domingo, 24 de novembro de 2013

Los curas obreros querellados contra el franquismo


17 religiosos vascos suman sus testimonios al proceso judicial que sigue su curso desde Argentina. Todos pasaron por la cárcel de sacerdotes de Zamora, y sufrieron torturas por oponerse al régimen militar.
PATRICIA CAMPELO Madrid 21/10/2013 publico.es
Curas prisioneiros no cárcere de Zamora
Durante la Guerra Civil y la dictadura, un sector de la Iglesia salió en defensa de la ciudadanía más vulnerable y denunció públicamente los abusos del régimen militar.
En el País Vasco fue particularmente dura la represión hacia los denominados ‘curas obreros'. 16 fueron condenados a muerte y fusilados, 278 encarcelados y 1.300 trasladados a diócesis lejanas, según ha documentado el periodista -que también fue sacerdote represaliado- Juan Mari Arregi.
Incluso se destinó una prisión única para ellos, la cárcel concordataria, en Zamora. Allí fue privado de libertad hasta en tres ocasiones -entre 1968 y 1970- Juan Mari Zulaika por su activismo como cura obrero en Eibar. Ahora, Zulaika, de 71 años, junto con 16 sacerdotes vascos más forma parte de la querella argentina contras los crímenes franquistas que sigue su curso desde un juzgado de Buenos Aires.
Durante un año, el exclérigo se reunió con sus compañeros, les explicó el proceso judicial que estaba investigando estos delitos y decidieron sumarse como grupo denominado ‘los curas de la cárcel de Zamora'. Tras recopilar la documentación necesaria: copia de los expedientes, sumarios y sentencias, redactó los testimonios de los 17 y llevó la querella a firmar ante notario.
Zulaika, que sufrió torturas y prisión por airear sus ideas sindicalistas y de apoyo al pueblo vasco, cree que no llegará a ver en prisión a Rodolfo Martín Villa, para quien se solicita que se emita una orden de detención, pero su intención es "completar la historia de España y del País Vasco". "No somos ingenuos, y yo soy bastante escéptico, pero tengo la esperanza de que todo esto melle un poco la impunidad", reconoce a Público. "Por un lado está la exigencia a la esquerra abertzale para que pida perdón y condene su historia, pero se olvidan que hay otra parte de crímenes que no reconocen, y niegan así el conflicto político.
La impunidad policial de ahora viene de los crímenes de la guerra, de la dictadura y también de la transición, ya que no hubo una ruptura con el franquismo", opina Zulaika. "Admitimos que ETA cometió crímenes abominables, pero no olvidemos el resto de la historia que explica por qué surge [la organización] en el año 60; estábamos en una dictadura", apostilla.
Este ex religioso de Guipúzkoa afrontó un juicio militar en el cuartel de Loyola (San Sebastián) y los antecedentes penales le acompañaron hasta 1977. La cárcel no minoró su activismo, y llevó la causa hasta el congreso de la Iglesia Contestataria de Holanda. "Ellos luchaban por la supresión del celibato clerical; nosotros, por los derechos más elementales", ha plasmado en el texto de la querella.
Para otro cura firmante de la querella, compañero de Zulaika en Eibar, su camino se torció tras protestar porque el superior del convento de Bermeo no le permitía dar euskera en el colegio. Felipe Izagirre fue castigado por sus quejas con un traslado a Granada como capellán castrense. "En los sermones que daba allí iba metiendo cuñas sobre la justicia social", recuerda en conversaciones con Público.
