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xoves, 30 de xaneiro de 2014

Los cinco mandamientos del capitalismo según Noah Cicero


El padrino de la Alt Lit se prepara para asaltar el mercado en español con la traducción de su novela Best Behavior
“Los estadounidenses han matado a Dios sólo para reemplazarlo con un reality show. La humanidad se ha ido a la mierda”, dice en esta entrevista
Jesús Rocamora 20/01/2014 – eldiario.es

Durante toda una semana de enero de 2009, Noah Cicero (1980) acudió a diario a un restaurante de la cadena americana Waffle House con una bolsa llena de libros. Siempre pedía lo mismo: café, un gofre, dos hamburguesas de salchicha, huevos a la plancha y polenta. Y así se sentaba durante horas y devoraba también un menú literario elegido a conciencia, con poco espacio para las grasas, formado por Hemingway, Scott Fitzgerald, Kerouac, Burroughs, Mailer, Capote, Richard Yates, Sylvia Plath, Hunter S. Thompson y Bret Easton Ellis, entre otros.
Mientras zampaba a lo loco, a veces se reía, otras lloraba y en alguna ocasión acabó borracho perdido. Si alguien le preguntaba al respecto, siempre decía lo mismo: “Estoy metido en una investigación muy importante”. La investigación era la siguiente: Cicero quería escribir una novela capaz de definir a su generación y lo que pretendía descifrar leyendo a tantas vacas sagradas de las letras norteamericanas era cómo escribir otra maldita novela generacional.
El resultado de la investigación es Best Behavior, su sexta novela, editada en EEUU en 2011 y que se publicará en España a primeros de marzo de mano de la editorial Pálido Fuego. Como escribe el propio Cicero en el prólogo, escribir una novela que defina una generación no iba a ser fácil: “Necesitaba tener una generación. Según internet, desde el momento en que mis personajes han nacido todos entre 1980 y 1985, esta es una novela sobre la Generación Y. Hay otra gente que llama a esta generación los millennials . A mí me gustaría encontrar un nombre para mi generación. Siempre ha sido uno de mis sueños”. Cicero apuntó algunas ideas para definirla, que incluía conceptos como estos:
Y esto es lo que se mueve dentro Best Behavior: una generación de jóvenes tan ausentes y alienados como sus propios padres, como la sociedad en la que les ha tocado vivir; jóvenes descolgados de todo, marcados por el aburrimiento y alimentados a base de fast food, sin estatus social ni dinero, que se comunican entre ellos a través del chat de Gmail. Gente educada para ser “un profesional” en la vida pero que, paradójicamente, y a pesar de haber ido a la universidad, salta de un trabajo basura a otro porque no hay un puesto para ellos en un mercado laboral inhumano.
Ah, y para quienes el sexo real no tiene nada que ver con el que ven por internet, claro. Y por Best Behavior, como casi por todas las novelas de Cicero, se mueve también un protagonista que, aunque pertenece a esa misma generación, tiene algo de marciano: es un escritor joven que mira a los demás sin compasión y que también salta de un trabajo basura a otro porque tampoco se gana la vida con sus libros. Es el propio Cicero.
Su interés por retratar a su generación va más allá de una cuestión estética o de buscarse una coartada frente a los lectores. Cicero es un existencialista, un escritor fundamentalmente político desde su primera novela, The Human War (2003), donde arremete contra Bush, la guerra de Irak y esos norteamericanos que se sientan ante la tele completamente paralizados por el miedo.
Se avergüenza en ocasiones de ser norteamericano y lo que pretende al escribir es poner de manifiesto la hipocresía del sistema norteamericano y su decadencia. Usa a su generación, y también la de sus padres, para ello. Y siente que no tiene nada que ver con lo que hacen otros escritores. También arremete en Best Behavior contra ese tipo de autor universitario y profesionalizado que representan Dave Eggers, Jonathan Safran Foer y demás nombres salidos de McSweeney's, a los que ve como pijos de cafetería.
En toda la obra de Cicero hay una visión durísima del sistema capitalista y de una sociedad actual que ejerce toda su violencia contra los más débiles, una visión que ha terminado de cristalizarse en su última novela, la dura y fantástica Go to work and do your job. Care for your children. Pay your bills. Obey the law. Buy products (editada por Lazy Fascist Press).
Elegida entre los mejores libros del año pasado por revistas como Dazed (que la califica como “novela distópica para la era post-recesión”) y por escritores como Dennis Cooper , su tesis principal es tan clara como descorazonadora: el trabajo se ha convertido en una religión en esta sociedad moderna que nos educa para seguir a rajatabla sus cinco mandamientos: 1. Trabaja 2. Cuida de tus hijos 3. Paga tus facturas 4. Obedece la ley 5. Compra cosas.
Trabaja, trabaja y trabaja
Aquí un par de declaraciones que bien podrían resumir toda esta entrevista, que se ha hecho vía email. “Dios ha muerto en el mundo occidental y no ha dejado nada para que ocupe su lugar. Hemos intentado reemplazarlo con el fascismo o el comunismo pero ninguno ha funcionado. Así que lo hemos sustituido por corporaciones, consideramos a las empresas y sus sistemas de valores como nuestra religión. Acudimos a Apple y a Nike y los adoramos en su altar".
