En el tricentenario de su creación, la Biblioteca Nacional
acoge una antología de la obra del fotógrafo Juan Gyenes, documentalista de una
época
Solía decir que al médico hay que retratarlo como médico, y al rey como
rey. Y así lo hizo, más de un millón de veces. Juan Gyenes, el fotógrafo
húngaro que capturó la esencia de la segunda mitad del siglo XX en España,
protagoniza una de las exposiciones que celebran el tricentenario de la Biblioteca Nacional de España:
una antología que recorre, rostro a rostro, los jalones de su vida y su obra.
La institución, que atesora los fondos del artista, cedidos por su familia, y
que albergó una de sus primeras muestras, “no podría ser mejor lugar para
celebrar esta exposición, que es muy diferente a las que él hacía”, señaló
Irenka Gyenes. La hija del artista, fallecido en 1995, fue junto a Fernando
Olmeda, comisario y biógrafo, la encargada de presentar ante la prensa Gyenes, maestro
fotógrafo, que se mantendrá hasta el 18 de noviembre.
Al rey, Gyenes lo retrató como a un rey, con su reina. Y aquella foto que
tomó en 1976 con unos jóvenes Juan Carlos y Sofía se convirtió en la imagen
oficial de cabecera de colegios, oficinas gubernamentales e instituciones
varias hasta 2007. A Franco lo capturó altivo, firme. Y la efigie, coronada por
un ahora irrisorio precio en pesetas, viajó por España y el mundo en forma de
sello de correos. “Él siempre trató de realizar fotografías de carácter
icónico”, indicó el comisario. Lo que no significa que sus sujetos fueran
siempre famosos o reconocidos: él fue, ante todo, un fotógrafo de estudio; uno
por el que pasaron familias, niños vestidos de marinero preparados para recibir
la comunión o entrañables parejas casaderas.
Hijo de un violinista, Gyenes llevaba, según le gustaba decir, la música en
la sangre. Aunque para su desgracia, no en las manos. La fotografía se
convirtió así, desde edad temprana, en su vía de expresión artística. En un
recorrido eminentemente cronológico, la muestra arranca con algunas fotografías
inéditas de un artista que, aún aficionado a sus 16 años, capturaba momentos de
la vida en Hungría. Poco más tarde, ya como profesional, archivó en imágenes la
vida teatral de su país, una actividad y una pasión que definiría su trabajo a
lo largo de toda su carrera, especialmente en su etapa española, donde, solo en
el Teatro Real, asistió a 600 representaciones durante 22 años. “Fue el
documentalista de una época”, sostiene Olmeda, que es el autor de Gyenes. El
fotógrafo del optimismo.
Coetáneo de grandes fotorreporteros como su paisano Robert Capa, Gyenes
optó por el exilio una vez estalló la Segunda Guerra Mundial. Tras una breve
estancia en El Cairo, recaló en España en 1940, donde permanecería hasta su
muerte. Su carácter afable y divertido, a pesar de no manejarse del todo con el
castellano, unido a un talento natural para la captación de la luz y la
atmósfera que bebía de la pintura, le abrieron las puertas de los hogares de lo
más granado de la sociedad española de la época. Además de mantener una
excelente relación con la Casa de Alba y otros aristócratas –hay varias
imágenes, por ejemplo, de la joven duquesa en la muestra-, comenzó a publicar
en la revista Semana, “lo que le dio la fama nacional”, explicó el
comisario. “Entonces comenzó a fotografiar a bellezas españolas, tanto
conocidas como desconocidas”. Al final de su vida, sumaba más de 2.000
portadas, no solo de aquella revista, sino de otras publicaciones como ABC,
Blanco y Negro o la revista Diez minutos, entre otras cuantas. Con
todo, el comisario explicó que hay más entradas de registro en sus fotos de
gente anónima que famosa.
Gyenes era artista, eso por descontado. Pero también fue un avezado hombre
de marketing. Desde el primer momento, cuando llegó a España y comenzó a
trabajar para el madrileño estudio Campúa, comprendió la importancia de los
derechos de autor. Como las imágenes que realizaba iban firmadas con el nombre
del estudio, él, ingenioso, pedía a los retratados que le dedicaran las
instantáneas. Para cuando montó su propio negocio en 1948, en la Calle Isabel
la Católica de Madrid, ya se había hecho un nombre. Los recuerdos de aquel
estudio, que tenía una vitrina expositiva que daba a la Gran Vía, también se
pueden ver en la exposición, en forma de cámaras y trípodes, de libros de
registro o archivos personales. “Te llevan a la esencia de la obra, porque se
ve el proceso de creación”, explicó Olmeda.
Precursor de la fotografía de moda masculina, artista
publicitario, eventual reportero (capturó, por ejemplo, el desfile de
Eisenhower y Franco por la Gran Vía en 1959), Gyenes fue, ante todo, un gran
embajador del arte español. “Él pensaba que vivíamos un segundo siglo de oro”,
explicó Olmeda, “y publicó libros y presentó exposiciones por todo el mundo”.
Aquella españolidad del siglo XX encarnada en Carmen Sevilla, en Sara Montiel,
en Lola Flores, Concha Piquer, José María Aznar, Isabel Preysler, Jacinto
Benavente, Salvador Dalí o Azorín, intimista y alegre, orgullosa y sencilla,
termina en la exposición igual que empezó: a modo de grandes retratos en blanco
y negro, que el artista prefería, aun sin evitarlo, al color. “Él pasó a la
historia como un maestro del retrato”, concluyó el comisario, “alguien que
puede ser equiparado a grandes figuras de la talla de Edward Steichen o Yousuf
Karsh”.
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