El recinto, situado a 60 kilómetros de Kabul, alberga la
principal base militar estadounidense y la cárcel para los insurgentes más
peligrosos
DAVID
ALANDETE Washington 10 SEP 2012 - 10:33 CET
En el contexto de una creciente desconfianza entre las tropas de Afganistán
y las de Estados Unidos, por el incremento de ataques
‘fratricidas’, la Alianza Atlántica formalizó este lunes la
transferencia del mayor centro de detención militar del país a la custodia del
gobierno de Kabul. Se trata de uno de los mayores hitos en la operación de
transferencia de soberanía a manos afganas, antes del repliegue total de
tropas, que culminará antes de 2015. En ese centro, conocido como prisión de
Parwan, dentro de la base militar de Bagram, se quemaron en febrero centenares
de Coranes, un incidente que provocó unas protestas a nivel nacional que se
saldaron con 41 muertes.
La OTAN y Afganistán pactaron el traspaso de la custodia de
la prisión en marzo. Finalmente, la ceremonia de transferencia tuvo
lugar este lunes, el último día del plazo marcado entonces. El presidente
afgano, Hamid Karzai, no estuvo presente en ella, pero la calificó previamente
de éxito para su Gobierno, en un comunicado. En el centro de detención de
Parwan, EE UU retuvo a unos 3.000 supuestos insurgentes, entre ellos aquellos
que consideraba líderes en las operaciones de combate de la Guerrilla Talibán.
Momentos después de esa ceremonia, un ataque suicida en Kunduz, en el norte del
país, provocó 15 muertos, todos civiles, y 25 heridos, según el Gobierno de
Afganistán.
EE UU mantendrá todavía la custodia de unos 30 detenidos a los que
considera insurgentes con alto grado de mando en la Guerrilla Talibán, y sobre
los que exige a Kabul garantías de que no serán liberados. Según fuentes de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad de
Afganistán de la OTAN, un 99% de los detenidos en la prisión de
Parwan antes del 9 de marzo están ya bajo custodia de las fuerzas armadas
afganas. Los mandos norteamericanos están investigando a otros 600 supuestos
insurgentes, detenidos en los pasados seis meses, pero esperan poder
transferirlos a manos afganas en las próximas semanas.
Los mandos norteamericanos retuvieron en Parwan a supuestos insurgentes
durante años, con el argumento de que suponían una amenaza para la seguridad
nacional de Afganistán y para los intereses de la OTAN en ese país. Muchos de
los detenidos en la base naval de Guantánamo pasaron antes por Parwan, y
acusaron posteriormente a sus captores de haberles torturado allí, empleando
técnicas como el ahogamiento fingido [waterboarding]. Al menos dos detenidos en
esa cárcel de la base de Bagram fallecieron cuando estaban bajo custodia de las
tropas extranjeras. Según el acuerdo de transferencia de soberanía, una
quincena de detenidos ha sido liberados después de que EE UU determinara que no
suponen una amenaza para su seguridad o la de Afganistán.
Entre los mandos de EE UU ha habido una notable resistencia a transferir la
custodia de la prisión a manos afganas, dado el riesgo de que el sistema de
justicia de ese país libere a una considerable cantidad de ellos, por
considerar que faltan pruebas fehacientes de su conexión con la Guerrilla
Talibán o el grupo terrorista Al Qaeda. A la ceremonia no acudió personal de la
embajada de EE UU en Kabul. Tampoco estuvo presente el teniente general Keith
M. Huber, comandante de la prisión hasta la fecha de la transferencia. Sobre la
transferencia no se pronunció tampoco el comandante al mano de las tropas de la
OTAN en Afganistán, general del Marine Corps John Allen.
En febrero, unos soldados norteamericanos destinados a Parwan requisaron
varios centenares de Coranes y otros textos sagrados del Islam, por sospechas
de que los detenidos los empleaban para comunicarse entre ellos. Buscando
librarse de ellos, los quemaron en las inmediaciones de la base de Bagram, la
mayor del país. Aquello provocó la ira de numerosos grupos religiosos, y de una
buena parte de la población civil. Los disturbios provocaron 41 muertes, cuatro
de ellas entre las filas de las tropas aliadas. De estas últimas, dos se
debieron a ataques fratricidas, incidentes en los que soldados afganos abrieron
fuego contra uniformados extranjeros.
La quema de Coranes precedió al notable incremento de
ataques ‘fratricidas’ que vive el país. En lo que va de año, estos han
provocado un 14% de las bajas entre los soldados extranjeros: 45 muertos,
frente a los 33 de 2011 y los 21 de 2010. Recientemente, el líder talibán, el
Mulá Omar, llamó a los insurgentes a infiltrarse entre los rangos de las
fuerzas armadas afganas, para diezmar a las tropas extranjeras con ese recurso.
Hace dos semanas, el mando de los cuerpos de operaciones especiales de EE UU
puso entre paréntesis el entrenamiento de nuevos reclutas de la milicia
conocida como Cuerpo de Policía Local de Afganistán, a la espera de imponer
sistemas más rigurosos de investigación de aspirantes a soldado.
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