"Los americanos sienten adoración por la riqueza: se sientan en sus casas mirando embelesados el comportamiento de los más ricos o los más poderosos y así les rinden culto. Los estadounidenses han matado a Dios sólo para reemplazarlo con un reality show y productos elaborados por sus esclavos chinos. Y mientras usan sus MacBooks hechos por esclavos chinos, escriben artículos sobre cómo de malo es el racismo. La humanidad se ha ido a la mierda”.
Que Cicero sea un escritor político es algo que lleva en la sangre, casi literalmente. Youngstown, Ohio, ha sido elegida por Forbes como una de las 20 ciudades más miserables de 2013 . La que hace unas décadas era otra floreciente capital centrada en la industria del acero, hoy es un agujero en la tierra que ha sufrido un éxodo de población cercano al 60%.
Allí nació, creció y, previsiblemente, morirá Cicero. “Tres años antes de que yo naciera, en 1977, se cerraron las fundidoras de acero. El Gobierno pudo haber rescatado a las empresas siderúrgicas y, con ello, salvar esta industria en América, pero mantuvo una postura neoliberal de mierda y dejaron toda la zona hecha polvo. En Francia, Alemania y Japón decidieron en parte nacionalizar su industria del acero y mantenerla viva, pero América eligió lo contrario. Así que crecí en una zona destruida por una decisión hecha por el Gobierno federal. Y también crecí en un lugar donde los negros que son pobres no obtienen ningún tipo de ayuda y sufren bajo una inmensa pobreza. Yo mismo soy una víctima de una terrible decisión política”, dice Cicero para hablar de una condición, la de escritor político, que no es tanto una elección como una marca de nacimiento: es ella la que te escoge a ti.
Sus personajes y la propia ciudad son los protagonistas de gran parte de sus historias, amparadas bajo títulos tan
desoladores como The Doomed, The Condemned y Burning Babies. Hablamos de personas infelices y frustradas, en paro o en trabajos basura, que combaten el aburrimiento en el porche de su casa bebiendo cerveza, tratándose a hostias con los vecinos en el bar de striptease local, cuando no son directamente zombis, huecos crackheads . Son personas histéricas, obsesionadas con trabajar para poder tener un seguro médico porque saben que en ello les va la vida.
Están paralizados en su miseria y están fuera de los privilegios que trae consigo el dinero. “Cuando no tienes nada, es fácil recurrir a vicios baratos para buscar la felicidad: cigarrillos, alcohol, drogas, sexo, etc. Cuando eres pobre, el tiempo es entendido de forma completamente diferente. Una persona que tiene recursos y va a la universidad planea su tiempo en cuatro estados: hacer prácticas, conseguir un empleo, ascender en el trabajo, convertirte en jefe en unos diez años. Tienen planes a largo plazo".
"Pero los pobres no pueden permitirse tener tiempo. El tiempo no les importa, ellos se levantan y sufren, trabajan en un empleo horrible en el que tienen muy pocas posibilidades de ascenso: y nunca serán un jefe porque apenas saben leer, les faltan dientes, tienen problemas para gestionar su ira. O no tienen trabajo, y realmente no les importa nada”.
Sus personajes no pretenden ser, en cualquier caso, ningún tipo de marginados, rebeldes sociales o de personas fuera-del-sistema. “No, no son marginados: nosotros somos la sociedad. El 80% de los estadounidenses sólo son dueños del 7% de la riqueza del país. Mis personajes son verdaderos americanos, los personajes de películas y programas de televisión no son reales. La imagen que el mundo tiene de América es una broma del mal gusto para nosotros, no es real. Piensa seriamente en ello: tienes a 100 personas. Si das 100 plátanos a 20 de ellas, tienen un montón de comida para compartir. Para las otras 80 se quedan 7 plátanos y tienen que compartirlos, lo que hacen es empezar a canibalizarse mutuamente”, dice Cicero.
Cicero es uno de ellos
Tampoco hay una mirada condescendiente sobre lo que ve. No hay compasión. “No los miro con compasión porque soy uno de ellos, no soy un niño rico que mira hacia los que tiene debajo. Tengo que tratar con ellos, cara a cara. He trabajado principalmente en restaurantes y pizzerías toda mi vida, he tenido que lidiar con su comportamiento desquiciado, y actuar de forma desquiciada para poder tratar con ellos. Aún sigo sin dinero y sin trabajo”, aclara.
Para Cicero, los trabajos actuales no aportan nada al trabajador. En concreto, la mujer protagonista de uno de sus primeros relatos, titulado I Clean In Silence, se lamenta de que se mata a trabajar y de que a cambio sólo obtiene dinero por ello. Le pido a Cicero que profundice en esta idea: "La mayoría de los trabajos que nos ofrece nuestra vida contemporánea son inútiles, carecen de sentido y son aburridos. Hasta 1940, casi todos los humanos eran agricultores, cazadores, constructores, obreros y soldados. Y no sólo en Occidente. Estos trabajos daban un cierto significado a la vida humana. Pero trabajar en Pizza Hut, en una oficina como recepcionista o introduciendo datos no hace nada para el ser humano. Es triste, hemos creado un mundo en el que no queremos vivir".
Ya lo hemos dicho más arriba: Cicero no vive de su literatura. “La gente siempre se sorprenden cuando digo que no gano mucho dinero con mis libros ni escribiendo. He publicado siete novelas y cerca de cien poemas, cuentos y artículos. Y no me han dado demasiado dinero. La gente me pregunta si quiero convertirme en alguien como Stephen King, y luego se sorprenden cuando les digo que no, que no me preocupa lo más mínimo. Ni siquiera me gusta hablar de dinero ni participar en conversaciones sobre Steve Jobs o Bill Gates".
