mércores, 15 de maio de 2013

Los 50 años del escándalo de sexo y espionaje del 'caso Profumo', recordados por el arte


Las relaciones entre el ministro de Guerra John Profumo y la corista Christine Keller tumbaron a un gobierno conservador del Reino Unido en plena Guerra Fría.
El escándalo, que saltó cuando se supo que ella también se acostaba con un espía soviético, convirtió a Keller en una celebridad del pop británico.
La exposición "Scandal '63" reúne los productos artísticos nacidos al pairo del asunto y permite redescubrir a la gran pintora Pauline Boty, prematuramente muerta.
"Pauline Boty: artista pop y mujer".
Pauline Boty co seu cadro Scandal '63, inspirado no caso Profumo
ÁNXEL GROVE. 05.05.2013 – 20minutos.es
Una corista convertida en sensación nacional —la foto en la que posa desnuda tras la silla con un mohín pícaro es una de las grandes imágenes de la segunda mitad del siglo XX—; un ministro de Guerra, casado, conservador y con título nobiliario, pillado en peligrosas aventuras de cama y contando mentiras a la Cámara de los Comunes; un agregado naval de la Embajade de la URSS que en realidad era espía y que también estaba liado con la misma chica, a su vez amante de un vendedor de heroína al menudeo...
¿Más pimienta? Añadan el año, 1963, en plena cúspide paranoide la Guerra Fría, y el lugar, Londres, capital del artificio, la doble moral y la prensa amarilla, y ya tienen montada la trama de uno de los grandes escándalos políticos de la segunda mitad del siglo XX, el caso Profumo.
Dimisión por "problemas de salud"
El 50º aniversario del tremendo lío de sexo, mentiras y secretos militares que llevó a la renuncia al entonces primer ministro tory Harold McMillan (que no fue muy original a la hora de justificar la dimisión: "problemas de salud") es recordado ahora en varias exposiciones en el Reino Unido, donde el escándalo se integró en la cultura popular, fue explotado por los medios de comunicación y utilizado por los artistas de la emergente generación del pop de los años sesenta del Swinging London.
Scandal '63: The Fiftieth Anniversary of the Profumo Affair (El escándalo del 63, el 50º aniversario del caso Profumo), en la National Portrait Gallery de la capital británica hasta el 15 de septiembre, demuestra que, pensemos lo que pensemos, los ingleses tienen una envidiable capacidad para exhibir los trapos sucios cuando todavía las manchas no han sido lavadas por el tiempo.
El museo público nacional saca de sus almacenes todas las obras de arte generadas por el asunto, entre ellas una colección de fotos de la gran protagonista, Christine Keeler, la showgirl de familia obrera que trabajaba en clubes nocturnos y era amante en días alternos del ministro John Profumo, el espía rezident de la URSS en Londres Yevgeny Ivanov y el camello de drogas en el submundo londinense y promotor de jazz Johnny Edgecombe.
La sesión de la silla
Entre las obras que se exhiben están, por supuesto, las fotos que Lewis Morley hizo a Keeler en la famosa sesión de la silla, aunque no se exponen otras mucho más explícitas de la muchacha, que entonces tenía 21 años y no llegó a ser acusada de ningún delito. Las imágenes, tomadas en pleno apogeo del escándalo, eran, en teoría, para promocionar la película The Keeler Affair, un documental para el que ella había firmado un contrato que la obligaba a posar desnuda, aunque en el último momento se echó para atrás y logró que las imágenes no revelasen nada.
La silla se convirtió en una de las más vendidas
Una de las fotos, la que abre esta pieza, fue filtrada por alguien —nunca se supo quién— al tabloide sensacionalista Sunday Mirror, que la publicó a toda página en portada. Buena parte del público del Reino Unido se enamoró de Keller, sensual y atrevida, y, de paso, convirtió en un éxito de ventas la silla del diseñador danés Arne Jacobsen, el modelo conocido como 3107 chair, uno de los muebles más copiados de la historia. Para evitar pagar copyright al diseñador, el fotógrafo Morley utilizó una copia pirata para sentar a Keller.
Pauline Boty, menospreciada por Hockney y Blake
La exposición de la National Portrait Gallery permite el redescubrimiento de una artista injustamente olvidada, Pauline Boty, de la que se expone una foto —la pintura original desapareció— en la que posa con un cuadro basado en la imagen de Keller en la silla. Muy dotada y de gran producción, Boty fue menospreciada por la crítica y por algunos de sus contemporáneos del movimiento pop inglés (era amiga de los muy admirados David Hockney y Peter Blake), que siempre la consideraron poco más que una muchacha agraciada. Tiene cierto sentido que Boty se haya interesado por la figura de Keller, también manipulada y uitilizada por su condición femenina.
No es la única exposición con obras de Boty que se va a celebrar en el Reino Unido. La antología Pauline Boty: Pop Artist and Woman (Pauline Boty: artista pop y mujer) está anunciada, entre el uno de junio y el 16 de noviembre, en la Wolverhampton Art Gallery, la primera muestra en un museo de una artista "largamente ensombrecida por sus compañeros masculinos", apuntan los organizadores. Entre los 40 cuadros que se mostrarán al público, muchos nunca antes exhibidos, hay collages con gran carga política.
El interés por la obra de Boty no repara las heridas de una vida de práctico olvido y una trágica muerte prematura, en 1966, a los 28 años, tras padecer un cáncer inoperable mientras estaba embarazada y negarse al tratamiento por temor a perder el feto. Solamente fumaba marihuana para mitigar los dolores y dibujó hasta el día antes de morir.

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