del mundo ha disminuido desde 11-S, lo que para mí ha tenido ciertas ventajas
(así como algunas desventajas). Los cinéfilos más jovenes parecen
interesados hoy en día en películas difíciles y desafiantes, y eso es un
avance muy positivo. Pero también aparece una carencia total del conocimiento
sobre historia del cine, más amplia ahora".
Este es uno de los debates
que sobrevuela Mutaciones...: el cine que está en crisis es el que viene
exigido por las majors e inspirado en códigos caducos, como la novela
del siglo XIX. Las nuevas formas de narrar historias no dependen de la tecnología,
pero, liberalizada esta, se libera al creador para que defienda cómo quiere
contar una historia: de forma convencional o sin ningún tipo de argumento.
Desaparecen los géneros y la diferenciación entre ficción y realidad,
largometraje y cortometraje, "inventos de la industria que han
respondido a intereses de productores y salas de cine", según
Portabella. Ya no tiene sentido que "nos cuenten la misma historia
siempre, con la misma estructura: planteamiento, nudo, desenlace. Las academias
de cine han hecho mucho daño y han servido para repetir unos modelos al servicio
de la explotación de las producciones de las majors: un thriller se
hace así, una comedia se hace así, los modelos son Orson Welles o Howard Hawks.
Todos los profesionales que han formado sólo han sabido hacer bien lo que ya
está hecho".
Nuevas cadena
Adiós a los obstáculos
de hacer una película
Y llegamos a la crisis
actual de la industria del cine, provocada por la quiebra de la hegemonía de
las estructuras clásicas de producción, distribución, exhibición y la llegada
de nuevas formas de difusión por la red. Los beneficiados son los creadores,
libres de limitaciones: "La parte creadora va hacia adelante y
desaparece esa carrera de obstáculos que suponía la exigencia de un
productor, la necesidad de hacer un determinado producto, con una determinada
factura, una distribución en determinadas condiciones y unos cines con unas
programaciones concretas", dice Portabella.
Nuevo sistema
Usar las cosas,
no poseerlas
Con su replanteamiento de
los sistemas de distribución cultural, del consumismo y del capitalismo, ¿puede
tener un libro como Mutaciones... una intención política? Para su
coordinador, Jonathan Rosenbaum, "toda la gente que escribió para este
libro era y es muy política. Es simple: queremos cambiar el mundo y queremos
aprender nuevas cosas. Si nuestra misión ha sido acertada o no, y si ha sido un
éxito o un fracaso, es algo difícil de juzgar".
Vivimos
un cambio de valores y conceptos que generan al individuo una nueva
disponibilidad para intervenir y actualizar y modernizar lo que hoy ha
envejecido. "El cine, como séptimo arte, es el que nació más joven y es el
que ha envejecido más rápido. Pero las democracias también han envejecido. Están
torpes. El individuo es mucho más ágil y pide más", asegura Portabella,
para quien las mutaciones afectan a la misma raíz del consumismo: con estas
nuevas pantallas, "el valor de la posesión está cambiando por el valor del
uso, y esto puede ser una noticia muy buena".
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