Julián Casanova repasa los hitos de la Guerra Civil en
'España partida en dos'
contemporánea en la Universidad de Zaragoza y especialista en anarquismo y
Guerra Civil, lleva camino de convertirse en un raro caso de hispanista
español. Primero tradujeron alguna de sus obras al mercado anglosajón y
finalmente la editorial I.B. Tauris le encargó que escribiese en inglés una
historia breve de la Guerra Civil, publicada en Londres en 2012. El libro, España
partida en dos, sale ahora en español, editado por Crítica, con
una misión clara que el historiador apunta en su prólogo: “A quienes sepan
mucho sobre la Guerra Civil, esta historia quizás les parezca breve, poco
profunda. Pero en mis numerosos encuentros con maestros, profesores de
enseñanza media y estudiantes he constatado que faltan libros de este tipo,
concisos, de prosa accesible y con la garantía de una investigación rigurosa y profesional”.
En él se desmontan algunos enunciados erróneos.
1. La historia de
España no fue una isla dentro de Europa. En las tres primeras
décadas del siglo XX se dieron “más similitudes que diferencias” entre los
acontecimientos españoles y europeos. No hubo anomalía. “Casi ningún país
europeo resolvió los conflictos de los años treinta y cuarenta por la vía
pacífica”. Casi todos los regímenes democráticos que sustituyeron a monarquías
en Europa habían desaparecido cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, excepto
Irlanda. Tampoco en esto España fue la excepción, ya que todas “fueron
derribadas por sublevaciones militares contrarrevolucionarias, movimientos
autoritarios o fascistas”. La diferencia española fue que el golpe de 1936 fue “el único que
causó una guerra civil”.
2. Ni fascistas ni comunistas tuvieron peso político hasta 1936. El
fascismo, según Casanova, surgió más tarde que en Italia y Alemania y con
escasa fuerza hasta la primavera de 1936, mientras que el comunismo solo
comenzó a tener presencia cuando sustituyó su lucha de clases por la
colaboración en frentes antifascistas. “Solo gracias a una guerra civil, el
comunismo y el fascismo acabaron teniendo una notable influencia en la política
y en la sociedad española de los años treinta. Antes de la sublevación militar,
ni fascistas ni comunistas tuvieron fuerza para desestabilizar a la República”.
3. No hubo rebelión de generales ni sublevación militar en bloque. De los
18 generales importantes, se sumaron al golpe cuatro (Cabanellas, Queipo de
Llano, Goded y Franco), que “no permitieron ninguna indecisión o resistencia de
sus propios compañeros y quienes lo intentaron lo pagaron, empezando por varios
jefes y oficiales pasados por las armas sin dilación ni juicio en el Marruecos
español”. De los 254.000 militares que había, los sublevados contaron con unos
120.000.
4. En pocas semanas más de 13.000 soldados habían cruzado el Estrecho
gracias a los aviones cedidos por Hitler y Mussolini, que nunca respetaron la
política de no intervención propuesta por Gran Bretaña y Francia.
5. La religiosidad española no era uniforme en el 36. “Había una España muy
católica, otra no tanto y otra muy anticatólica. Había más catolicismo en el
norte que en el sur, en los propietarios que en los desposeídos, en las mujeres
que en los hombres. La mayoría de los católicos eran antisocialistas y gente de
orden. A la izquierda, republicana u obrera, se la asociaba con el anticlericalismo”.
6. Casanova sostiene que la Iglesia, “encantada” con el hecho de que las
armas liquidaran a los infieles, construyó varios mitos e idealizó la figura de
Franco. “Ni los militares tuvieron que pedir a la Iglesia su adhesión, que la
ofreció gustosa, ni la Iglesia tuvo que dejar pasar el tiempo para decidirse.
Unos porque querían el orden y otros porque decían defender la fe, todos se
dieron cuenta de los beneficios de la entrada de lo sagrado en escena”. El
catolicismo fue el punto de unión que aglutinó a todos los grupos
reaccionarios, que apoyaban la sublevación. “La solución autoritaria requería
masas. Y nadie mejor que la Iglesia y ese movimiento católico que apadrinaba
para proporcionarlas”.
7. Más de 6.800 religiosos, incluidos 13 obispos, fueron asesinados; parte
de las iglesias, saqueadas o quemadas; y numerosos cementerios, profanados. “Quemar una iglesia o matar a un
eclesiástico es lo primero que se hizo tras la derrota de la sublevación
en muchos pueblos y ciudades”. "El conflicto de largo alcance entre la
Iglesia y los proyectos secularizadores lo resolvieron las armas a partir de
una sublevación militar que dividió España en dos bandos, identificados por la
defensa de la Iglesia y la religión católica o por la hostilidad hacia ellas
(…) La Iglesia se sintió salvada con la sublevación y por eso ofreció sus manos
y su bendición a los golpistas desde el primer disparo. La violencia
anticlerical, de dimensiones sin precedentes ni parangón histórico en los
países del entorno, endureció las posiciones de la jerarquía de la Iglesia y de
los católicos, reafirmó su ardor guerrero y patriótico y bloqueó cualquier
posibilidad de piedad o perdón”.
8. La República, según Casanova, gastó "una cantidad de dinero similar
para perder la guerra a la que Franco utilizó para ganarla, unos 700 millones
de dólares en cada bando, pero el material bélico que adquirió a través de las reservas de oro
del Banco de España fue inferior, en cantidad y calidad, al que las
potencias fascistas suministraron a los militares rebeldes".
9. Los 839 días de guerra causaron cerca de 600.000 víctimas, entre ellas
100.000 debidas a la represión en la zona sublevada y 55.000 a la violencia en
la zona republicana.
10. En su epílogo, Casanova destaca que "la larga y
cruel dictadura de Franco" fue "la gran excepcionalidad de la
historia de España del siglo XX, si se compara con la de los otros países
capitalistas occidentales". Junto a la de Salazar en Portugal, fue la
única creada en la Europa de entreguerras que sobrevivió a la Segunda Guerra
Mundial.
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