El puente colgante más famoso de San Francisco cumple 75
años inmerso en reparaciones técnicas para poder mantenerlo abierto al tráfico
EVA SÁIZ
Washington 26 MAY 2012 - 19:27 CET
“La conozco desde hace 15 años, y cada día es más bella… Su cabello es de
un pelirrojo vulgar, tiene unos pies enormes, pero una vez que la has visto
broncearse bajo el sol, se convierte en alguien inolvidable”, estas palabras,
publicadas en el diario The Chronicle en 1952
por el escritor Dean Jennings, bien podían referirse a una mujer, pero en su
caso iban dirigidas al puente Golden Gate que, por aquél entonces,
celebraba su decimoquinto aniversario. Este domingo la construcción, una de las
obras de ingeniería más importantes y reconocibles del mundo, cumple 75 años.
Sigue manteniendo el mismo tono rojo -en realidad el color se denomina Naranja
internacional- y los mismos pies -dos torres de 227 metros de altura- pero
el paso del tiempo ha hecho mella en su frágil estructura. El Golden
Gate celebrará su cumpleaños inmerso en un proceso de profundos retoques.
Cuando en la inauguración del 27 de mayo de 1937, el ingeniero jefe del
proyecto, Daniel Mohn, presentó al Golden Gate como “el puente que
durará para siempre”, debería haber tenido presentes los fuertes vientos, la niebla y la falla de San Francisco sobre las que
se había erigido la estructura de 1.280 metros de largo. Hoy, un
equipo de ingenieros trabaja para garantizar que la construcción se mantenga
abierta, pueda soportar ráfagas de hasta 160 kilómetros por hora, terremotos de
magnitud 8 y los 110.000 vehículos que cada día circulan por sus seis carriles.
Este domingo, sin embargo, las preocupaciones por su conservación se harán
a un lado para albergar los actos de celebración del 75 aniversario. La
mayoría, no obstante, no se realizarán sobre el mismo puente. A diferencia de
en su 50 cumpleaños, el Golden Gate no se cerrará al tráfico esta vez.
Los organizadores no quieren que se repita lo que sucedió en 1987, cuando el
peso de los 300.000 peatones que se pasearon sobre él debilitó la estructura
del arco provocando que el puente se balanceara. El único espectáculo que
albergará será el de los fuegos artificiales que, a partir de las nueve de la
noche, se podrán observar desde la bahía de San Francisco. El resto de eventos,
la mayoría actuaciones con música y baile, se desarrollarán
en Crissy Field.
Setenta y cinco años después de su construcción, el Golden Gate ha
dejado de ser el puente colgante más largo del mundo pero la fascinación que
causa su estructura de acero cuando asoma entre la niebla húmeda y salada que
corroe sus casi dos millones de remaches, sigue intacta. Una niebla que podría
empañar buena parte de las celebraciones previstas para el domingo si, como se
prevé, se cierne sobre la ciudad.
Pese a los achaques de la edad y las inclemencias del clima, el Golden
Gate solo parece verse amenazado en las películas de Hollywood. En sus 75
años de historia ha sido devorado
por un tiburón (Mega Shark vs Giant Octopus), ha sido movido telequinéticamente por Magneto (X-Men);
ha visto emerger a tres Black Hawk (La Roca) y a soportado el peso de
James Bond, encarnado en la piel de Richard Moore, escalando por una de sus
torres (Panorama para Matar). Súperman también llegó a tiempo de salvar
un autobús escolar. Lamentablemente, ningún superhéroe pudo rescatar a los 11
trabajadores que murieron durante su construcción entre 1933 y 1937.
El Golden Gate además de servir como escenario a películas –además
de las citadas conviene recordar su papel protagonista en cintas como Harry
El Sucio, Vértigo o El Halcón Maltés- o a protestas de activistas
-que suelen colgarse de sus cables para reivindicar sus causas-, e inspirar a
escritores, cantantes y poetas, también se ha hecho famoso por ser uno de los
lugares preferidos de los suicidas. Más de 1.500 personas han perdido la vida
tras arrojarse desde el puente. Las autoridades están sopesando la posibilidad
de poner una valla metálica para impedir que la gente salte.
El domingo, el armazón rojo del Golden Gate
seguirá varado entre la península de San Francisco y el sur de Marin. Sus
cabellos de acero y sus pies de más de 200 metros estarán listos para celebrar
sus 75 años de historia y demostrar que “es una prueba evidente de que el ser
humano puede alterar el planeta con reverencia”, como escribió Kevin Starr en
su libro Golden Gate.
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