La película documental 'Solo es el principio', que se estrena el siete de
septiembre, evidencia los extraordinarios beneficios de una buena educación
BEGOÑA PIÑA Madrid 31/08/2012 07:00
La Educación
en España corre serio peligro y las consecuencias de ello son, obviamente,
devastadoras. Mientras el Ejecutivo que lidera Mariano Rajoy se empeña
en degradar uno de los pilares fundamentales de la humanidad, cimiento de las
libertades, la cultura, el progreso y la vida en tolerancia, Francia se aplica
en el camino opuesto. Solo es el principio, película documental de Pierre
Barougier y Jean-Pierre Pozzi, presenta una iniciativa educativa -talleres
de Filosofía para niños de 3 y 4 años- que a los ojos de los espectadores
españoles, y a la vista de las actuales circunstancias, resultará casi una
provocación. El filme, que se estrenará aquí el 7 de septiembre, demuestra
el incalculable beneficio que resulta del esfuerzo por una buena
educación.
Rodada en la
guardería Jacques Prévert de Le Mée-sur-Seine, a sesenta kilómetros al este de
París -una zona de clase obrera-, a lo largo de dos años, la película muestra
el emocionante y muy interesante proceso de un grupo de niños de 3 y 4 años y
de sus familias, al participar en unos talleres de Filosofía. Los
pequeños, que comienzan la película dándose palos en el recreo, aprenden en
estos cursos a pensar, a reflexionar y, muy importante, a respetarse y
escucharse unos a otros e incluso a cambiar sus opiniones si la de algún
compañero les convence más. En definitiva, los niños, futuros ciudadanos
activos, se convierten en personas tolerantes, dialogantes y con una envidiable
curiosidad intelectual.
Los niños
aprenden a pensar y a reflexionar, a hablar, a escuchar, a respetarse, en
definitiva, tolerancia, pero también aprenden confianza en ellos mismos,
civismo... ¿qué más?
JPP: Ya me
parece mucho. También creo que si este programa se generalizara, no le vendría
mal a la humanidad... Asimismo, disfrutaron mucho con los talleres y creo que
se nota.
PB: No es
descabellado pensar que el bagaje adquirido por los niños durante estos
talleres contribuirá a convertirlos en ciudadanos activos, capaces de dar a
conocer su punto de vista sin dejar de respetar y nutrirse del de los demás.
Aprender a buscar el sentido de algo con otros es un prerrequisito para
construir un proyecto de sociedad, ¿verdad? ¿Y no es de lo que adolecen
nuestras democracias, cada vez más multiculturales y complejas, si desean
reencontrar un sentido común unificador? Lo que estos niños aprenden en los
talleres me parece de interés individual tanto como colectivo.
¿Ustedes
qué han aprendido? ¿qué les han enseñado esos niños?
JPP: No hay
nada ganado, pero tampoco hay nada perdido. Cada día nos trae una sucesión de
noticias desesperantes, pero basta con fijarse en esos críos para pensar que no
hace falta mucho para tener la esperanza de que algo nuevo va a surgir para el
ser humano. Y en estos tiempos, es primordial.
PB: Que no
hay edad para aprender a reflexionar y que las cuestiones fundamentales son
universales. Todos nos planteamos las mismas a los 4 años y a los 80, mientras
vivimos, sin que importen los orígenes sociales o culturales. Me identifiqué
con los niños durante el rodaje cuando vi que me hacía las mismas preguntas y
me emocionaban y sorprendían sus respuestas.
A medida
que los niños evolucionan, la película también lo hace. De un filme documental
sobre una experiencia en Educación, ¿se transforma en una película social y
política?
JPP: Los
temas que sacaban los niños eran un eco de lo que ocurría a su alrededor: el
comienzo de la crisis, la violenta puesta en entredicho de un modelo social. No
transcurría un día de rodaje sin que el debate de los niños no hiciera
referencia a los problemas de los adultos. Y, a menudo, carecíamos de
respuestas para sus preguntas... Efectivamente, dadas las circunstancias del
momento, la película se hizo más política que didáctica. El tono de la película
incluso ha llegado a sorprender a algunas personas, pero viendo lo que ocurre
en Europa hoy en día, no veo cómo podría adoptar otro tono...
PB: El tema
nos interesaba sobre todo por el alcance sociopolítico, mucho más que por la
dimensión pedagógica. Por eso nos interesó rodar en el contexto de los
extrarradios parisinos, donde vive una población culturalmente muy heterogénea.