"Creo que las personas deberían hacer otro tipo de cosas que son importantes, y sólo haciéndolas obtendremos lo que necesitamos en la vida. Ya sea publicando una novela, haciendo senderismo durante 25 kilómetros en un día en el desierto o saliendo con mi sobrino para que disfrute de un día divertido: todo esto significa lo mismo para mí”.
Fue precisamente la búsqueda de una vida mejor lo que le empujó a Cicero a buscar una oportunidad fuera de su país y mudarse a Corea del Sur durante un año, desde marzo de 2012 a marzo de 2013, como profesor de inglés. Luego regresó a Youngstown, sólo para trabajar durante aquel mismo verano como cajero en el Gran Cañón.
En las novelas de Cicero, los adultos no son más que niños inmaduros que siguen sin saber hacia dónde dirigir su frustración. Es normal escuchar a sus personajes cómo se lamentan de no haber tenido una comunicación real en sus casas. Y eso en el mejor de los casos. En otros, la ira de los padres se dirige a los más cercanos: insultos y peleas con sus parejas, palizas a los hijos.
“Es casi estadísticamente imposible que ambos padres sean buenos con sus hijos. Generalmente tenemos a uno bueno y a otro que está completamente loco. No sé por qué esto puede ser una sorpresa para nadie. Sólo mira a tu alrededor y sé honesto acerca de lo que ves. Mi versión de la realidad es la verdadera, el mundo está lleno de violencia, de abusos emocionales, de pirados que buscan llamar la atención y lunáticos hambrientos de poder. El mundo tal vez tiene un 20% de población que en un momento dado ha intentado 'ser una buena persona'. El resto, de nuevo, están canibalizándose unos a otros”.
Cicero vuelve escribir sobre lo que ve y sobre lo que vivió en su propio hogar. Su estilo parece la traducción en palabras de un videojuego en primera persona: el lector adopta el rol de protagonista, se mueve por su mundo, observa y vive en su piel una sucesión de pensamientos, conversaciones y monólogos.
“Mi vida ha sido en su mayor parte una lucha, mi padre me pegaba, mi madre es un adicta a los medicamentos, uno de mis hermanos se suicidó, mi otro hermano no me habla, todas las mujeres que he amado me dejaron, así que no hay redención aquí”.
Aunque después de siete novelas, los elementos biográficos se han matizando. “Casi todo lo que he escrito es autobiográfico. Nunca lo es del todo completamente, pero muchas de las escenas y personajes están sacadas de mi vida. Mi nueva novela Go to Work and Do Your Job no lo es tanto: es cierto, trabajé en una prisión durante cinco semanas, pero ninguna de las escenas del libro se ajusta del todo a lo que pasó allí”.  
Y no hay peor pecado para el capitalismo que no entender que el trabajo es un intercambio que exige un pago. En este sentido, uno de los personajes de Go to Work and Do Your Job reflexiona de la siguiente manera tras ser penalizado ¡por no cobrar a su vecino por cortarle el césped!: “Nuestra cultura está basada en el propio interés, no en el sacrificio. El sistema capitalista requiere de gente interesada sólo en sí misma, que haga cosas por dinero. Si cualquiera puede hacer cosas gratis, todo el sistema se vendrá abajo. ¿Estás intentando tú destruir el sistema económico de América?”.
Go to Work and Do Your Job puede verse así como una novela sobre las reglas que rigen el mundo y sobre dos personajes, Mike y Monica, que se atreven a desobedecerlas. Y es, por extensión, una novela sobre un sistema que castiga a quien intenta vivir fuera y que intenta reeducar a sus parias, redirigirlos hacia el buen camino, hacia esos cinco mandamientos, en centros penitenciarios donde hasta los empleados son sometidos a una vigilancia extrema a través de cámaras y mediante otras formas de espionaje. “Escribí la novela justo después de la Primavera Árabe y durante las protestas de Occupy Wall Street, donde veía vídeo tras vídeo a la policía usando la violencia contra los protestantes, y sin ningún motivo”.
La novela se plantea si la violencia es la única salida posible a un conflicto de estas características. La violencia del oprimido hacia el sistema entendida como una reacción física. “No sé si la violencia podría resolver la situación. Creo que lo más importante ahora, y el Papa Francisco está trabajando en ese camino, es crear la conciencia de que estamos viviendo de forma equivocada, esta codicia, este crecimiento ilimitado y la destrucción del medioambiente no son la respuesta a nuestros problemas. Tenemos que superar los valores de la cultura corporativa, que son: consumir-consumir-consumir, imponer la austeridad, dejar que los pobres y los trabajadores se coman toda la mierda y permitir que las empresas piensen por ti y te digan lo que debes hacer”.
Cicero continúa: “Yo quiero contribuir a crear esta nueva conciencia, aunque esto desemboque en una protesta épica en diez años que haga caer al poder, en una guerra civil o en una revolución, o incluso en un colapso completo del poder corporativo en el mundo occidental. Tenemos que recordar que diez años después de la Gran Depresión comenzó la Segunda Guerra Mundial, así que algo épico ocurrirá alrededor de 2020, lo queramos o no. Va a haber dos clases de personas en los próximos años: aquellos que están con el Papa Francisco y los que no. Y yo estoy con él”.
‘Alt Lit’: literatura, editores y escritores independientes
