La Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad reclama desde
1915 que el mundo escuche a las mujeres para lograr el cambio.
Elena Couceiro Arroyo 24/02/2013 – eldiario.es
“Lo bueno de ser idealistas es que
no nos rendimos”.
Quien así habla es Madeleine Rees, secretaria general de la Liga de Mujeres por la Paz y la Libertad (
WILPF, por sus siglas en inglés), la organización internacional
feminista y pacifista más antigua del mundo. Esta frase podría muy bien
resumir los noventa y ocho años de historia de WILPF y a buen seguro refleja el
sentir de muchas de las noventa mujeres que estos días se reunieron en Madrid
en un encuentro de esta Liga para hablar del mundo que queremos construir, de
paz, de justicia social, de derechos humanos, de ecologismo y de igualdad de género.
WILPF nació en 1915 en el Primer Congreso Internacional de Mujeres de La
Haya de la mano de importantes sufragistas que defendían que la igualdad de
derechos y la paz estaban relacionadas y que, en plena Primera Guerra Mundial,
proclamaban que la guerra no era inevitable. Estas 1.136 mujeres desafiaron los
obstáculos para reunirse en un escenario bélico y defendieron lo que aún hoy
sigue vigente: para lograr la paz y la libertad, las causas de la guerra deben
ser eliminadas y los sistemas económicos y sociales basados en privilegios
deben ser transformados en sociedades en las que la igualdad política y
económica, la participación de las mujeres y los hombres y la justicia sean
aspectos centrales.
WILPF dista mucho de ser una organización anacrónica. Estamos viviendo una
crisis multidimensional en la que los poderes financieros ponen en peligro los
derechos humanos, la democracia, el avance de las mujeres, la gobernanza
internacional, la solidaridad y el Estado de bienestar. La desigualdad y los
abusos dominan la escena actual. Como señalan Carmen Magallón y Manuela Mesa,
presidenta y vicepresidenta de WILPF-España, “las madres fundadoras de WILPF
hicieron propuestas alternativas a la guerra como medio de solución de
conflictos. Cien años más tarde, tendríamos que decir una palabra acerca de cómo
confrontar la guerra de hoy, que es principalmente económica”. Carmen Magallón
apuesta por impulsar “otra estructura de gobernanza y desplazar el poder
financiero”. Madeleine Rees señala que la situación actual afecta a los temas
de los que la Liga ha venido hablando desde 1915: la paz, la participación en
la toma de decisiones y la igualdad socioeconómica. El 70% de los recortes,
subraya, afectan a las mujeres. La crisis ha puesto en marcha un circulo
vicioso de discriminación, empobrecimiento y violencia que “se debe romper lo
antes posible”.
La respuesta a esta guerra económica y a este panorama regresivo es quizá
uno de los retos más importantes que las activistas de WILPF han afrontado
estos días en Madrid. No será un reto menor, pero esta Liga, una de las
primeras organizaciones de la sociedad civil que obtuvo el estatuto consultivo
de la ONU, tiene experiencia enfrentando desafíos mayúsculos, como el
militarismo. Hoy día sigue estando vigente el reto de pasar de una economía de
guerra y de un concepto de seguridad del Estado basado en las armas a una economía
de paz y un concepto de seguridad basado en los derechos humanos.
WILPF aboga por este cambio trabajando en tres ejes: el activismo, la
incidencia entre quienes toman las decisiones y la acción. Así, la publicación
de los gastos militares en contraste con los presupuestos de investigación para
la paz, la elaboración de declaraciones sobre conflictos y sus causas, la presión
para que las mujeres sean tenidas en cuenta en la toma de decisiones sobre
seguridad y paz, la colaboración en la aprobación de un tratado sobre el
comercio de armas, la organización de cumbres paralelas de la sociedad civil en
el seno de la ONU y la cooperación con movimientos sociales que se oponen a
reformas que perjudican la educación, la salud y los derechos económicos son
algunos de los ejes de esta organización internacional. El trabajo de la
Liga, desde sus oficinas en Ginebra y Nueva York y desde las 33 secciones
nacionales, es inmenso. Las mujeres que han formado parte de WILPF son
idealistas, incansables y decididas, como algunas de sus fundadoras, que han
sido reconocidas con el Nobel de la Paz, o como la propia Madeleine Rees, que
durante muchos años trabajó en el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos
Humanos y cuya lucha contra el tráfico de personas en Bosnia y su denuncia de
la complicidad del personal de la ONU se plasmó en la película The
Whistleblower.
Adilia Caravaca, abogada costarricense y actual
presidenta de WILPF, recuerda que frente a las “tendencias destructoras de
buscar la ganancia a cualquier costa, las mujeres contamos con una experiencia
vital que nos empuja a proteger la vida”. Carmen Magallón considera que las
mujeres “es importante unirse en organizaciones globales y no olvidar que
tenemos la capacidad de incidir”. Beatrice Finh, que trabaja en el programa de
desarme en la oficina de WILPF en Ginebra y se felicita de que en este campo la
Liga es una organización reconocida y escuchada, tiene esperanza. “Tenemos que
creer que podemos cambiar las cosas, porque hay cambios continuamente. Se han
prohibido algunos tipos de armas”. Madeleine Rees se confiesa optimista, aunque
reconoce que es muy fácil caer en el desánimo: “Nadie quiere este sistema y
todos queremos lo mismo: no queremos vivir una guerra y queremos tener salud,
educación para nuestros hijos, seguridad. Podemos pensar que estamos lejos de
lo que queremos, pero se están dando pequeños pasos que nos terminarán llevando
allí. No hay que rendirse nunca”.
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