Tal era el temor que le tenían a Izagirre, que le pidieron ver sus discursos antes de dar la misa, "pero yo me negué", defiende. En una disertación en la catedral, ante la cúpula militar y eclesiástica, habló de la justicia social hacia las familias pobres de los soldados de Andalucía, y reivindicó la separación entre Iglesia y franqusimo, solicitando que no se tocara en misa el himno nacional. "A los pocos días me llamó el vicario castrense y me mandó un mes a Baza; cuando regresé, me comunicaron mi expulsión", detalla. Después de aquello, a Izagirre le dieron a elegir entre marcharse a América o a Valladolid. "No podía irme lejos, estaba muy comprometido con todo lo social", reconoce. Sus siguientes pasos los dio como cura obrero en Eibar, junto a Zulaika. "Las peores torturas, las que recibí en San Sebastián", apunta. Allí fue detenido acusado de difundir propaganda contra los malos tratos policiales. El comisario que le interrogó trató de arrancarle confesiones a golpes. La hermana de Izagirre denunció los hechos y en el juicio -sin la presencia del interesado- se concluyó que esos golpes respondían a "medidas de seguridad".
Sobre la querella argentina, Izagirre guarda cautela. "No le veo mucho recorrido, pero sirve para indagar, pedir justicia y hacer memoria", considera. "Es importante hacer una crónica liberada sobre todo lo que pasó", concluye.
El primer inquilino de la cárcel de Zamora
Una homilía en noviembre de 1964 desencadenó el calvario de Alberto Gabikagogeaskoa. "En las cárceles de Euskal Herria se tortura con frecuencia", proclamó desde el púlpito. Fue su manera de protestar ante las detenciones y golpes que recibieron unos vecinos de Areatza por retirar el retrato de Franco y la bandera franquista de la escuela. Le impusieron una multa de 10.000 pesetas y tuvo que someterse a un juicio del Tribunal de Orden Público [TOP], que le condenó a seis meses y un día en junio de 1968. El acuerdo entre el Vaticano y el gobierno de la dictadura no permitía el ingreso de curas en las cárceles convencionales, por lo que la primera prisión de Gabikagogeaskoa fue el convento de Dueñas, en Palencia, donde permaneció un mes y medio. "A diario me venía a ver mucha gente de los alrededores que simpatizaban con nuestras ideas", relata a Público.
Como reacción ante las multitudinarias visitas, Gabikagogeaskoa fue trasladado a un lugar que, a partir de ese momento, comenzó a funcionar como prisión exclusiva para curas. "Me llevaron a Zamora y estaba solo; inauguré la cárcel. Al día siguiente llegaron Juan Mari [Zulaika] y Felipe [Izagirre]". Allí pasó otro mes y medio.
"Justo al salir, me encontré con el encierro del seminario de Deiro -en el que participaron 70 sacerdotes-. Enviamos un documento al Vaticano, y nos suspendieron a divinis", ha testimoniado en la querella. Al año siguiente, Gabikagogeaskoa se sumó a la huelga de hambre del Obispado de Bilbao, una acción que le reportó el mayor tiempo de cárcel: siete años en la prisión de Zamora. El consejo de guerra que juzgó a los cinco responsables de esta huelga se celebró a puerta cerrada y pidió penas de diez y doce años de reclusión. Les acusaron de "bandidaje y terrorismo".
Ahora, Gabikagogeaskoa, de 76 años, trata de ser optimista ante la querella argentina, pero reconoce lo "difícil" del proceso. "El gobierno actual es post franquista", subraya.
Josu Naberan, otro de los cinco curas vizcaínos que impulsaron de la huelga de hambre en el Obispado de Bilbao, afrontó en Burgos junto con Gabikagogeaskoa el juicio militar sumarísimo 66/69. Además de la huelga, habían lanzado un manifiesto contra la tortura y los estados de excepción. "Denunciamos al estado como terrorista. Les sentó muy mal el término venido de unos sacerdotes", declara Naberan.
 ‘El paseíllo' y ‘el quirófano': torturas policiales
El testimonio del sacerdote Martín Orbe detalla los tipos de torturas que padecieron en las comisarías de policía. "Las hay de muchos tipos: primero, fuertes golpes en cualquier parte del cuerpo", detalla. Otra, "reclinar las piernas, doblar todo el cuerpo hacia adelante con las dos muñecas sujetas detrás de las rodillas y obligados a caminar a toda velocidad hasta que revienta el preso". Estas torturas eran conocidas, según recuerda Orbe, como ‘el gusano' y ‘el paseíllo'.