Best Behavior no es el único texto de Cicero que este año podremos leer traducido al español. La editorial argentina Interzona también prepara para estos primeros meses del año la recopilación ‘Alt Lit. Literatura norteamericana actual’, en la que Cicero comparte hueco con otros miembros de la generación ‘Alt Lit’ de escritores, como Tao Lin, xTx, Heiko Julién, Sam Pink, Ofelia Hunt, Lily Dawn, Blake Butler, Jordan Castro y Frank Hinton.
Muchos de ellos ya han sido traducidos aquí, como es el caso de Sam Pink, Blake Butler y Tao Lin, gracias al trabajo de la editorial independiente Alpha Decay. También El Gaviero Ediciones publicó el año pasado VOMIT. Antología de poesía joven norteamericana, con piezas de Cicero, Lin y Castro, entre muchos otros. Por ahora, no parece que ningún gran sello esté interesado en ellos.
El volumen de Interzona incluye un texto introductorio de sus dos editores, que también son los traductores, Lola Copacabana y Hernán Vanoli, que pone el acento muy acertadamente en el contexto, en esa “fatiga del imperio” norteamericano sobre la que han crecido estos autores, y que vale para ahondar un poco en la imagen superficial de que la ‘Alt Lit’ es apenas una generación de niños aburridos, alienados y conectados por internet. Que también, eh. 
Como dicen Copacabana y Vanoli en su prólogo, hablamos de una generación cuyos “orígenes estéticos pueden remontarse aproximadamente al año 2004, al calor de la corriente llamada 'Nueva Sinceridad', que venía a reaccionar contra la ironía y el cinismo propios de la década del noventa a nivel mundial, y en especial en una nación que se desindustrializaba al mismo tiempo que incurría en una notoria escalada militar como los Estados Unidos, tras haber sido atacada el 11 de septiembre de 2001”, escriben, para resaltar que es imposible entender a estos escritores sin el petróleo y las armas nucleares, sin los republicanos y sin el primer presidente negro, sin los huracanes y sin la crisis financiera. Sin Detroit.
“Hablamos, entonces, de un imperio cuya vigencia puede percibirse con facilidad, cuya industria cultural sigue siendo hegemónica, pero cuya fatiga, y algunas vetas de óxido nacarado, también pueden vislumbrarse a la distancia”. Y esas son las grietas en el sistema por las que Cicero y compañía aprovecharon para colarse.
Cierto: estamos ante una generación que se valió de Blogger, que se drogó delante de YouTube, pero que aquí lo indie o lo independiente tiene un significado clásico: “un rechazo a la cultura mainstream, a la televisión, a la lógica especulativa en lo doméstico y al modelo familiar”. No están vinculadas a la industria editorial, sino a “múltiples plataformas de exhibición y de difusión, tumblrs, blogs, websites, chapbooks o proyectos editoriales como Muumuu House, HtmlGiant, Alt Lit Gossip, Pop Serial, Lazy Fascist y tantos otros sitios personales o escenarios de discusión”.
Desde ellos, y esto es lo importante, “hay una construcción que se opone de manera deliberada al sistema de workshops universitarios, posgrados pagos, residencias zoológicas y revistas engalanadas como la Paris Review o la New Yorker, o a los autores serios, universitarios y mayormente burgueses como Jonathan Franzen, Dave Eggers, David Foster Wallace o Jonathan Safran Foer”. Y se buscan “conexiones entre la literatura y la vida, el deseo de una construcción de vidas literarias”.
José Luis Amores, el editor en España en Best Behavior (que llegará traducido por Teresa Lanero), considera que “la vida es política, entendido el término como la adopción activa de posturas, y ya tenemos bastante borreguismo alrededor como para que además éste plague la literatura. En este sentido, Noah habla a las claras, sin malentendidas elipsis y sin meterse en berenjenales filopoéticos”.
Amores describe a la perfección un sentimiento que tiene todo lector de Cicero: no es que se identifique con lo que lee, es que, a poco que se sincere consigo mismo, corre el riesgo de odiarse igual que odia a los personajes. “En Best Behavior es fácil verse reflejado si somos sinceros con nosotros mismos, si somos capaces de despojarnos de esa gruesa capa de tontería con que envolvemos nuestros actos cotidianos y con la que tan sólo pretendemos darle a nuestra vida una apariencia de normalidad; o fingir que somos buenos, que nos portamos bien”.
Es hora de preguntarle a Cicero por la ‘Alt Lit’. “He sido considerado el padrino de la Alt Lit porque publiqué The Human War en 2003 y aquello fue como un cambio en la literatura. Y porque tuve algunas ideas sobre cómo utilizar internet para hacer llegar tu trabajo a tu público. Pero los chicos que han venido detrás en estos últimos años han sido mejores en esto. Creo que en general usamos un punto de vista minimalista, frases cortas con una cadencia rara, una especie de voz hablada. Es muy diferente del minimalismo de Carver, que no es coloquial sino que es muy estilizado".
"En nuestro caso, el caos de la voz humana es algo que está siempre ahí. Filosóficamente, creo que el budismo, el taoísmo, el existencialismo europeo y Wittgenstein subyacen en nuestras historias. Y El segundo sexo de Simone de Beauvoir, que creo que ha tenido un resurgimiento, todo el mundo para haberlo leído e inspirado. ¿Editoriales indie, dices? Yo trabajo con ellas porque las editoriales majors no me quieren”.    
¿Y algo que decir sobre la sinceridad, sobre esa honestidad brutal de la que todos hablan? “Creo que eso tiene que ver con que soy siciliano, y los sicilianos valoramos la sinceridad o tal vez estemos genéticamente dotados para ella, no sé”.

