martes, 15 de decembro de 2009

Una espía con mucho Garbo


Él era Garbo, el espía español más famoso de todos los tiempos. ¿Pero quién era su esposa, Araceli? Nada se ha escrito sobre ella. Ni de su importancia en el éxito de su marido. Ahora, un documental recupera su figura.

MARTA RIVERA DE LA CRUZ, El País, 11/12/2009

Fue el más famoso espía español de todos los tiempos. Juan Pujol García, Garbo, trabajó para los aliados durante la II Guerra Mundial y fue pieza decisiva en el éxito del desembarco de Normandía. Condecorado por los alemanes, que siempre le creyeron uno de los suyos, y también por los ingleses, pasó a la historia y a la leyenda. Sin embargo, nada se ha escrito sobre su esposa, Araceli, ni sobre su influencia en el éxito de Pujol como agente doble. El documental Hitler, Garbo... y Araceli descubre su vida.

Se llamaba Araceli González Carballo y había nacido en el Lugo de 1914, en una familia acomodada. Tuvo una infancia feliz. Era una belleza, y habría hecho una buena boda si la Guerra Civil no hubiese enviado al frente a los muchachos que la cortejaban. Araceli se ofreció como voluntaria en un hospital de sangre. Para sorpresa de quienes la conocían, la niña bien vaciaba orinales, pelaba patatas y se despellejaba las manos en el agua helada. Viendo de cerca el sufrimiento, Araceli maduró. A finales de 1938 dijo que quería marcharse de Lugo. Su padre le encontró un puesto en Burgos como secretaria del gobernador del Banco de España. Allí, en febrero de 1939, conoció a un joven oficial llamado Juan Pujol.

Pujol había comenzado la guerra en el ejército republicano para pasarse luego a las tropas franquistas. El bando nacional le decepcionó. Interesado en la política internacional, intuyó la catástrofe que traería el avance de los fascismos en Italia y Alemania.

El flechazo entre Araceli y Juan fue inmediato. Al terminar la guerra, y ya casados, se trasladaron a Madrid. La invasión alemana a Polonia llega ese mismo año. La certeza de que el mundo iba a saltar en pedazos no dejó indiferentes a dos jóvenes idealistas que acariciaban la idea de entrar en la historia. Con ingenuidad, Juan y Araceli visitan la embajada británica en Madrid para ofrecerse a colaborar en la lucha contra Alemania. Su propuesta no es tomada en serio: donen dinero, les dicen. Araceli sugiere a su marido que puede convertirse en pieza apetecible para los británicos siendo colaborador del III Reich.

La embajada alemana recibe con simpatía la visita de un oficial del ejército de Franco. Pujol repite la oferta hecha a los británicos y exagera al hablar de sus contactos en el extranjero. Los alemanes le ponen a prueba: ¿sería capaz de conseguir un visado para entrar en Inglaterra?

Empieza la aventura. Pujol viaja a Lisboa, donde se las arregla para fotografiar el salvoconducto de un empresario y reproducirlo en una plancha de metal para fabricar un tampón con el sello oficial de la embajada española. Con él falsifica una visa. Vuelve a Madrid y muestra su botín a los alemanes.

Pujol entra a trabajar para los servicios secretos del III Reich, la famosa Abwehr. Se le bautizará como Arabel, en homenaje a su esposa (Araceli bella), y se le asigna un hombre de contacto, Federico Knappe, que le instruye en el manejo de códigos cifrados. Debe trasladarse a Inglaterra. Pujol se pregunta cómo va a moverse por Gran Bretaña si ni siquiera sabe inglés. Araceli le anima a seguir. Se instalan en Lisboa, haciendo creer a los alemanes que Pujol se encuentra en Londres.

Pujol envía a la sección española de la Abwehr informaciones que extrae de la prensa portuguesa, de conversaciones en los cafés... y de su propia imaginación. El material es tan endeble que los alemanes pueden darse cuenta de que los está engañando. Para averiguar el grado de confianza que merece Arabel, Araceli regresa a Madrid. Federico Knappe recibe la visita de una joven muy guapa que le dice que su marido se ha marchado a Londres y apenas tiene noticias suyas. Sabe que ha mantenido reuniones con él. ¿Puede facilitarle alguna información sobre sus actividades? Knappe finge no saber de qué le habla. Araceli rompe a llorar. Le muestra la foto de su hijo recién nacido. Teme que Juan la haya abandonado... Quizá los servicios secretos de Hitler no habían preparado a Knappe para resistir el llanto de una joven hermosa. Knappe consoló a Araceli: tenía su palabra de que Juan Pujol estaba haciendo una labor esencial para el futuro del III Reich. Los alemanes habían mordido el anzuelo. (...)

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