El documental 'To say goodbye', dirigido por el británico Matt Richards,
competirá en el Festival de Cine de San Sebastián
DAVID BOLLERO Londres 03/09/2012
En 1937, en
plena Guerra Civil y tras el bombardeo de Gernika, 4.000 niños vascos se
embarcaron en el buque Habana rumbo a Reino Unido. El Gobierno vasco solicitó
asilo temporal para los menores que partieron un 21 de mayo de 1937 y Gran
Bretaña lo aceptó a regañadientes, alegando que podría violar el pacto de
no-intervención. A cambio, exigió 10 chelines por semana para el cuidado y
educación de cada niño.
El 23 de
mayo el Habana arribó en Southampton y 75 años después, unos 250 de aquellos
niños volvieron a Euskadi. Ahora, un documental de animación, To say
goodbye (Decir adiós), dirigido por el cineasta británico Matt Richards,
cuenta esta historia olvidada que hace tan sólo unos meses reunió a algunos de
los supervivientes como Herminio Martínez, que entonces recordó "lo
paradójico de que mientras el pueblo de Southampton y del Reino Unido nos
recibió con tanto cariño, el Gobierno Británico no nos quería".
El estreno
de la cinta cobra aún más simbolismo al producirse en el marco del 60 Festival
de Cine de San Sebastián (21-29 de septiembre), como si de alguna manera fuera
el regreso a casa de los Niños Vascos, como se les conoció. El director
del documental afirma que "estamos muy entusiasmados con que el estreno
mundial de To say goodbye tenga lugar durante el Festival de Cine de San
Sebastián". Para Aranzazu Arandia, su mujer, guionista y promotora del
proyecto, explica el director, "estar en la muestra y optar al prestigioso
Premio Serbitzu (sección Zinemira) es como un sueño hecho realidad después de
haber estado acudiendo al Festival durante los últimos 20 años".
El reto de
la animación
El
realizador británico relata que "tuvimos que hacer frente a numerosos
retos", comenzando, "por supuesto, con la animación". Richards
describe cómo a lo largo de las interminables horas de entrevistas realizadas para
dar vida al guión, "casi todos los supervivientes recordaban algunos
momentos críticos de su viaje, desde el adiós a sus padres, a los mareos en la
travesía, el avistamiento del Ejército de Salvación en el muelle de Southampton
o las noticias de la caída de Bilbao, ya en los campamentos".
Trasladar
todas esas emociones al guión, cómo dar forma a todos esos personajes, sus
historias y la estructura narrativa que conformaban era el gran desafío. Las
entrevistas a los supervivientes ya habían sido grabadas con anterioridad por
la Universidad de Southampton, lo que simplificó el proceso pues, "dada la
edad de los supervivientes, la opción de grabar de nuevo sus recuerdos estaba
descartada".
A pesar de
ello, el escaso material gráfico con que disponían, pues "teníamos unas
cuantas fotografías y un poco de película pero poco más para cubrir más de 75
minutos de entrevistas", era un problema. Fue entonces cuando la
animación apareció como una opción.
"Había
pensado en utilizar técnicas de animación como una alternativa visual de contar
la historia", explica Richards, "cuando, una tarde, Izaskun y yo
vimos la película Waltz with Bashir (Vals con Bashir), y ambos
nos quedamos impresionados por su enfoque visual, que combina varios estilos de
técnicas de animación innovadoras".
El guión del
documental era muy descriptivo en la forma en que retrataba las escenas y, una
vez seleccionado un animador británico para el proyecto, mantuvieron numerosas
reuniones para crear la apariencia, el estilo y la caracterización. Como
resultado, precisa, "tenemos una mezcla de diversas técnicas que confieren
a la película un aspecto único del que estamos muy orgullosos".
No fue ésta
la única razón para recurrir a la animación. Richards aclara que
"queríamos llegar también a los espectadores más jóvenes, no sólo al
público general y más adulto que se sienten más próximos al relato". En
este sentido, indica, "la animación permitía hablar el lenguaje de una
audiencia más joven, atraer su interés y mantener su atención".
Escaso
interés institucional
Por otro
lado, el mayor de los retos fue sin duda el de la financiación, no sólo
"para arrancar la producción sino para continuarla asegurándonos que podrían
llegar hasta el final", indica Richards. El director explica que
"recurrimos a varias iniciativas de crowdfunding, así como a
préstamos personales y animamos a familiares y amigos a que colaboraran con
algo de fondos".
El
resultado, comenta el realizador, es "una película puramente
independiente" puesto que "Izaskun y yo, junto con los coproductores
de REC en San Sebastián, hemos tenido que hacer todo solos, desde conseguir los
fondos, a mantener alto el entusiasmo que hacía falta para llevar el proyecto
hasta el final". Y es que, aunque Richards admite que "la
financiación siempre es complicada", no deja de confesar su sorpresa y la
de Arandia al comprobar "la falta de entusiasmo por financiar la
película por parte de las instituciones británicas, españolas y vascas".
El director
británico se lamenta por ello dado que "sentíamos que la película lo
merecía y qué mejor para estrenarla que en 2012, que es justo cuando se cumple
el 75 aniversario del bombardeo de Gernika". Richards asegura que
"tuvimos múltiples reuniones con las instituciones pero no llegó nada de
dinero" y se muestra muy crítico al afirmar que "resulta
decepcionante que una película como ésta, que no sólo es una película sino que
es un archivo histórico crítico de una período trágico y olvidado de la
historia del siglo XX, haya tenido que mendigar y pedir prestado para cobrar
vida".
Ahora,
apunto de estrenarse -la semana que viene terminarán el montaje final- Richards
espera que "el documental sea visto por el mayor número de personas
posible y se dejen llevar por las increíbles historias de los niños que
perdieron a sus familias, sus identidades y que no tenían nada ni a nadie por
lo que volver". Desde su punto de vista, "es vital que su historia
se mantenga viva y, con esta película, deseamos haberlo logrado de alguna
manera". Tras el Festival, "esperamos que la película sea distribuida
en todo el mundo para que muchas más personas conozcan esta historia y entonces,
supongo, volveremos a la carga para tratar de recaudar fondos para nuestra
próxima película".
Richards
concluye la entrevista remitiendo a una frase del cartel de la cinta:
"Algunas historias necesitan ser contadas, algunas voces necesitan ser
escuchadas".
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