Durante el rodaje, el gobierno lanzó un gran debate acerca de la identidad
nacional que dio pie a numerosos discursos apasionados y fantasmales. Al pensar
juntos en las grandes cuestiones existenciales, los niños demostraban que
existe una identidad compartida por el ser humano que va mucho más allá de las
identidades nacionales, étnicas o religiosas. Sin embargo, sus comentarios
también nos dejaron ver que, a los 4 y 5 años, los prejuicios ya están
anclados: "Los negros son más fuertes que los blancos, pero los blancos
son más simpáticos", por ejemplo. La apuesta de este tipo de talleres es superar
esos prejuicios para volver a las cuestiones esenciales y universales. Nos
quedamos atónitos al descubrir hasta qué punto niños de tan corta edad se ven
expuestos a la agresión de las noticias, mayormente a través de la televisión,
sin que la acompañe ninguna explicación por parte de los adultos. Los talleres
les ofrecieron la posibilidad de hablar de esas noticias, y a nosotros, la
forma de encajar la película en un contexto sociopolítico. Un contexto
proporcionado por varias crisis sucesivas (económicas, ecológicas, sociales...)
y, detrás de todas ellas, una crisis del sistema ante la que parece inevitable
buscar un sentido que nos permita rehacer un proyecto de sociedad viable para
las generaciones futuras.
Si fueran
habituales este tipo de talleres, ¿de qué manera mejoraría la sociedad?
JPP: Quizá
estaríamos menos asustados...
PB: Según el
sociólogo Edgar Morin, el género humano se encuentra en un periodo crucial de
la historia: con la globalización, salimos de lo que llama la ‘hominización'
para entrar en la ‘humanización', es decir, en una toma de conciencia de
nuestra interdependencia a nivel planetario, así como en la refundación de un
proyecto de sociedad global y perenne. Siempre según este sociólogo,
nuestra especie aún no ha alcanzado la madurez, y su supervivencia dependerá de
la capacidad de alcanzarla. Dicha madurez pasa inevitablemente por la búsqueda
de sentido y se basa en nuestra identidad común. Los talleres con aspiraciones
filosóficas, a los que se accedería desde una edad muy temprana, tendrían un
papel de suma importancia en este proceso.
¿Funcionarían
talleres así con adultos?
JPP: En
general, todo lo referente a la filosofía funciona, las revistas, los
autores... Lo que indica la existencia de una demanda de sentido por parte del
público. Nuestra sociedad, basada en el consumismo a ultranza, no puede aportar
respuestas satisfactorias, y hace falta buscarlas de otra manera.
PB:
Pascaline, la maestra, también organizó algunos talleres con los padres. Ellos
estaban a favor y su reacción fue entusiasta. Pudimos comprobar que, al igual
que a los niños, los talleres les gustaban y creaban lazos sociales.
La
película deja clara la importancia de los maestros y, sobre todo, de la
Educación. ¿La actual situación de crisis está afectando a la calidad de la
Educación en Francia?
JPP:
Acabamos de pasar por un cambio político en Francia. Uno de los principales
temas de la campaña electoral fue la Educación y la necesidad de que el Estado
invierta en el futuro. Los últimos años han sido muy duros para el sistema
educativo y eso se nota en la película.
PB: Creo que
los talleres filosóficos plantean la cuestión fundamental del sentido del
aprendizaje. Y no creo que la crisis por la que estamos pasando sea responsable
de la crisis educativa en Francia. La pauperización, las tensiones sociales,
los recortes presupuestarios y, por lo tanto, de personal docente en las
escuelas, tiene mucho que ver, pero la educación todavía es un ámbito donde las
decisiones políticas pueden cambiar muchas cosas. Que la autonomía, la búsqueda
de sentido, de creatividad y la educación por la ciudadanía sean apuestas tan
importantes como aprenderse el contenido, me parece fundamental hoy en día,
sobre todo en un mundo donde Internet hace accesible el contenido, pero donde el
espíritu crítico se hace indispensable para saber qué sentido dar a dicho
contenido.
Hay
escenas rodadas con los padres, con las familias, ¿qué les dijeron estos padres
de la experiencia?
JPP: Uno de
mis recuerdos más emotivos es la primera proyección de la película delante de
los padres. La mayoría de ellos descubrieron otro mundo gracias a la riqueza de
los debates que tuvieron lugar en la escuela. La mayoría no volvió a mirar a
sus hijos del mismo modo.
PB: Los
talleres crearon un vínculo entre las familias y entre las familias y la
escuela. Se trataba de un proyecto en común, escuela-niños-padres.
Ustedes
vivieron el proceso con la maestra, ¿llegaron a pensar que no saldría nada de
allí y luego a asombrarse como ella lo hace y ahora el público?
JPP: Tuvimos
momentos de muchas dudas, incluso momentos de desaliento. Pero mereció la pena
porque algo se disparó al final del segundo año, y los debates se animaron y
fueron apasionantes. Éramos los primeros espectadores y a menudo nos
emocionamos o reímos hasta llorar viendo lo que ocurría ante nuestros ojos.
PB: Cuando
todo empezó a cuajar, nosotros y la maestra estábamos eufóricos.
¿Cuál ha
sido la reacción del público en su país?
JPP: La
película ha tenido éxito y las críticas han sido buenas. Acompañamos la
película por toda Francia para participar en debates después de la proyección
donde se planteaban numerosas preguntas. Me alegré mucho de ver que la película
no tardará en salir del entorno docente y llegará a un público mucho más
amplio.
PB:
La película también ha hecho que muchos profesores tengan ganas de lanzarse a
realizar talleres filosóficos. En general, la reacción del público no docente
ha sido muy positiva. Mucha gente nos ha dicho que la película sentaba bien,
que aportaba esperanza.
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