luns, 13 de xaneiro de 2014

La crisis da alas a la ‘yugonostalgia’


La primera exposición sobre Tito en Eslovenia refleja la añoranza por la Yugoslavia socialista

Mientras los líderes de Eslovenia se devanan los sesos para tapar el agujero bancario que ha colocado a esta pequeña república al borde del rescate, los habitantes de la capital pueden refugiarse en un espacio en el que el tiempo parece haberse congelado. Personalidades tan distintas como Jimmy Carter, Leónidas Bréznev, Winston Churchill, Pablo VI o Neil Armstrong lanzan los elogios más encendidos a Tito, que sigue siendo el presidente eterno de la gran Yugoslavia.
La exposición que hasta el 28 de febrero puede visitarse en Liubliana ofrece una versión light y favorecedora de Josip Broz, el hombre que desde el final de la II Guerra Mundial hasta su muerte en 1980 gobernó y modeló a su imagen un país hoy desaparecido. En estos días de crisis económica y desconcierto moral, el mariscal Tito vuelve a ser una referencia para los más nostálgicos de Yugoslavia que echan de menos al líder que desde el lado soviético del telón de acero osó enfrentarse al estalinismo.
"Nadie se pregunta si es serbio, croata o musulmán. Todos somos personas". Es una de las citas del camarada presidente presentes en la muestra. Tito bailando con serpentinas en una celebración de Fin de Año o fumando un puro con un sombrero de mexicano; Tito viendo películas en su sala de proyección; Tito disfrutando del cadillac que le regalaron los trabajadores de la feria de Zagreb... La exposición se convierte en una celebración de la figura del líder, erigido casi a la altura de icono pop, con un tono hagiográfico en el que la crítica está prácticamente desaparecida. Solo un panel recuerda sus sombras, entre ellos los miles de detenidos por motivos políticos.
"Es una exposición divertida, pero sin hondura. Es una pena que la hayan hecho amateurs. Los museos serios de Eslovenia han dejado pasar la oportunidad de ser los primeros en abordar una figura tan importante", señala Grega Repovz, director de Mladina, la revista más vendida de este país con tan solo dos millones de habitantes. "No sé si los organizadores son conscientes, pero yo la encontré bastante crítica. Se presenta a Tito como un dictador latinoamericano, muy parecido a Perón en su gusto por el lujo y las mujeres guapas", añade Joze Pirjevec, autor de Tito y sus camaradas, quizá la mejor biografía del mariscal.
Pero más allá de los hallazgos y carencias de la primera muestra dedicada a Tito, resulta interesante comprobar cómo las dificultades por las que atraviesan las antiguas repúblicas del país que reunía a los eslavos del sur han fomentado la yugonostalgia, sentimiento que mezcla la añoranza de los mayores por los tiempos pasados con el hartazgo ante los problemas económicos actuales. Pese a este gusto por mirar atrás, no hay ningún intento político serio de volver a los tiempos del socialismo ni de unir de nuevo a Eslovenia con Serbia, Croacia o Bosnia.
Las muestras de yugonostalgia son fáciles de observar en Eslovenia. La biografía de Tito escrita por Pirjevec es desde hace dos años el libro más vendido. La figura del dictador yugoslavo sigue, además, siendo sinónimo de controversia. Como cuando hace cuatro años el Ayuntamiento de Liubliana quiso ponerle su nombre a una de las calles principales de la ciudad, decisión paralizada por el Tribunal Constitucional. "Somos una sociedad dividida que aún sufre los traumas de los totalitarismos del siglo XX. En las escuelas se habla de los crímenes de los fascistas, pero muy poco sobre las violaciones de derechos de los comunistas", señala Andreja Valic Zver, del principal partido de la oposición, el conservador SDS.
Para los nostálgicos es inevitable recordar el alto nivel de vida y la libertad para cruzar fronteras occidentales de los que disfrutaban los yugoslavos, algo impensable para el resto de ciudadanos del bloque comunista. También insisten en que bastó la muerte del líder carismático para que el país se desgajara y se viera inmerso en una serie de guerras que en los años noventa causaron decenas de miles de muertos.
Los críticos no aceptan la glorificación de un hombre que acaparó el poder durante más de tres décadas y que no dudó en usar la violencia para acabar con los disidentes. Pero quizás las ganas de mirar atrás se expliquen mejor si uno se fija en el presente de Eslovenia, el país que en 1991 inauguró las declaraciones de independencia yugoslavas, y que entonces y ahora disfruta de un alto nivel de vida. Como reflexionaba Bojan Stante, un hombre de 54 años que el pasado 13 de diciembre visitaba la exposición: "Entonces teníamos muchas expectativas. Está claro que muchas no se han cumplido".

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