sábado, 7 de setembro de 2013

El ocaso de un equipamiento franquista


La Ciutat de Repòs i Vacances de Tarragona, que perteneció al sindicato falangista, languidece cerrada a la espera que la Generalitat decida su futuro

La Generalitat decidirá en las próximas semanas el futuro de la Ciutat de Repòs i Vacances de Tarragona, una instalación de origen franquista en la que durante décadas veranearon miles de trabajadores y jubilados con sus familias a precios de coste. El Ejecutivo catalán decidió clausurar definitivamente el centro en diciembre de 2011 tras más de medio siglo en funcionamiento.
El complejo, fruto de la política social franquista, cumple estos días 56 años, ya que se inauguró en julio de 1957 en un entorno privilegiado típicamente mediterráneo: sus 140.000 metros cuadrados llegan a 200 metros de la playa Llarga de Tarragona. En su día la Ciutat estuvo formada por alrededor de dos centenares de apartamentos unifamiliares de dos plantas rodeados por un mar de pinos y jardines. El complejo incluye un enorme comedor, biblioteca, zona deportiva con pista de tenis y bolera, lavandería, restaurante, una capilla, un puente para sortear la transitada carretera N-340 y acceder al mar directamente y un pequeño club de vela con su correspondiente zona en la arena.
La Generalitat clausuró el centro a argumentando que su mantenimiento causaba pérdidas de un millón de euros al año. Sus empleados fijos, 65 de los 80 trabajadores, fueron recolocados. Desde entonces la Ciutat ha ido languideciendo, pero se ha convertido en una golosina apetecible para empresas y entidades. Tanto es así que en los últimos meses el Ejecutivo catalán han recibido al menos seis ofertas para volver a poner en marcha alguna de las zonas del enclave. Las peticiones han llegado desde el sector del ocio, la restauración, el hotelero, o los servicios sociales.
El delegado de la Generalitat en Tarragona, Joaquim Nin (CiU), explica que su intención es poner pronto hilo a la aguja. Esta semana se ha programado una reunión decisiva entre Patrimonio de la Generalitat y los Servicios Territoriales del Gobierno catalán para estudiar todas el tema. Una posibilidad es un “convenio multibanda” que integrase la iniciativa privada junto a funciones de índole social. De hecho, el Ayuntamiento de Tarragona se ha mostrado partidario de ubicar allí el centro cívico de Llevant.
Pero si se incluyen otras actividades, podría haber un problema: El Plan de Ordenación Urbanística Municipal contempla la Ciutat como de uso de ocio residencial para trabajadores, con lo que probablemente el Consistorio debería hacer modificaciones en el texto para incluir las nuevas actividades.
La Ciutat fue diseñada por los arquitectos Antoni Pujol y José María Monravà dentro de la Obra de Educación y Descanso de los sindicatos verticales de la dictadura. En cierto modo, guarda un paralelismo con los enormes complejos en el mar del norte de Alemania que Hitler hizo construir también para solaz del obrero nacionalsocialista. La de Tarragona fue la primera Ciudad Residencial de Educación y Descanso inaugurada en España, tal y como recogió el No-Do del 15 de julio de 1957. “Tiene una capacidad para 1.200 residentes en cada turno de 15 días. Las comidas se realizarán en comunidad y en mesas familiares, pero los residentes podrán hacer vida autónoma, ya que vivirán en chalets aislados. El precio de estancia será de 25 pesetas diarias por persona con un gran descuento para los niños, y los menores de dos años no abonarán cantidad alguna”, recitaba la engolada voz oficial del No-Do, mientras se mostraban imágenes de la inauguración, a la que asistió la plana mayor de la curia eclesiástica de la provincia para agasajar al ministro-secretario general del Movimiento y delegado nacional de Sindicatos, José Solís Ruiz, conocido como la sonrisa del franquismo. “En esta y en otras ciudades residenciales, los trabajadores serán alojados en igualdad de condiciones que cualquier otro español y con toda su integridad familiar”, concluía la impostada voz del anónimo locutor.
El éxito definitivo del complejo llegó en 1962, cuando fue el escenario natural de escenas de la película La Gran Familia , protagonizada por Alberto Closas. Con la llegada de la democracia, el equipamiento pasó a manos de la Generalitat en diciembre de 1980.
Tras acumular historias y cobijar a miles de veraneantes, algunos de los que fueron sus trabajadores durante décadas se muestran sorprendidos por el silencio que ha rodeado la clausura. “Nadie ha tenido interés en remover demasiado las cosas y la zona está degradándose. ¿No sabían qué futuro tendría antes de cerrarla? Quizás es que no sabían que no se podía privatizar tan fácilmente”, argumenta un exempleado. “Aportó mucho turismo a Tarragona durante unos años en los que no se viajaba, fue pionera y es muy triste que caiga en el olvido sin más”, continúa explicando.
El PP ha cargado duramente contra el cierre y pide que el complejo se traspase al Ayuntamiento. “No podemos continuar con un equipamiento en la mejor zona de Tarragona cerrado, olvidado y degradado”, explica Alejandro Fernández, portavoz del grupo municipal del PP. “Las pérdidas de un millón de euros anuales son una excusa, ya que es casi lo mismo que cuesta tenerla cerrada”, remacha Fernández.
De momento el silencio domina el lugar en el que hacen sus unos guardas de seguridad. En sus aledaños permanece abierta una farmacia y los domingos por la mañana en la capilla se oficia misa porque así lo solicitó el Arzobispado a la Generalitat.

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