xoves, 10 de marzo de 2011

ÚLTIMAS NOTICIAS SOBRE LA DIVISIÓN AZUL


¿Qué buscaban cerca de 50.000 españoles en el frente ruso?
JORGE MARTÍNEZ REVERTE 05/03/2011
Despedida á División Azul, Madrid 1941
Cerca de 50.000 españoles lucharon con los alemanes en el frente ruso. Cinco mil perdieron la vida. La División Azul. Rusia, 1941-1944 (RBA) ofrece otra mirada sobre esa tragedia. Es un libro de historia y de historias, de experiencias individuales. Su autor cuenta en este texto exclusivo para Babelia aquella trágica guerra
Todos los años, desde hace muchas décadas, un grupo cada vez menos numeroso de ancianos canta en el cementerio madrileño de la Almudena canciones de origen alemán como Yo tenía un camarada. Además, los nonagenarios entonan el himno falangista, el Cara al sol, acompañados por unos pocos jóvenes de gesto desafiante y estética nazi.
Pese a todo, algunos se preguntan ¿en qué se han metido? En una guerra criminal. En eso se han metido
Cuando han salido de España han recibido, por boca de Ramón Serrano Suñer, la consigna de barrer a Rusia del mapa
Conmemoran una derrota y una matanza. La derrota en la batalla de Krasni-Bor, a las afueras de Leningrado, el 10 de febrero de 1943, cuando más de mil doscientos soldados españoles que vestían el uniforme alemán murieron y otros tantos quedaron seriamente heridos en menos de veinticuatro horas en una ofensiva del ejército soviético.
¿Qué hacían allí esos hombres? Si se lee la prensa de la época, la que acompañaba su marcha, estaban luchando contra el judaísmo, el bolchevismo y la masonería. En ese empeño se dejaron el pellejo, entre 1941 y 1944, unos cinco mil jóvenes de los casi cincuenta mil que se presentaron voluntarios para ir a Rusia a luchar como soldados alemanes. Unos soldados que juraron lealtad al Führer, a Adolf Hitler.
La historia de esa unidad es la de un viaje, que empieza el 22 de junio de 1941 en torno a una mesa del hotel Ritz de Madrid, el más lujoso de una capital que se muere de hambre y de tifus. Allí, tres importantes jerarcas del régimen franquista deciden que, cuando Hitler desate su previsible ofensiva contra la Unión Soviética, España tendrá que estar presente en la guerra para tener una parte en el botín. Son Ramón Serrano Suñer, ministro de Asuntos Exteriores, Dionisio Ridruejo y Manuel Mora Figueroa, dos altos cargos falangistas. El botín será cuantioso: Gibraltar, el Marruecos francés y el Oranesado. Un imperio.
Cuando se cumple su deseo de que la guerra empiece, Serrano Suñer lanza una consigna desde el balcón de la Secretaría General del Movimiento en la calle Alcalá: "Rusia es culpable". Y con ese eslogan en los labios, miles de falangistas madrileños apedrean primero la embajada inglesa y se apuntan después a la guerra, que sueñan que podrán hacer subidos a las torretas de poderosos tanques alemanes. Hay que darse prisa, no sea que lleguen a Moscú sin ellos.
A esos falangistas de primera hora les van a mandar oficiales también voluntarios del ejército victorioso en la guerra civil. Unos oficiales a los que los falangistas no quieren obedecer pero a los que van a tener que soportar, porque sin ellos estaría garantizado el desastre. Poco a poco, a lo largo de los tres años que dure la aventura, los falangistas revolucionarios, pro-nazis, de Madrid, irán escaseando, mientras los oficiales nacional-católicos aumentarán su presencia en la división de voluntarios. En todo caso, ambos grupos coinciden en odiar al judaísmo y el bolchevismo. Y eso se va a notar.
El general Agustín Muñoz Grandes, que es tan falangista como militar, es el hombre al que se escoge para mandarlos. Franco descarta a un importante falangista, José Antonio Girón de Velasco, un antiguo pistolero de la vieja guardia. No es sensato que alguien sin conocimientos serios de la técnica de la guerra mande a los dieciocho mil hombres que van a Rusia en la primera hornada.
El viaje continúa por el campo de entrenamiento de Grafenwöhr, al norte de Múnich, donde los voluntarios aprenden a usar las armas alemanas y juran solemnemente fidelidad a Hitler, hasta la muerte.
Y después, camino de Moscú, atraviesan Lituania y se internan en Bielorrusia. No van sobre tanques, sino andando, tirando de viejos caballos a los que se comen cuando mueren de agotamiento o por algún accidente.Por ese camino hacia Moscú, se cruzan con enormes columnas de prisioneros soviéticos conducidos por soldados alemanes, que de cuando en cuando pegan un tiro en la cabeza a los que caen exhaustos. Y ven a grupos de judíos a los que está prohibido dar comida o ayudar, porque son seres inferiores. Los voluntarios españoles intuyen que el destino de esos judíos es trágico. Algunos desobedecen las órdenes y les dan de comer. A algunos les provoca lástima su miseria; a otros, les parece que es lo que se merecen.
Y algunos se hacen preguntas, como cuando ven, al llegar a Vítebsk, un cuerpo que pende de una soga, el de un hombre vestido de paisano. A pesar de que el último gesto de agonía se le ha quedado grabado en el rostro, se puede ver bien que se trata de un joven. El cartel que le han prendido en el pecho está escrito en alemán y en ruso y en él se explica que se trata de Vladímir Baldseski, que era judío y tenía veinticuatro años. También está narrado de forma sucinta el crimen por el que fue sentenciado a la horca: apuñaló a un soldado alemán.
La información tiene un carácter desigual. La gravedad del delito pretende explicar la severidad del castigo. ¿Pero añade algo la condición de judío del ejecutado? Los soldados voluntarios españoles van aprendiendo que sí. Según transcurre el tiempo que gastan en acercarse al momento triunfal de la entrada en Moscú, los ejemplos se van acumulando. La cuestión de los judíos es muy relevante para los alemanes a los que han venido a ayudar.
Baldseski no es un caso único. Los expedicionarios españoles que han llegado a Vítebsk después de una nueva jornada de ocho horas de marcha a pie que comenzó a las 6,45 horas de la mañana, han visto, y van a ver muchos más, otros cuerpos desmadejados que los verdugos dejan durante tres días a la intemperie para que su visión sirva de escarmiento a quienes puedan sentir la tentación de unirse a las fuerzas partisanas que, según la propaganda nazi, se reúnen en los bosques para hostigar a las tropas del Heer, el ejército de Tierra alemán.
En esta ocasión, como en casi todas, se ha escogido la plaza de la ciudad, para que la exhibición tenga mayor eficacia propagandística. Baldseski, lo que queda de él, se balancea con los miembros extendidos en reposo, y una postura del cuello casi inverosímil, con la cabeza ligeramente inclinada hacia delante. La boca y los ojos están abiertos, y sus pantalones manchados, porque la muerte afloja los esfínteres.
Los expedicionarios han visto durante la jornada de marcha los restos de una gran batalla. Muchos esqueletos de carros de combate, rodeados de trincheras individuales destinadas a proteger a quienes eran los encargados de abastecerlos. Chatarra bélica por todas partes. Y los bosques mutilados por la metralla.
La ciudad les ha recibido mostrando las huellas de una devastación hasta ahora desconocida para sus ojos, que ya estaban entrenados en el oficio de ver ruinas por su experiencia de la guerra de España. Puede ser que los edificios destruidos lleguen al 95%. En la estación de ferrocarril hay varios trenes también destruidos. Todo en Vítebsk son amasijos de hierro y escombro. Por las calles, deambulan personajes fantasmales que se dirigen a algún destino seguramente tan incierto como el punto de partida. Es la estampa humana que se repite desde que han llegado a Rusia. Hombres con gorrillas de corta visera y mujeres con un pañuelo a la cabeza. Colores desvaídos de la ropa, movimientos trabajosos, ojos humillados.
Los judíos, algunos de ellos, salen de su encierro en guetos para trabajar en brigadas forzosas, y a cambio reciben una ración de 300 gramos de pan. Los demás no reciben nada, no comen.
