Por: EL PAÍS | 09 de junio de 2012 por CARLOS MARTÍNEZ SHAW
Como es bien sabido, la mayor catástrofe que se abatió sobre el África
subsahariana en los tiempos modernos fue la trata de esclavos. Sus
protagonistas fueron sobre todo los mercaderes europeos establecidos en las
factorías esclavistas de la costa (portugueses primero y después holandeses,
franceses e ingleses), que impulsaron la transferencia masiva y forzosa de las
poblaciones africanas hacia el continente americano, esencialmente para servir
de mano de obra a la economía de plantación practicada en las colonias de todas
estas potencias y de la monarquía hispánica, que sólo tuvo acceso a las fuentes
de abastecimiento de esclavos más tardíamente, ya a finales del siglo XVIII.
Este hecho ha sido en buena parte responsable de que sobre el comercio y la
explotación de los esclavos africanos en la América española hayan corrido
determinados tópicos que aún hoy siguen desorientando al curioso que no está
especializado en esta temática. Libros como La esclavitud en las Españas y La
Corona española y el tráfico de negros, aunque en diversa medida y
desde diferentes perspectivas, vienen a aclarar algunos puntos esenciales para
comprender el fenómeno y así contribuir a mejorar el deficiente conocimiento
que se suele tener acerca de tantos aspectos de nuestro pasado.
El primer libro, de José Antonio Piqueras, es el de un gran especialista en
la temática, sobre todo, aunque no exclusivamente, en lo relativo al ámbito
antillano y al siglo XIX. Así, su primera preocupación es despejar las
incógnitas sembradas por las leyendas interesadas promovidas por el
nacionalismo español. España no practicó la trata en los primeros siglos de
la modernidad no por una opción ética, política o económica, sino sencillamente
porque no tenía acceso a los centros proveedores de esclavos en virtud de la
prohibición contenida en el tratado de Tordesillas de 1494. Ahora bien, eso no
significó que sus colonos instalados en las Indias no exigiesen mano de obra
esclava, especialmente tras el desarrollo de la economía de plantación
(azúcar, cacao, café) y, por tanto, siguiendo una geografía muy específica que
seguía las líneas de la configuración económica de las distintas regiones. Por
tanto, sus necesidades de esclavos africanos fueron atendidas por las potencias
negreras indicadas, hasta que las enormes dimensiones adquiridas por los
ingenios azucareros de Cuba incentivaron a los españoles a convertirse en
negreros y asegurarse así su propio suministro, olvidándose de Tordesillas y
practicando la trata en gran escala (pese a haber suscrito en 1820 un convenio
en sentido contrario con Inglaterra, que se había pronunciado por la
prohibición de este tráfico humano años antes) hasta el final de la década de
los sesenta. Y, sin embargo, como explica el autor, todavía en 2009 los
ponentes del Partido Popular pudieron defender ante las Cortes que “España no
formó parte directamente del tráfico” y quedarse tan frescos.
Además, naturalmente, hay que distinguir entre el comercio de esclavos y el
mantenimiento de la esclavitud, que aún se prolongó más: la I República la
abolió en Puerto Rico en 1873 y el gobierno liberal de Sagasta la suprimió en
Cuba en 1886, sólo dos años antes de que lo hiciera Brasil, el último país
oficialmente esclavista. Siguiendo a Jordi Maluquer de Motes, ya la primera
decisión desmovilizó, por considerar inevitable el fin del sistema, a los
grupos favorables a la continuidad de la esclavitud en las Antillas,
incluyendo a la llamada “Liga Nacional” constituida poco antes en Barcelona y a
cuyo nacimiento habían asistido todas las fuerzas vivas de la ciudad (y
alrededores): dos obispos, cinco alcaldes, dos presidentes de la Diputación,
diez catedráticos de la Universidad, veinte diputados y senadores, varios
directores de grandes diarios y numerosos comerciantes, armadores y banqueros,
entre ellos once accionistas del Banco Hispano-Colonial y 24 consejeros de la
Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona.
Más monográfico es el segundo libro, que tiene, sin embargo, la virtud de señalar
con precisión los pasos dados por España para garantizarse su cupo de esclavos
negros en sus colonias americanas. Reyes Fernández Durán nos ilustra sobre
la concesión de licencias (“asientos” o contratos) para la introducción de
esclavos africanos, primero (durante los siglos XVI y XVII) a grupos
empresariales portugueses y genoveses, después a la francesa Compagnie de
Guinée y finalmente a la inglesa South Sea Company. Cancelado en
1750 el oneroso asiento con los británicos (impuesto por la paz de Utrecht de
1713), la segunda mitad de siglo abundó en iniciativas particulares, algunas de
las cuales fraguaron en la creación de sociedades mercantiles especializadas en
la trata (como la fundada en Cádiz en 1765 bajo el inequívoco apelativo de
Compañía Gaditana de Negros), hasta la liberalización del tráfico acordada por
la Corona en 1789 para la introducción de esclavos en las islas de Cuba, Santo
Domingo y Puerto Rico y en la provincia de Caracas. El resultado fue una
multiplicación extraordinaria de la mano de obra africana, que se convirtió en
el gran pilar de la próspera economía cubana del siglo XIX y en una de
las bases del despegue del capitalismo español.
Prosperidad pero obviamente no para todos. Una historia de la esclavitud
necesita no sólo de estadísticas macroeconómicas, sino de análisis más
complejos que tengan en cuenta los aspectos políticos, sociales y morales: la
conspiración de los poderes, la indignidad intrínseca del sistema, la crueldad
de los poderosos, el sufrimiento de los sometidos, la miseria moral de los que
justificaron o quisieron ignorar la existencia de aquel “infierno que nunca
acaba”. En estos dos libros el lector encontrará materia para conocer mejor las
innumerables vertientes de una realidad oceánica y poliédrica que condicionó el
devenir del mundo (y, naturalmente, de España) durante cuatro siglos de su
historia.
La esclavitud en las Españas. Un lazo
transatlántico. José Antonio Piqueras. Los
Libros de la Catarata, Madrid, 2012, 262 páginas. 19 euros.
La Corona española y el tráfico de negros. Del
monopolio al Libre Comercio. Reyes
Fernández Durán. Editorial del Economista. Madrid, 2012. 412
páginas. 20 euros.
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