La Casa-museo Pardo Bazán impulsa recuperar en la antigua
fábrica de tabaco la historia fabril de A Coruña y sus cigarreras
PAOLA
OBELLEIRO A Coruña 10 JUN 2012 -
19:47 CET
Clausurada hace ya una década, la emblemática Fábrica de Tabaco de A Coruña
borrará en breve las huellas de casi dos siglos como referente industrial e
icono del trabajo femenino, el de varias generaciones de cigarreras, para
transformarse en sede judicial. Y si Clarín convirtió en sinónimo de Oviedo la
palabra Vetusta, la denominación que se inventó para la ciudad asturiana en La
Regenta, el equivalente coruñés de Emilia Pardo Bazán, Marineda, ha perdido con
el tiempo su significado y su fuerte lazo con la otrora potente manufactura de
pitillos. Teclee en cualquier buscador de Internet el nombre literario que dio
la ilustre escritora a su ciudad natal y encontrará sólo masivas referencias a
un gigante del sector comercial recién implantado en A Coruña.
De ahí el interés de la original iniciativa de la Casa-museo de Pardo
Bazán, bajo el paraguas de la Real Academia Galega: ha propuesto un espacio en
los desafectados talleres llamados a llenarse de togas para recuperar la
memoria pérdida de una ciudad y su “aristocracia proletaria” que inmortalizaron
la pluma de la condesa literata en una de sus obras cumbre, La Tribuna.
La novela, escrita en octubre de 1882 y publicada al año siguiente, introdujo
el naturalismo, relatar la realidad con base documental, en la literatura
española.
Anterior a La Regenta (1884) y a Germinal (1885) del padre
del naturalismo, el francés Émile Zola, el libro de Pardo Bazán, con la fábrica
de tabaco como escenario y las cigarreras como protagonistas, no sólo es la
primera interpretación literaria del mundo laboral en España. Es también un
valioso testimonio de la sociedad gallega en el convulso final del siglo XIX,
de sus clases y diferencias, de sus luchas, logros y fracasos. Para escribir La
Tribuna, la escritora se documentó a fondo. “Donde hay 4.000 mujeres hay
4.000 novelas de seguro”, decía la adinerada Doña Emilia. Y no dudo en
escandalizar a su mundo burgués para denunciar, bajo la nueva óptica del mundo
obrero, la condición femenina en el siglo XIX. Dos meses dedicó Pardo Bazán a
visitar “mañana y tarde, oyendo conversaciones, delineando tipos, cazando al
vuelo frases y modos de sentir” una fábrica entonces referente industrial y
político además de “un verdadero infierno social”, así como a sus guerreras
inquilinas. “Una masonería de mujeres que, aunque hoy se arranquen el moño,
mañana se ayudan a todas como una legión de diablos”, describe en su libro la
escritora. Mal recibida en sus primeras excursiones fabriles, no dudó en llevar
a su hijo de cuatro años para ganarse la confianza de las cigarreras,
procedentes de las clases más pobres pero que se convirtieron en una élite del
mundo obrero gallego.
“Es un lujo para cualquier ciudad
tener una referencia literaria de la talla de Pardo Bazán, son muchas las urbes
que se conocen más por la literatura que por otras cosas”, destaca el
secretario de la Academia, Xosé Luís Axeitos. Pero a diferencia del Madrid de
Galdós o del Oviedo de Clarín, A Coruña apenas explota el legado de esta gran
dama de las letras españolas. No hay ningún proyecto para conservar y rendir
homenaje a una novela y a una fábrica con innegable influencia en la historia,
sociedad y urbanismo de la ciudad. Ni tampoco, lamenta Axeitos, rutas
literarias como hacen otras ciudades con sus escritores célebres. La casa-museo
y un puñado de institutos son los únicos que se preocupan por organizar aulas
didácticas.
Cuando jueces y abogados se adueñen de las antiguos talleres de manufactura
de pitillos que Pardo Bazán dividía en “el paraíso, el purgatorio y el
infierno”, quedarán libres, sin uso definido, 3.000 metros cuadrados de la
factoría. El Ayuntamiento, que cedió a la Xunta un edificio que conservará su
fachada original, no sabe aún a quá dedicarlos. La actual condesa Pardo-Bazán,
Carmen Colmeiro, está también implicada en estas gestiones para despertar el
interés público por rendir homenaje, reservando un hueco aunque sea pequeño
dentro de la antigua fábrica, “a la novela y a las trabajadoras que la
convirtieron en emblema del feminismo laboral”, explica la conservadora de la
casa-museo Pardo Bazán, Xulia Santiso.
Es sólo aún una iniciativa, sin proyecto concreto ni
financiación. “No tenemos dinero, no podemos meternos en esta aventura”, más
allá de una colaboración y cesión de material, advierte Axeitos. Y la cosa
tiene cierta urgencia: a principios del próximo año está previsto iniciar las
obras para reconvertir la fábrica en sede de Justicia. Y aún conserva algún
vestigio de su época manufacturera que nadie, de momento, prevé conservar.
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