De cuando en cuanto, algunos de los que se hacinan entre los escombros del recinto, un barrio de las afueras muy cerca de la estación de ferrocarril, intentan escaparse. Por la ciudad se escuchan disparos cada poco, que ya no sobresaltan a nadie. Fuera del gueto, los soldados alemanes pueden matar a todos los judíos que les venga en gana. Cada soldado alemán puede hacerlo.
No hablan apenas de ellos los voluntarios españoles que van a desfilar por las calles de Moscú y cantan para animar su larga y penosa marcha una cancioncilla de letra intencionadamente jocosa:
"Voluntario alegre, que a Rusia te vas, con rancho de hierro para caminar...".
Pero algunos, pese a todo, se preguntan ¿en qué se han metido?
En una guerra criminal. En eso se han metido.
Los falangistas y los militares que se han apuntado, los que desean con todas sus fuerzas entrar en fuego de una vez, lo están haciendo en una guerra criminal.
¿Es más noble su propósito que el de los soldados alemanes?
¿Qué les distingue de ellos?
Los hombres que van a entrar en combate han jurado en el mes de julio fidelidad al Führer. Y forman parte de una división alemana, perteneciente a la Wehrmacht, la número 250.
Cuando han salido de España han recibido, por boca de Ramón Serrano Suñer, la consigna de acabar con el bolchevismo y barrer a Rusia del mapa. Los periódicos que han leído han explicado en titulares qué significa eso: acabar con el enemigo judeobolchevique.
La mentalidad de esos hombres está moldeada en torno a prejuicios muy parecidos a los que han trabajado los nazis en los soldados alemanes: el judío es el bolchevique, y hay que liquidarlo.
Los hombres que han pasado por Bielorrusia y por Lituania y Rusia han visto desfilar a los prisioneros que no reciben alimentos, han visto desfilar a los judíos camino del matadero. Han intuido cuál era el destino de esas comitivas, pero no han querido preguntarse más por ello.
Y han participado en algunas ocasiones en ahorcamientos o fusilamientos de presuntos partisanos. En esa "lucha contra los partisanos pero sin partisanos" que provoca una desproporcionada cifra de muertos entre los dos bandos: mueren cien partisanos por cada soldado alemán. En Bielorrusia, los responsables del grupo de ejércitos del Centro los contarán con precisión: los alemanes sufrirán mil noventa y cuatro bajas frente a ochenta mil presuntos partisanos liquidados, entre junio de 1941 y mayo de 1942.
Las crónicas de los divisionarios que escriben esporádicas narraciones para cuando vuelvan a España, las de los que toman apuntes para futuras memorias personales, identifican a los partisanos con judíos.
La Wehrmacht -de la que forma parte la división 250- tiene una instrucción que está emitida el 13 de mayo, por la que puede proceder a ejecuciones masivas en la retaguardia, no sólo de partisanos según la definición de los acuerdos de La Haya, sino también de "elementos sospechosos" y "hostigadores", tales como los que reparten octavillas o desobedecen órdenes militares.
Los españoles forman parte de la Wehrmacht, y tienen que ser fieles a su juramento y a las órdenes que establecen la fórmula de colaboración entre las SS y el ejército en la Unión Soviética. Son matanzas de las que no tienen nada que ver con las cámaras de gas. Se hacen a la vista de todo el mundo, para que sirvan de escarmiento y como parte del plan de limpieza. En Vilna, los médicos, las enfermeras y los heridos que están en el hospital español, verán matanzas de cientos de judíos. Y no hablarán de ello.
¿Podían haberse negado a seguir? ¿Se podrán negar en adelante?
Hay un precedente como el de los italianos, que se niegan a obedecer las perentorias órdenes alemanas para que les entreguen judíos o para que los asesinen ellos mismos. Hay críticas de los oficiales del ejército alemán hacia "el escaso antisemitismo de los italianos". Y se han producido incidentes graves en varias ocasiones.
Pero hay una importante diferencia de base: los italianos luchan en el Este como un aliado de Alemania. Sus divisiones han jurado lealtad a algo tan repulsivo como el fascismo, pero no al Führer, que exige la eliminación de los eslavos o de los judíos y gitanos.
Los españoles venían preparados para ello. Venían a Rusia para acabar con el judeobolchevismo. Su Hoja de Campaña, que se edita en Riga, se lo va a recordar todas las semanas: judíos y bolcheviques son los enemigos.
De la masonería es más difícil encontrar rastros en las estepas rusas.
Los divisionarios se encuentran en una guerra de gran ferocidad. Luchan casi siempre con gran valor contra un enemigo que defiende el territorio de su patria. Lo hacen en condiciones extremas. A cuarenta grados bajo cero. A las orillas del lago Ilmen.
Pero lo más importante de su acción llega en el otoño de 1942. Los voluntarios participan directamente en el asedio de Leningrado, la antigua San Petersburgo. Cercan la ciudad y tienen un papel protagonista en la muerte por hambre, por frío, o por la metralla de los cañones, de más de un millón y cuarto de personas, de civiles, de ancianos, jóvenes o niños, de hombres o de mujeres.
Por lo que eso significa casi ninguno se pregunta.
Sólo se preguntan por sus caídos. Por los miles de camaradas que se quedan para siempre bajo la tierra de Rusia. Los que mueren, por ejemplo, en Krasni-Bor.
La actitud piadosa de muchos divisionarios españoles crea conflictos con el ejército alemán. Pero no hay protestas de los oficiales ni de los jefes. Ni de Muñoz Grandes, ni de su sucesor, el general Emilio Esteban-Infantes, surge ninguna oposición a los actos que pueden observar y que van de manera flagrante contra la Convención de La Haya.
Cuando la guerra acabe, y se celebre el proceso de Nüremberg para esclarecer y castigar los crímenes de guerra cometidos por los responsables alemanes, se abrirá un proceso contra el OKW, el centro de mando del ejército alemán. De los catorce encausados, tres habrán sido jefes directos de los españoles de la división 250: el mariscal Wilhelm von Leeb, jefe del grupo de ejércitos del norte; el general Georg von Kügler, jefe del 18 ejército, y el general Karl von Roques. Un buen plantel de hombres que serán declarados culpables de crímenes de guerra y crímenes contra la Humanidad. De manera más explícita, por haber elaborado y puesto en práctica órdenes criminales como la del exterminio de comisarios, por haber perpetrado crímenes contra prisioneros de guerra, por haber deportado a civiles de los países ocupados condenándoles a realizar trabajos forzosos, y por haber tomado parte en el asesinato de judíos en el frente oriental. Todos los mandos que serán condenados pertenecen a la Wehrmacht, no a las SS, sino al ejército profesional alemán, que ejecuta con aplicación las órdenes recibidas, siguiendo las instrucciones del mando supremo.
Les guste o no, los voluntarios católicos y falangistas forman parte de una guerra. Han jurado obedecer. Detienen a supuestos partisanos, ejecutan cuando procede a sospechosos de serlo, entregan a los alemanes a los prisioneros para que les interroguen de formas más severas que las que ellos practican. Y contemplan con pasividad cómo sus camaradas alemanes disparan a los prisioneros rezagados cuando caen exhaustos en las cunetas. Callan lo que saben sobre los asesinatos de judíos. Y observan con fascinación los bombardeos de los aviones stuka sobre Leningrado y su población civil.
Su viaje acaba en 1944, cuando los últimos, los irreductibles pronazis, son obligados a volver. Su coronel, Antonio García Navarro les había ofrecido un fin más heroico:
"¿Sabéis lo que os pide la Legión? Os pide morir".
Los que fueron despedidos como héroes en 1941 vuelven a España a hurtadillas, para no molestar a los aliados que van a ganar la guerra. Muchos militares ascienden. A algunos soldados les dan empleíllos, una portería o un estanco.
Setenta años después, son muy pocos los que quedan para ir al cementerio de la Almudena a cantar Yo tenía un camarada.

