domingo, 24 de xuño de 2012

La memoria perdida de Marineda


La Casa-museo Pardo Bazán impulsa recuperar en la antigua fábrica de tabaco la historia fabril de A Coruña y sus cigarreras
Clausurada hace ya una década, la emblemática Fábrica de Tabaco de A Coruña borrará en breve las huellas de casi dos siglos como referente industrial e icono del trabajo femenino, el de varias generaciones de cigarreras, para transformarse en sede judicial. Y si Clarín convirtió en sinónimo de Oviedo la palabra Vetusta, la denominación que se inventó para la ciudad asturiana en La Regenta, el equivalente coruñés de Emilia Pardo Bazán, Marineda, ha perdido con el tiempo su significado y su fuerte lazo con la otrora potente manufactura de pitillos. Teclee en cualquier buscador de Internet el nombre literario que dio la ilustre escritora a su ciudad natal y encontrará sólo masivas referencias a un gigante del sector comercial recién implantado en A Coruña.
De ahí el interés de la original iniciativa de la Casa-museo de Pardo Bazán, bajo el paraguas de la Real Academia Galega: ha propuesto un espacio en los desafectados talleres llamados a llenarse de togas para recuperar la memoria pérdida de una ciudad y su “aristocracia proletaria” que inmortalizaron la pluma de la condesa literata en una de sus obras cumbre, La Tribuna. La novela, escrita en octubre de 1882 y publicada al año siguiente, introdujo el naturalismo, relatar la realidad con base documental, en la literatura española.
Anterior a La Regenta (1884) y a Germinal (1885) del padre del naturalismo, el francés Émile Zola, el libro de Pardo Bazán, con la fábrica de tabaco como escenario y las cigarreras como protagonistas, no sólo es la primera interpretación literaria del mundo laboral en España. Es también un valioso testimonio de la sociedad gallega en el convulso final del siglo XIX, de sus clases y diferencias, de sus luchas, logros y fracasos. Para escribir La Tribuna, la escritora se documentó a fondo. “Donde hay 4.000 mujeres hay 4.000 novelas de seguro”, decía la adinerada Doña Emilia. Y no dudo en escandalizar a su mundo burgués para denunciar, bajo la nueva óptica del mundo obrero, la condición femenina en el siglo XIX. Dos meses dedicó Pardo Bazán a visitar “mañana y tarde, oyendo conversaciones, delineando tipos, cazando al vuelo frases y modos de sentir” una fábrica entonces referente industrial y político además de “un verdadero infierno social”, así como a sus guerreras inquilinas. “Una masonería de mujeres que, aunque hoy se arranquen el moño, mañana se ayudan a todas como una legión de diablos”, describe en su libro la escritora. Mal recibida en sus primeras excursiones fabriles, no dudó en llevar a su hijo de cuatro años para ganarse la confianza de las cigarreras, procedentes de las clases más pobres pero que se convirtieron en una élite del mundo obrero gallego.
 “Es un lujo para cualquier ciudad tener una referencia literaria de la talla de Pardo Bazán, son muchas las urbes que se conocen más por la literatura que por otras cosas”, destaca el secretario de la Academia, Xosé Luís Axeitos. Pero a diferencia del Madrid de Galdós o del Oviedo de Clarín, A Coruña apenas explota el legado de esta gran dama de las letras españolas. No hay ningún proyecto para conservar y rendir homenaje a una novela y a una fábrica con innegable influencia en la historia, sociedad y urbanismo de la ciudad. Ni tampoco, lamenta Axeitos, rutas literarias como hacen otras ciudades con sus escritores célebres. La casa-museo y un puñado de institutos son los únicos que se preocupan por organizar aulas didácticas.
Cuando jueces y abogados se adueñen de las antiguos talleres de manufactura de pitillos que Pardo Bazán dividía en “el paraíso, el purgatorio y el infierno”, quedarán libres, sin uso definido, 3.000 metros cuadrados de la factoría. El Ayuntamiento, que cedió a la Xunta un edificio que conservará su fachada original, no sabe aún a quá dedicarlos. La actual condesa Pardo-Bazán, Carmen Colmeiro, está también implicada en estas gestiones para despertar el interés público por rendir homenaje, reservando un hueco aunque sea pequeño dentro de la antigua fábrica, “a la novela y a las trabajadoras que la convirtieron en emblema del feminismo laboral”, explica la conservadora de la casa-museo Pardo Bazán, Xulia Santiso.
Es sólo aún una iniciativa, sin proyecto concreto ni financiación. “No tenemos dinero, no podemos meternos en esta aventura”, más allá de una colaboración y cesión de material, advierte Axeitos. Y la cosa tiene cierta urgencia: a principios del próximo año está previsto iniciar las obras para reconvertir la fábrica en sede de Justicia. Y aún conserva algún vestigio de su época manufacturera que nadie, de momento, prevé conservar.

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