La cineasta Isabel de Ocampo retrata en 'Evelyn' la
construcción psicológica de una prostituta
Hasta en la prostitución se nota la crisis. “Cuando empecé a investigar, el
99% de las mujeres eran extranjeras; ahora en las ONG me cuentan que las españolas
vuelven a ejercer, porque la prostitución está directamente relacionada con la
economía. No con el pecado o el vicio, sino con el dinero, las crisis o la
pobreza”. Pero Evelyn, aunque se desarrolle en un megaburdel, no habla
de la prostitución, sino de la trata de mujeres, y la salmantina Isabel de
Ocampo (debutante en el largo tras ganar el Goya al mejor cortometraje en 2008
por Miente) incide mucho en eso. “El mundo de la prostitución es muy
complejo, y yo no entro en eso. Evelyn habla de la esclavitud sexual,
del lavado de cerebro, y cómo se construye psicológicamente a esta prostituta.
La gente que le rodea la manipula, para que cambie y asuma su nueva vida, bajo
el lema ‘Seduce y vencerás”, cuenta De Ocampo. A Evelyn la enrolan en Perú, y le
hacen creer que al llegar a España trabajará en una cafetería con su prima.
Pero en Europa le espera un burdel –donde, efectivamente, está su prima-, un
proxeneta al que le debe el viaje y el precio de la habitación y la comida. El
espectador sufre con la protagonista la opresión de un lugar angustioso y el
terror de vivir algo que, como piensa ella con sorpresa, “no me puede estar
pasando a mí”.
“La publicidad es muy dañina, porque
justifica la utilización del atractivo erótico en el trabajo. Pues en el
trabajo, si usas ese arma, solo será eso lo que te demanden. Quedarás reducida
a eso”, cuenta la directora de Evelyn, antes de desgranar cómo escribió
el guion. Primero buscó a un coguionista masculino, Juan Manuel Romero, para
que no le devorara su punto de vista femenino. Después consultó con
innumerables ONG, periodistas y personas que trabajan con estos colectivos. Más
aún, ella y Adolfo Fernández –el actor que encarna al dueño del burdel-
encontraron a un proxeneta, “todo un personaje”, que les contó muchas cosas,
detalles, que encima les presentaba a sus prostitutas para que vieran “que
estaban allí libremente”, y que les dio alguna gran frase. Finalemnte no olvidó
que estaba en un thriller, “y que por tanto hay un suspense, con
estructura carcelaria”. Y finalmente, que el público entendiera qué ocurre en
la mente de estas esclavas sexuales, “cómo les lavan el cerebro igual que se
hace en las sectas, cómo se pierden psicológicamente en el proceso de huida, se
quedan en los burdeles”. A Isabel de Ocampo le interesaba explicar lo que otros
no cuentan: la elipsis entre que las redes de trata de mujeres capturan a una
chica y su trabajo en el burdel. “El resto de las películas y las obras de
teatro se ahorran ese paso, justo el proceso más interesante. Qué pasa en el
cerebro de alguien que acaba pensando: ‘Soy puta, a mucha honra, y además voy a
traer a mi prima del pueblo porque esto es genial’. Es un autoengaño que se
construye con maltrato, violencia sistemática, presión psicológica… Como una
secta, y en realidad, como en muchas otras facetas de nuestra sociedad.
De Ocampo ha dirigido cuatro cortos y este largo con un punto en común:
“Está claro que me interesa el universo femenino y la construcción de la mujer.
Hay un choque entre lo que somos y lo que la sociedad nos diga qué debemos ser.
Y ahí surge la comedia y el drama”. Y se permite una confesión: “Me ha
resultado más fácil dirigir un largo que los cortos. Porque yo fui la
productora de aquellos trabajos y aquí solo me he dedicado a la dirección:
poner la cámara en lugares que sean narrativamente importantes, que los actores
logren expresar sus emociones y en hacer un montón de deberes en casa para que
llegues preparada al rodaje”. Al final De Ocampo rechaza que Evelyn sea
el lado oscuro de Pretty woman: “Nooo, que a mí me encanta Pretty
woman. Es una historia preciosa, como pueda ser Intocable, un Pretty
woman parisiense. Son historias de hadas. Evelyn es otra cosa, es la
letra pequeña de la prostitución”.
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