xoves, 19 de novembro de 2009

"Isto é un vicio"


Begoña Caamaño debuta na novela con "Circe ou o pracer do azul", onde reescribe a experiencia dos personaxes femininos de Homero

MARÉ- Galicia-Hoxe, 19-11-09

En catro meses, nun arrebato literario e nunha especie de convulsión expansiva, Begoña Caamaño escribiu Circe ou o pracer do azul, a súa primeira novela, un libro no que reescribe a historia de Penélope e Circe desde unha perspectiva deminina. A novela, presentada onte en Compostela por Goretti Sanmartín, Víctor F. Freixanes e Uxía, sáese do guión marcado por Homero e narra a historia dunha historia -Penélope- que leva once anos agardando polo retorno do seu home. Cando lle suxiren a probable morte de Ulises, recibe unha carta dunha estraña: unha muller misteriosa e remota que a informa de que o seu home non só non está morto, senón que vive con ela un romance apaixonado.

Cando se lle pregunta se os periodistas son escritores en potencia, ela ironiza sobre a súa profesión: "Non sei cando se fai máis ficción, se na literatura ou no xornalismo, cando fago unha información ou cando escribo". O que si ten claro é que os profesionais dos medios botan moitas veces de menos "romper con eses moldes tan restritivos na profesión, sexa o tempo na radio ou o límites de tantos caracteres exactos nos xornais. A posibilidade de non poñer máis límites que os que determine a propia historia era tentador".

Tamén cre que o xornalismo é "bastante embrutecedor" en canto á linguaxe e "acabamos perdendo moitas palabras ou expresións. Tiña verdadeira necesidade de romper a estrutura sintáctica informativa de suxeito, verbo e predicado".

