Muchos de quienes vivieron el escándalo no han bajado la guardia y
advierten que en estados Unidos persisten los ingredientes para un nuevo
Watergate.
Lucía Leal (EFE) Washington 13/06/2012
A sus 40
años, el caso Watergate se ha sacudido los misterios que lo marcaron durante
décadas, pero mantiene intacto un halo de mito que muchos se preocupan
de cultivar, convencidos de que EEUU podría vivir un escándalo similar.
Cuatro
décadas después del 17 de junio de 1972, cuando una supuesta banda de
ladrones entró en las oficinas del Partido Demócrata en el edificio Watergate
de Washington, son pocas las incógnitas en torno al peor escándalo político de
la historia de EEUU, el único lo suficientemente grande para forzar la dimisión
de un presidente.
Tanto la
implicación de la Casa Blanca de Richard Nixon como la identidad de
"Garganta Profunda", la fuente que confirmó a los periodistas Bob
Woodward y Carl Bernstein la información sobre la trama de espionaje, han
pasado a formar parte de los libros de historia después de años de cábalas y
teorías al respecto.
Pero la
sombra del escándalo sobre la figura de Nixon sigue agrandándose casi dos
décadas después de la muerte del ex mandatario, y los reporteros que la
proyectaron aseguran hoy que su cóctel de odio y miedo era "mucho
peor" que lo que pudieron intuir en los 26 meses de investigación del
caso.
"El
Watergate del que escribimos en el Washington Post entre 1972 y 1974 no es el
mismo que conocemos hoy. Sólo era un atisbo de algo mucho peor. Cuando le
forzaron a dimitir, Nixon había convertido su Casa Blanca, en gran medida, en
una empresa criminal", escribieron esta semana Woodward y Bernstein en el
diario capitalino.
El
Watergate: resultado de "las cinco guerras de Nixon"
El
Watergate, argumentaron, era en realidad el resultado de "las cinco
guerras de Nixon": contra el movimiento pacifista, los medios de
comunicación, los demócratas, la justicia y la historia, lo que provoca que
"incluso hoy, muchos de sus simpatizantes traten de minimizar la
importancia del Watergate". Sin embargo, la red de espionaje y sobornos
que buscaba asegurar la reelección del mandatario republicano sigue presente en
toda su dimensión en el imaginario de Estados Unidos, que se empeña en añadir a
cada uno de sus escándalos el sufijo "-gate", por pequeños que sean.
Muchos de
quienes vivieron el escándalo no han bajado la guardia y advierten que en
el país persisten los ingredientes para un nuevo Watergate, por ejemplo en las
nuevas leyes de financiación de campañas electorales, que eliminan los límites
para las contribuciones y aumentan el riesgo del uso ilegal de fondos.
"Igual
que en 1974, el sistema político estadounidense está hoy desbordado de
secretos y de dinero", advirtió el lunes el ex congresista William
Cohen, que trabajó en el proceso de impugnación de Nixon, en un simposio con
motivo del aniversario.
Keith Olson,
autor del libro Watergate: El escándalo que sacudió a Estados Unidos, no
es "demasiado optimista" sobre la capacidad de prevenir que se
repita el escenario, "por la cantidad de dinero que hay en la
política". "Cuando el presidente tiene tanto poder respecto a la
política exterior y las fuerzas armadas, existe por fuerza el potencial de un
escándalo mayúsculo", dijo a Efe Olson, profesor de la Universidad de
Maryland.
En cambio,
Jerome Barron, un abogado que trabajó en el comité del Senado que investigaba
el Watergate, aseguró que el peligro no es el mismo, porque ese caso
sentó el precedente que "el presidente de Estados Unidos debía acatar
órdenes del poder legislativo y por tanto, que nadie en el país está por encima
de la ley".
Probablemente,
el único gran secreto del Watergate es hoy el del motivo por el que Mark Felt,
el "número dos" del FBI que en 2005 se reveló como "Garganta
Profunda", decidió destapar el escándalo, al pedir a Woodward que
"siguiera la pista del dinero" tras el incidente en el edificio de
oficinas y confirmar después sus indagaciones.
Un
libro publicado el pasado marzo y titulado Leak presume de responder la
pregunta, al asegurar que Felt buscaba desacreditar al entonces director en
funciones del FBI, mediante una fuga de información clasificada que
podía provocar el despido de su superior y su ascenso inmediato. Fuera esa o
no, la verdadera razón se fue a la tumba con Felt en 2008, quizá para no borrar
del todo el aura de misterio de un suceso que, en palabras de Woodward,
"nunca dejará de regalar información".
Ningún comentario:
Publicar un comentario