"No había quien lo aguantara", refleja en la querella. "Seguido venía la tortura del ‘quirófano': echarte sobre una mesa (...) y golpes de todo tipo sin darte tiempo a saber cuándo, de dónde o cómo serían, en el estómago, con los puños, con el libro de la guía telefónica". Este tipo de torturas podían prolongarse varios días seguidos. Orbe cumplió seis años en la cárcel de Zamora tras sentencia del juicio sumarísimo 30/69.
Motín y huelga de hambre en la prisión de curas
Xabier Amuriza fue otro de los protagonistas de la huelga de hambre en Bilbao, y uno de los últimos en abandonar la cárcel de Zamora. "En los años 75 y 76 quedamos reducidos a media docena de compañeros, lo que hacía más insufrible nuestra situación", testimonia. Tal vez por ello, según asegura, decidieron amotinarse y prender fuego a la prisión. "A la otra orilla del río, nuestro fotógrafo grabó el incendio y se difundió por los medios extranjeros, que era lo que pretendíamos". Como castigo, les aislaron en celdas, y comenzaron una nueva huelga de hambre.
Tras un fugaz traslado a Madrid, en el que pensaron que les conducirían a cárceles con presos políticos, les llevaron de vuelta a Zamora. "Fue un golpe duro, aunque nunca pudieron con nuestra moral", reconoce Amuriza en su relato. Él quedó en libertad tres meses después que su compañero Nicolás Tellería, "quien moriría al poco de salir por la desatención médica". Los ex sacerdotes han incluido a Tellería en la querella denunciando que su muerte se debió a la falta de asistencia médica ante el cáncer que padecía.
En aquel momento, sus compañeros interpusieron una querella contra la dirección general de la cárcel y contra la dirección general de Prisiones, pero no prosperó.
Otro asiduo a la cárcel de Zamora fue Inmanol Oruemazaga, que entró y salió en tres ocasiones. La primera fue en respuesta a una multa de 25.000 pesetas, motivada por tapar las dos banderas nacionales que presidían el altar mayor el día de la patrona de la Guardia Civil. También afrontó un juicio en el TOP acusado de "asociación ilícita y propaganda ilegal". "El cuerpo del delito era que encontraron en mi casa unos ejemplares de la revista infantil Kili-Kili en euskera", según su testimonio.
En la línea ideológica de estos sacerdotes figuraba a partes iguales la defensa de la libertad de los pueblos, la lucha social y la conciencia de clase. Vicente Couce, condenado a dos años en la cárcel de Zamora por el TOP, recibió un consejo de su padre el día en que se ordenó sacerdote: "No olvides que eres mi hijo y también de la clase obrera". Para la dictadura, ésos eran motivos suficientes para justificar la crueldad de trato. "Utilizaban una enfermedad grave de mi madre para hacerme cantar; otra vez, fueron a por mi padre, de 80 años, e intentaron humillarle delante de mí, ‘deshacerlo' aún más de lo que estaba", atestigua Couce.
Hoy, la mayor parte del grupo no ejerce el sacerdocio, algunos se casaron y otros no continuaron tras la jubilación. El activismo, en cambio, lo mantienen intacto y doce de ellos participa en la asociación Goldatu, de presos y represaliados vascos de la dictadura. "Si fueron guerreros antes, también lo son ahora", se enorgullece Juan Mari Zulaika, el más joven del grupo.
**Además de los nombres que figuran en el reportaje, firman la querella José Mari Madariaga, Pablo Muñoz, Mikel Zuazabeita, Periko Solabarría, Patxi Bilbao, Jon Etxabe, Julen Kalzada, Pedro Berrioategortua e Iñaki Aurtenetxe. Sacerdotes de Galicia, Nicanor Acosta, y de Catalunya, Eduard Fornés y Josep Garrido, no han formalizado querella pero han sumado su testimonio como apoyo a la presentada por los 17 curas vascos.

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