O feito de estar no Diario Cultural da Radio Galega -onde traballa con tres poetas- non foi un acirre para embarcar na literatura senón todo o contrario: "Dáche vergoña e pudor. Dá a impresión de que agora, como estou no xornalismo cultural e traballo poetas, eu era a que faltaba...". Porén, o experimento foi máis alá e agora recoñece que lle colleu gusto a escribir ficción. Ten xa "algunhas cousas a medio terminar e debo dicir que, para min, escribir foi un vicio desde o primeiro momento".

Begoña Caamaño asegura que volveu a súa mirada aos clásicos porque "como Cunqueiro creo que os mitos son noticia de última hora" e ela, despois de todo, é periodista. Pero esa non foi a súa única razón. Ademais de ser unha apaixonada lectora e unha seareira das mitoloxías, considera "como feminista, que moito do que hoxe somos vén do que se escribiu desde hai moitos séculos". Os arquetipos masculinos e os femininos, "que é o que nos ocupa, seguen aí e se pretendemos crear unha realidade nova, temos a necesidade de repensar o que nos foi legado".

MÁIS ALÁ DE ULISES

O feminismo como fío condutor

O obxectivo de Begoña Caamaño como escritora non foi actualizar un mito e, de feito, cinguiuse ao relato de Homero. O único que fixo, engade, "foi parar a pensar no que el non contou. Todas esas personxaes secundarias de Ulises que non sabemos como pensaban nin como lles afectaban os acontecementos. O relato de Homero estaba cheo de mulleres que son meros accesorios e decidinme a expoñer que pensaban esas señoras.

Desde o meu punto de vista, aquelas mulleres estaban moi descontentas co papel que lles tocaba vivir". Esta perspectiva literaria obedece á mesma perspectiva que ilumina a súa vida: o feminismo. A súa influencia foi, confesa, "brutal, absoluta, gratificante, satisfactoria e moi liberadora". Esa transformación, na que se internou desde a adolescencia, foi tan decisiva que hoxe "non me concibo a min mesma se non é polo feminismo. Creo que segue a ser unha ideoloxía necesaria para os homes e as mulleres. Se queremos unha civilación diferente temos que acabar co patriarcado".

domingo, 15 de novembro de 2009

«As novelas non acaban nunca, sempre queda un fío para tirar»

XOSÉ FERNÁNDEZ FERREIRO
xornalista e escritor
Ou autor de «Agosto do 36», «Os últimos fuxidos» e «Tempo de centeo» pensa que as tres obras amosan a guerra en Galicia
M. Rodríguez- La Voz de Galicia- 13/11/2009

<>;, dicía un profesor da Universidade de Santiago de Xosé Fernández Ferreiro. Non llle faltaba razón e cada conversa co autor da primeira novela de vaqueiros en galego (A morte de Frank González) confirma ou dito. Un exemplo: antes de marchar a Madrid, non ano 1954, para estudar Xornalismo (traballou na Noche, El Correo Galego e La Voz de Galicia) estivera recollendo cantigas e ditos dúas afiadores dá súa terra, Nogueira de Ramuín, en Ourense; tanto eses textos como a súa primeira novela escrita en galego («nunca se publicou, era moi mala», sentenza) quedaron na casa dun parente e despois de dez anos en Madrid deunos por perdidos. «Hai pouco tempo que volvín á aldea, fun á corte, a un pendello que había onde se gardaban as patacas e alí, nunha caixa, estaban a novela e as cantigas; ¿quen carallo as puxo alí», pregúntase aínda. De todos vos xeitos, non que estará ocupado hoxe e mañá Fernández Ferreiro é na homenaxe que recibirá na súa terra.

-¿Como leva a homenaxe?
-As homenaxes póñenme un pouco nervioso, ao mellor por inmerecidas, porque hai outra xente que as merece máis.
-¿Por que fixo aquela novela de vaqueiros?
-Publicouse en 1975 e con ela trataba de achegarme á literatura popular porque entón se facía unha literatura demasiado rebuscada; por iso pensei en facer unha obra máis popular. Falouse moito dese libro, pero a verdade é que se vendeu pouco: fixéronse tres edicións.
-¿Cantos libros ten publicados ata agora?
-Dezaseis novelas e dous libros de poemas.
-¿Cando fixo poesía?
-Todos empezamos por aí.
-¿E a novela de máis éxito?
-Foi a que gañou ou Premio Xerais, Agosto do 36. Forma parte dunha triloxía con Os últimos fuxidos e a que saíu agora de Tempo de centeo [as dúas en Xerais]. Na primeira fálase dos paseos, dos que mataban nas cunetas; na segunda, dos últimos fuxidos que chegaron ata ou ano 50, e a última é a da posguerra, os tempos da fame e das cartillas de racionamento. Ler as tres permite coñecer ou que pasou na guerra en Galicia. Teño a esperanza de que antes de que eu morra se publique a triloxía, corrixida e aumentada, como se di, porque as novelas non se acaban nunca, sempre queda un fío para tirar.
-A asociación Monte Blanco, de Ponteceso, xuntará de novo ou grupo Brais Pinto. ¿Que é dese grupo literario?
-Xuntámonos en Santiago de vez en cando e ou certo é que formamos parte dá historia dá literatura galega; aí hai moita xente e moi boa, ou que pasa é que non se lle dá importancia.
-¿Que foi dous afiadores dá súa terra?
-¡Xa non quedan! Vos verdadeiros afiadores están nos cemiterios. Hoxe ninguén quere ser afiador e iso que era un bo oficio, gañaban cartos.
-¿E que pasou co barallete?
-A xente xa non sabe barallete, esa lingua que falaban os afiadores entre se para que non entendesen ou que dicían.
-¿Perdeuse?
-Non, foi recollido por Ben Cho Sei, pero xa non se fala.