luns, 24 de marzo de 2014

La primera mujer que ejerció el fotoperiodismo en los EE UU


Ánxel Grove 13 marzo 2014 20minutos.es
Ahí la tienen, montada en un vagón de tren para hacer la foto que deseaba hacer. Con la misma técnica de escalada logró tomar la primera imagen en los EE UU de una sesión de un juicio por asesinato, escenario entonces vedado para los fotoperiodistas: se subió a una pila de cajas y retrató la vista desde una ventana hasta que la descubrieron y detuvieron.

A Jessie Tarbox Beals (1870-1942) no le faltaban descaro y agallas para ejercer como reportera a principios de siglo, cuando ser mujer convertía la tarea en doblemente complicada —la discrimanación era masiva y el vestuario canónico de faldones, corsé y sombrero no era precisamente cómodo—. Superó las trabas, se enferntó a los prejuicios, regañó a los moscones, se enfrentó con los agentes de policía y fue allá donde su instinto le recomendaba ir para que las revistas y diarios le comprasen las fotos que hacía con el equipo de casi 30 kilos que cargaba a cuestas: una cámara de placas, un cuarto oscuro portátil fabricado con tela negra y los líquidos químicos que necesitaba para revelar in situ.
Nacida en Ontario (Canadá), había comprado su primera cámara a los 18 años tras vender subscripciones de revistas de puerta en puerta. Cinco años más tarde viajó a Chicago, donde se celebrara la Exposición Universal y logró, por insistencia y tozudez, que los organizadores la nombrasen fotógrafa oficial del evento. Pocos meses después fue aceptada como reportera en plantilla por dos diarios, el Buffalo Inquirer y Courier. Fue la primera mujer contratada en un medio impreso como fotógrafa.
Casada con Alfred Tennyson Beals, que la ayudaba como asistente, la pareja se estableció en Nueva York en 1905. Abrieron un estudio estable en la Sexta Avenida, pero la fotógrafa seguía prefiriendo la calle: documentó la vida de la ciudad con una sensibilidad abierta y desprovista de prejuicios. De la educación crsitiana que había recibido en casa —dos de sus hermanos eran misioneros en Sudamérica— aprendió que las verdades sólo admiten los decorados naturales.
Estas fotos pertenecen a la serie que Tarbox Beals hizo en los años veinte del barrio neoyorquino del Greenwich Village, ya por entonces refugio de bohemia y excentricidad. Le gustaron tanto la ilusión y las ganas de vivir que encontró en las librerías, estudios de arte y tiendas de curiosidades que decidió establecerse en la zona. El nacimiento de una hija extramarital, Nanette, había roto el matrimonio unos meses antes.
Aunque los archivos de la primera fotoperiodista estadounidense se han conservado con bastante decencia y están disponibles [Universidad de Harvard, Biblioteca del Congreso, Sociedad Histórica de Nueva York], los historiadores no suelen mencionarla y, cuando lo hacen, le hurtan la importancia debida. Es cierto que no se trataba de una superdotada como Margaret Bourke-White, la primera reportera que, unos años más tarde, fue tratada como superestrella, y que la mirada de Tarbox Beals no tenía pretensiones porque hacía fotos testimoniales como necesidad vital y no con la pretensión de crear arte, pero el olvido es injusto.
Después de gastar todo lo que ganaba en los cuidados médicos que requería la artritis reumatoide de Nanette y de buscar mitigar las consecuencias de la Gran Depresión iniciada en 1929 trasladánsose a California, la primera mujer fotoperiodista de los EE UU regresó al Greenwich Village en 1933. Los tiempos eran otros, la fotografía estaba explotando como medio de expresión y el gran coraje con que se había enfrentado al mundo en el pasado ya no era el mismo. Jessie Tarbox Beals murió en la ruina a los 61 años en un hospital de beneficencia.

Ningún comentario:

Publicar un comentario