sábado, 16 de xuño de 2012

Esclavos de España


Por: EL PAÍS | 09 de junio de 2012 por CARLOS MARTÍNEZ SHAW 
Como es bien sabido, la mayor catástrofe que se abatió sobre el África subsahariana en los tiempos modernos fue la trata de esclavos. Sus protagonistas fueron sobre todo los mercaderes europeos establecidos en las factorías esclavistas de la costa (portugueses primero y después holandeses, franceses e ingleses), que impulsaron la transferencia masiva y forzosa de las poblaciones africanas hacia el continente americano, esencialmente para servir de mano de obra a la economía de plantación practicada en las colonias de todas estas potencias y de la monarquía hispánica, que sólo tuvo acceso a las fuentes de abastecimiento de esclavos más tardíamente, ya a finales del siglo XVIII.
Este hecho ha sido en buena parte responsable de que sobre el comercio y la explotación de los esclavos africanos en la América española hayan corrido determinados tópicos que aún hoy siguen desorientando al curioso que no está especializado en esta temática. Libros como La esclavitud en las Españas La Corona española y el tráfico de negros, aunque en diversa medida y desde diferentes perspectivas, vienen a aclarar algunos puntos esenciales para comprender el fenómeno y así contribuir a mejorar el deficiente conocimiento que se suele tener acerca de tantos aspectos de nuestro pasado.
El primer libro, de José Antonio Piqueras, es el de un gran especialista en la temática, sobre todo, aunque no exclusivamente, en lo relativo al ámbito antillano y al siglo XIX. Así, su primera preocupación es despejar las incógnitas sembradas por las leyendas interesadas promovidas por el nacionalismo español. España no practicó la trata en los primeros siglos de la modernidad no por una opción ética, política o económica, sino sencillamente porque no tenía acceso a los centros proveedores de esclavos en virtud de la prohibición contenida en el tratado de Tordesillas de 1494. Ahora bien, eso no significó que sus colonos instalados en las Indias no exigiesen mano de obra esclava, especialmente tras el desarrollo de la economía de plantación (azúcar, cacao, café) y, por tanto, siguiendo una geografía muy específica que seguía las líneas de la configuración económica de las distintas regiones. Por tanto, sus necesidades de esclavos africanos fueron atendidas por las potencias negreras indicadas, hasta que las enormes dimensiones adquiridas por los ingenios azucareros de Cuba incentivaron a los españoles a convertirse en negreros y asegurarse así su propio suministro, olvidándose de Tordesillas y practicando la trata en gran escala (pese a haber suscrito en 1820 un convenio en sentido contrario con Inglaterra, que se había pronunciado por la prohibición de este tráfico humano años antes) hasta el final de la década de los sesenta. Y, sin embargo, como explica el autor, todavía en 2009 los ponentes del Partido Popular pudieron defender ante las Cortes que “España no formó parte directamente del tráfico” y quedarse tan frescos.
Además, naturalmente, hay que distinguir entre el comercio de esclavos y el mantenimiento de la esclavitud, que aún se prolongó más: la I República la abolió en Puerto Rico en 1873 y el gobierno liberal de Sagasta la suprimió en Cuba en 1886, sólo dos años antes de que lo hiciera Brasil, el último país oficialmente esclavista. Siguiendo a Jordi Maluquer de Motes, ya la primera decisión desmovilizó, por considerar inevitable el fin del sistema, a los grupos favorables a la continuidad de la esclavitud en las Antillas, incluyendo a la llamada “Liga Nacional” constituida poco antes en Barcelona y a cuyo nacimiento habían asistido todas las fuerzas vivas de la ciudad (y alrededores): dos obispos, cinco alcaldes, dos presidentes de la Diputación, diez catedráticos de la Universidad, veinte diputados y senadores, varios directores de grandes diarios y numerosos comerciantes, armadores y banqueros, entre ellos once accionistas del Banco Hispano-Colonial y 24 consejeros de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona.
Más monográfico es el segundo libro, que tiene, sin embargo, la virtud de señalar con precisión los pasos dados por España para garantizarse su cupo de esclavos negros en sus colonias americanas. Reyes Fernández Durán nos ilustra sobre la concesión de licencias (“asientos” o contratos) para la introducción de esclavos africanos, primero (durante los siglos XVI y XVII) a grupos empresariales portugueses y genoveses, después a la francesa Compagnie de Guinée y finalmente a la inglesa South Sea Company. Cancelado en 1750 el oneroso asiento con los británicos (impuesto por la paz de Utrecht de 1713), la segunda mitad de siglo abundó en iniciativas particulares, algunas de las cuales fraguaron en la creación de sociedades mercantiles especializadas en la trata (como la fundada en Cádiz en 1765 bajo el inequívoco apelativo de Compañía Gaditana de Negros), hasta la liberalización del tráfico acordada por la Corona en 1789 para la introducción de esclavos en las islas de Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico y en la provincia de Caracas. El resultado fue una multiplicación extraordinaria de la mano de obra africana, que se convirtió en el gran pilar de la próspera economía cubana del siglo XIX y en  una de las bases del despegue del capitalismo español.
Prosperidad pero obviamente no para todos. Una historia de la esclavitud necesita no sólo de estadísticas macroeconómicas, sino de análisis más complejos que tengan en cuenta los aspectos políticos, sociales y morales: la conspiración de los poderes, la indignidad intrínseca del sistema, la crueldad de los poderosos, el sufrimiento de los sometidos, la miseria moral de los que justificaron o quisieron ignorar la existencia de aquel “infierno que nunca acaba”. En estos dos libros el lector encontrará materia para conocer mejor las innumerables vertientes de una realidad oceánica y poliédrica que condicionó el devenir del mundo (y, naturalmente, de España) durante cuatro siglos de su historia.  
La esclavitud en las Españas. Un lazo transatlántico. José Antonio Piqueras. Los Libros de la Catarata, Madrid, 2012, 262 páginas. 19 euros.
La Corona española y el tráfico de negros. Del monopolio al Libre ComercioReyes Fernández DuránEditorial del Economista. Madrid, 2012. 412 páginas. 20 euros.

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