El Museo Nacional de Artes Decorativas recorre ‘100 Años
de Arquitectura y Diseño en Alemania’, cuyos principios exportó al mundo y
siguen vigentes hoy
Cartel de Kalus Reese para unha exposición en Düsseldorlf, 1937 |
No hay una traducción literal para la Deutscher Werkbund. Lo más aproximado
sería algo así como Liga Alemana de Talleres, pero su significado cierto es que
Werkbund equivale a una forma de entender el diseño, la arquitectura y, en
suma, la vida durante el pasado siglo en Alemania. Las formas geométricas, la
impersonalidad y la supresión radical de adornos transformaron los ámbitos
laborales y familiares.
Las casas, las vajillas, las cristalerías o el mobiliario renacieron
desnudos bajo el recién creado sello del diseño industrial. Son diseños que no
solo arrasaron en la Alemania del siglo pasado, sino que fueron asumidos en
toda Europa y su vigencia sigue estando tan viva como siempre como lo demuestra
el mobiliario de la firma sueca Ikea. En el Museo de Artes Decorativas se puede ver
hasta el 29 de septiembre la exposición 100 Años de Arquitectura y Diseño en
Alemania, que incluye una amplia selección de objetos, carteles, maquetas y
fotografías.
Dividida en siete secciones, la exposición arranca detallando la historia
del movimiento y de sus protagonistas. En 1907, en pleno auge industrial, 12
artistas y arquitectos junto a otras tantas empresas de Múnich se asocian para
formar La Liga alemana de Talleres, la Werkbund. Su objetivo fundacional
—“refinar el trabajo comercial en colaboración con el arte, la industria y la
artesanía, a través de la educación, la propaganda y la adopción de un enfoque
unificado para todas las cuestiones pertinentes”— se acabaría convirtiendo en
la vanguardia europea de la arquitectura y el diseño.
En estos orígenes se explica cómo los profesionales participantes en el
movimiento eran los más innovadores del momento. Un lugar especial lo ocupa el
arquitecto Peter Behrens, considerado como el auténtico inventor de la
profesión de diseñador. Contratado en 1907 como consejero artístico de la sede
berlinesa de la Fábrica de Turbinas AEG, Behrens desarrolló una actividad que
iba desde la propia sala de turbinas, hasta la identidad corporativa de la
empresa o los diseños de las teteras. Era la primera vez que una marca tenía
unas señas de identidad que le servía de tarjeta de presentación ante el mundo.
Sus teteras eléctricas para calentar el agua y el té siguen siendo un perfecto
ejemplo de la campaña que contra la fealdad y a favor de las buenas formas
promovieron estos profesionales.
En 1914, el movimiento se da a conocer al mundo con una gran exposición realizada
en Colonia. El arquitecto Bruno Taut crea para la cita un impresionante
edificio de cristal que se ilumina al anochecer. Los artistas aprovecharon la
exposición para dar a conocer su pensamiento.
La Primera Guerra Mundial supone un forzoso parón tras el que los artistas
vuelven con nuevas aplicaciones tecnológicas. Los materiales elegidos son cada
vez más funcionales y las formas más limpias. Si el ornamento ya estaba mal
visto desde la fundación del grupo, a partir de este momento es radicalmente excluido.
Son años en los que surge la mítica Bauhaus fundada por Walter Gropius y ambas
instituciones participan de objetivos comunes.
La dictadura nacionalsocialista se llevó por delante la
creatividad y fuerza innovadora del movimiento. Las asociaciones regionales
intentaron sobrevivir entre las ruinas, pero ya nada volvió a ser igual.
Durante la posguerra, se centraron en la reconstrucción de las grandes
ciudades. Desde 1958 hasta hoy, siguen funcionando, pero con otros
planteamientos. La sostenibilidad y el medio ambiente son la mayor preocupación
de unos creativos esenciales en la historia del diseño.
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