domingo, 8 de setembro de 2013

El alquimista de Berlín


Volker Pawlowski compró 150 metros del Muro berlinés en 1991 y transformó el bloque de hormigón en un exclusivo ‘souvenir’ para turistas de todo el mundo
Todos los turistas que desean saber lo que significó y fue el famoso Muro de Berlín tienen una cita con la historia en la céntrica calle Friedrichstrasse. Allí se puede visitar el Check Point Charlie, el más famoso paso fronterizo que existió en Berlín, y donde aún se puede respirar el aire espeso de la Guerra Fría. Los que llegan a este lugar mágico de la capital alemana también se formulan una pregunta inquietante. ¿Dónde está el Muro? ¿Existe algún lugar donde se puede ver y tocar? El único trozo de Muro que existe en el centro histórico de Berlín (Niederkirchnerstrasse), ironía de la historia, está protegido por las leyes y la policía, que vigila la zona para impedir que un turista despistado se acerque con un pico para llevarse un recuerdo inmortal.
El tramo más largo de Muro (1,3 kilómetros) fue convertido en museo al aire libre en la East Side Gallery y las autoridades tuvieron el acierto de conservar un tramo de Muro en la Bernauerstrasse, donde se yergue el Centro de Documentación y donde el visitante puede apreciar en toda su dimensión lo que representó para la población de la ciudad la barrera de acero y hormigón: un instrumento único de represión.
Aunque esa barrera desapareció hace ya casi 24 años, su historia sigue cautivando a la gente e hizo posible que el famoso Muro de Berlín se convirtiera en una codiciada pieza de museo. Casi de la noche a la mañana, los restos de lo que fuera un grandioso monumento de la opresión se convirtieron en un símbolo de la libertad y la paz, pero también en la fuente de ingresos de un berlinés, que hace dos décadas tuvo una idea genial.
Volker Pawlowski tenía 39 años y trabajaba en el ramo de la construcción en Berlín Occidental cuando tuvo una visión que le permitió hacer realidad el legendario sueño de los viejos alquimistas de la Edad Media, que soñaban con convertir los metales innobles en oro. Hacía poco que había caído el famoso Muro de Berlín y Pawlowksi, después de observar con curiosidad cómo decenas de comerciantes callejeros vendían trozos de muro a los turistas, llegó a la conclusión de que se podía ganar mucho dinero con los restos de la barrera de acero y hormigón que dividió la ciudad hasta la noche mágica del 9 de noviembre de 1989.
El exobrero había leído que, en 1990, una firma de la antigua RDA, Limex, había subastado con éxito los bloques más emblemáticos en varias capitales europeas. Pawlowski, gracias a su trabajo, conocía la dirección de los depósitos que albergaban los restos del Muro y tuvo éxito en comprar, en 1991, cerca de 150 metros de muro, divididos en bloques de 3,60 metros de alto, 1,20 metros de ancho, y casi tres toneladas de peso.
“Un día visité un depósito y le pregunté al encargado si los restos de Muro estaban a la venta. Me dijo que sí”, cuenta el exobrero de la construcción convertido ahora, gracias al Muro, en un próspero comerciante. “El Muro había sido derribado y nadie tenía interés en saber lo que pasaba con los restos”, añade durante una entrevista telefónica.
Casi la mitad de su tesoro aún reposa en una bodega ubicado en las afueras de Berlín. El resto fue convertido, mediante prensas especiales de aire comprimido, en trozos de diversos tamaños que se han convertido en una nueva atracción turística en las tiendas de souvenirs de la capital y en una eterna fuente de ingresos para Pawlowski. El 90% de los trozos de muro que se venden en Berlín provienen de las bodegas del exobrero y todos se venden con un certificado de autenticidad.
“Tengo material para muchos años y espero que la demanda siga siendo alta”, dijo Pawlowski. Además de abastecer a las tiendas, el comerciante también distribuye trozos de muro a los hoteles de lujo y tiene a la venta bloques completos. “Cada bloque cuesta 5.000 euros y se siguen vendiendo” confiesa. Y admite que aún conserva unos 40 bloques. “Son los últimos que existen”, afirma.
Pawlowski vende unos 100.000 trocitos de muro cada año solo en Berlín. Los precios oscilan entre 2.99 y 5 euros. Pero la demanda también le convenció para ampliar su oferta e incluyó en su catálogo camisetas, tarjetas postales y llaveros que lucen un minúsculo trocito de la famosa pared.
El exobrero nunca ha querido revelar la cantidad de dinero que pagó por los restos del Muro, pero no oculta que la inversión lo convirtió en un comerciante próspero. Es posible que Pawlowski no haya pagado más de 20 marcos (10 euros) por tonelada, una suma que pagaron los empresarios de la construcción cuando la barrera de acero y hormigón comenzó a ser levantada por las autoridades de la antigua RDA. Gran parte de los bloques del lado oriental fueron utilizados para reparar la autopista que une Berlín con el mar Báltico.
Pawlowski cuenta en la actualidad con una tienda electrónica que dirige su hija, especializada en la venta de recuerdos de Berlín —incluidos los trozos de Muro—, y un local, también enfocado a la venta de souvenirs en la exclusiva Friedrichstrasse, a pocos metros del famoso Check Point Charlie. “No tengo idea de por qué la gente sigue comprando pedazos de Muro. La venta se ha convertido en un negocio sin lógica” dice el comerciante. “Es posible que la gente siga comprándolos porque el Muro es parte de la historia de Berlín y a la gente le gusta tener un poco de historia en sus hogares”.

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