sábado, 26 de xaneiro de 2013

Sevilla saca a la luz la obra de Sanz Lobato


El convento de Santa Clara dedica al fotógrafo documentalista su primera gran antológica
En la retrospectiva también se exponen algunas de sus retratos más recientes
Rapa das bestas en Sabucedo, 1972
Durante mucho tiempo, la obra de Rafael Sanz Lobato (Sevilla 1932) ha sido ignorada por las instituciones y, lo que es peor, desconocida para el gran público. Premio Nacional de Fotografía  2011, su manera de entender la fotografía documental, le habían convertido en un fotógrafo de culto entre sus compañeros de oficio y entre los amantes del género. Las series dedicadas a las procesiones de Semana Santa de Bercianos de Aliste (Zamora), la rapa de las bestas en La Estrada (Pontevedra) o el auto sacramental de Camuñas (Toledo), son algunos de sus trabajos más conocidos, pero su obra es mucho más amplia y compleja. Así se puede ver por fin en el Convento de Santa Clara de su Sevilla natal, en una exposición antológica compuesta por 137 fotografías realizadas entre 1960 y 2008 en la que junto a sus obras más celebradas se muestran sus composiciones abstractas y sus retratos más recientes.
Vinculado a la generación que en España empezó a entender la fotografía de una manera ajena a los cánones oficiales, sus primeros trabajos están fechados a mediados de la década de los cincuenta, aunque su etapa más fructífera se situa entre los setenta y ochenta. Sanz Lobato realizó casi toda su obra durante los fines de semana. El tema era los ritos y costumbres de los pueblos de España. “A diario trabajaba en una empresa americana de aparatos de compresión”, contó en una entrevista con EL PAÍS. “No trabajábamos los sábados y a primera hora cogía mi coche, mi dos nikons compradas a plazos y elegía un sitio del mapa: los caballos de Galicia, los Toros de la Vega... y ahí empezó mi documentalismo antropológico. Era el 72, el año en el que compré el coche. Un fin de semana hacía las fotos y otro las revelaba. Fueron 15 o 16 años frenéticos, disfrutando muchísimo y trabajando más”. Siempre ha presumido de no haber impuesto su presencia en la escena retratada y de no haber manipulado jamás lo que ocurría ante su objetivo. Siempre con permiso y todo auténtico.
Los comisarios David Balsells, conservador jefe de fotografía del Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC), y Chantall Grande, comisaria independiente, han querido destacar la visión antropológica del autor y la perfección de cada una de las tomas. Sanz Lobato es de los que se ocupaban de cada fotografía desde el principio hasta el fin del proceso. Y así lo sigue intentando hacer, pese a sus 80 años y a la enfermedad degenerativa en la vista que sufre desde hace años.
En la estela de los grandes retratistas del siglo XX (Irving Penn, Eugene Smith), todos sus personajes han sido elegidos por la fascinación de su mirada, por el atractivo o la fuerza dramática de alquien que, casualmente se ha cruzado en su camino. Radical en sus principios, jamás ha aceptado un encargo y de ello ha presumido toda la vida.
En realidad, Sanz Lobato tiene motivos para presumir de su obra. Un recorrido por escenarios cargados de tanto drama como verdad y belleza. Son lugares y personas que hablan de la historia eterna de este país y que Sanz Lobato ha buscado con toda su energía. Encontrarlos ha sido el motivo de su vida y su mayor recompensa. “Ese momento en el que descubres una situación o una persona que es justo lo que estabas buscando, es impagable. No hay nada igual”.

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