40 años después, las niñas son mujeres, y no tienen
miedo a denunciar los malos tratos sufridos durante su infancia en el
preventorio de Guadarrama (Madrid).
Los preventorios eran colonias infantiles creadas
durante el franquismo (funcionaron de 1945 a 1975) con la excusa de prevenir
enfermedades.
La sección femenina de la Falange era la encargada
de recorrer los colegios de España para recolectar a las niñas, muchas veces
con mentiras.
"Éramos muy pequeñas. No se podía denunciar.
Aprendí a olvidar", dice una.
OCTAVIO FRAILE. 13.09.2012. 20minutos.es
La rutina era espartana y no admitía el más mínimo
desvío. Se despertaban de madrugada. En el patio, al amanecer, las internas
cantaban el Cara al sol. El agua estaba racionada y solo se bebían
dos vasos al día. También las duchas frías: una a la semana. Las
inyecciones con vacunas o medicinas misteriosas eran más frecuentes. Casi
diarias. Si alguna interna tenía que hacer sus necesidades, había una hora
estipulada para ello. Y se cronometraba.
La siesta, justo antes del rosario, se programaba
para la tarde. Moverse en la cama estaba prohibido, so pena de castigo físico
(golpes, quemaduras...) o humillaciones (encierros, insultos...). El contacto
exterior, inexistente. Las cartas a familiares se censuraban y las
internas solo veían a sus padres algún domingo. Aunque puede que para cuando se
encontraran con ellos el miedo hubiera calado tan hondo que esas niñas (sí, niñas)
ya hubieran aprendido a guardar silencio para siempre.
Máquinas represoras
Hoy, 40 años después, las niñas son mujeres, y no
tienen miedo a salir en 20 minutos para denunciar los malos
tratos sufridos durante su infancia en el preventorio de Guadarrama (Madrid).
Los preventorios eran una suerte de colonias infantiles creadas durante el
franquismo (funcionaron de 1945 a 1975) con la excusa de prevenir
enfermedades como la tuberculosis, aunque en la práctica eran cárceles, máquinas
represoras del régimen pensadas para lavar el cerebro en busca de una población
sumisa y obediente.
"Éramos muy pequeñas y tampoco se podía
denunciar. Aprendí a olvidar. Muchos años después encontré por Internet
un grupo de chicas que contaban sus experiencias en el preventorio. Comprendí
que no estaba sola, y nos juntamos para dar voz a lo ocurrido aquellos años",
dice Alicia, una de las afectadas.
La sección femenina de la Falange era la
encargada de recorrer los colegios de España para recolectar a las niñas,
muchas veces con mentiras. En principio, las preferidas eran aquellas que venían
de familias de izquierdas, pobres o desestructuradas, pero con el tiempo
empezaron a traer a muchas otras. Solo en Guadarrama, el único preventorio de
Madrid, había capacidad para 500 internas.
"Lo que queremos es compartir lo ocurrido y
encontrar documentación de aquella época que aporte luz. Nadie dice nada ¿Qué
eran esas inyecciones?, ¿por qué nos torturaban así? No queremos culpables
ni juicios, solo comprender y cicatrizar heridas", comenta Chus, otra
de las mujeres denunciantes.
Sus testimonios
"Siempre lo he tenido muy oculto en mí"
Blanca
Romero, 51 años. "Estuve en 1969. Alguien le vendió a mi madre
que era como una colonia. Los castigos eran muy habituales, sobre todo si te
hacías pis en la cama. Una vez me dieron con una percha en la cara, tan fuerte
que me la dejó marcada. Estaba aterrorizada, pero a mis padres les dije que me
había caído. Una vez nos trajeron a una niña desnuda, morena y muy delgada. Nos
obligaron a insultarla. Ella corría con una vela quemándole el culete. La
primera vez que vi un documental sobre Auschwitz, me vi transportada allí.
Nunca hablé mucho de esto, la verdad, como si me diera vergüenza".
"Tomé conciencia cuando crecí"
Chus Gil,
49 años. "Fui con siete años. No nos duchábamos y me
empezaron a salir unas pústulas por la piel. La ropa se me pegó al cuerpo y me
devolvieron a casa. La segunda vez que me llevaron desarrollé sarampión. Estuve
en cuarentena 40 días en la enfermería sin ver a nadie. Años después un médico
me dijo que lo somaticé".
"Me fui, no podía ni hablar, solo lloraba"
Marián
Alejandre, 48 años. "Entré con seis años.
Estudiaba en un colegio público de Tribunal y un día vinieron dos señoras muy
agradables a contarnos maravillas del preventorio. Insistí en ir, pero al
llegar pensé que mis padres me habían perdido porque no podía creer lo que veía.
A una niña le llenaron de las manos de cera de vela derretida, gota a
gota. Hace cuatro años me perdí de verdad, en coche, y me topé con el
preventorio. Me dio una bajada de tensión... y volví a recordar. Yo no lo superé.
Me costó perdonar a mi madre. Siempre pensé que se despreocupó de mí por
dejarme en un sitio tan terrible".
"No pudieron conmigo. Al final, fui libre"
Alicia
García, 63 años. "Estuve en 1957. Había gusanos en la comida.
Un cura dejó sorda a una niña cuando la golpeó: 'Esto es una hostia. Tú debes
decir sagrada forma', le gritó. Lo peor era la humillación de lavarnos en
grupo en la ducha, como si fuéramos ganado. Me tapaba la cabeza con una sábana
y no me quería despertar. Mi familia era pobre, pero me creyeron y no tuve
trauma. Fui con mi hermana mayor y eso nos dio mucha fuerza".
"Fue algo
planificado por el Estado"
Ángela Fernández, 60 años."Tenía
ocho años. La comida estaba asquerosa. Si la devolvías , te hacían tragar el vómito.
Cuando volví a casa tenía la vesícula como un balón y estuve meses a dieta. Una
vez me hice pis porque no me dejaban ir al baño. Me obligaron a dormir con la
ventana abierta y la ropita mojada. Al patio a veces se salía desclaza y con
ropa interior. Un cura no dijo 'Todos los que tengáis muertos dudosos, sois, en
realidad, basura'. Se refería, claro, a nuestros familiares republicanos. Mi
familia era republicana y mi hermano estuvo en otro preventorio. Dediqué mi
vida a luchar contra la dictadura".
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