Por: Miguel Mora | 05 de septiembre
de 2012
Esta es la foto y la presentación en Twitter de Morgane Merteuil, la
secretaria general del sindicato de trabajadores del sexo, STRASS. Merteuil
presume de ser puta, quiere seguir siéndolo y pide a las feministas
abolicionistas que le dejen serlo: "Prefiero ser puta que trabajar una fábrica",
afirma M. M. cuando le preguntan por su oficio.
Quentin Girard, el preriodista de Libération
que adelantó la noticia,
cuenta que con la llegada del socialismo al poder, las feministas francesas han
emprendido una ofensiva para abolir del todo la prostitución, y el sindicato
STRASS se opone duramente. En su panfleto Liberad el feminismo,
publicado esta semana, Morgane denuncia la campaña de acoso de las asociaciones
feministas y antiprostitución en primera persona. El librito empieza así:
"En mi trabajo de azafata de barra americana, entendí muy pronto que si
quería ganar más de 20 euros por noche debía ponerme a tailler des pipes
(hacer felaciones). Al pensarlo, no vi el menor inconveniente, prefiriendo eso
para pagar mis estudios a tantos otros trabajos penosos".
A los 25 años, Merteuil ha puesto entre paréntesis sus estudios, y trabaja
como escort girl a domicilio en París mientras milita activamente en el
sindicato. Su cruzada para despenalizar el ejercicio del oficio más viejo del
mundo le opone a asociaciones como Ni putas ni sumisas, a las que acusa de
"imponer una imagen mainstream y burguesa de la mujer. No son ni
emancipadoras ni creadoras de nuevas cosas, salvo para las que buscan un
trampolín caliente hacia el Gobierno", afirma.
Merteuil dispara directamente contra Najat
Vallaud-Belkacem, ministra de los Derechos de las Mujeres y portavoz
del Gabinete, por su radical posición abolicionista, y acusa al feminismo
institucional de "estigmatizar a las mujeres que llevan velo con su
pensamiento poscolonial que cree que los que son distintos están
atrasados".
Siguiendo los escritos de Virginie Despentes y de la suiza Grisélidis
Réal, Merteuil rechaza la idea de "una sociedad binaria, que opone a
hombres y mujeres, porque las relaciones de dominación son más complejas y se
sobreponen varias opresiones". Sobre el hecho de ser prostituta, defiende
la libre elección entre putas y clientes: "Sí, los hombres pueden ser
tiernos y precavidos. Sí, las mujeres pueden amar el sexo. Y sí, prostituirse
puede ser una forma de reapropiarse del propio cuerpo y la sexualidad",
escribe.
El panfleto, según analiza Girard en Libération,
"oculta o trata de forma rápida los aspectos negativos de la
prostitución y el velo, aunque trata de combatir el oprobio moral y se sitúa
contra el proxenetismo, la esclavitud, el tráfico de seres humanos y la
explotación infantil".
La declaración final parece pecar de cierta ingenuidad no
exenta de pasión: "Somos prosexo, proporno, proputas y por la libertad de
llevar el velo, o al menos por la toma de conciencia de que no existe solo una
prostitución sino varias, que no existe solo un velo sino muchos. Solo así
podremos calificar el feminismo como una lucha por la dignidad de las mujeres,
entendida como una lucha para que cada mujer pueda ser considerada digna, sean
cuáles sean sus elecciones".
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