'L´Art en guerre. Francia, 1938-1947' muestra la
respuesta de los artistas al horror de la contienda
La exposición reúne la resistencia de artistas y
galeristas a la privación de libertad
Otto Freundlich, Rosace II, 1941. Gouache sur carton |
¿Puede la privación de libertad y el horror anular la creatividad? ¿Queda
fuerza para pintar cuando pesa sobre el artista la amenaza de muerte y la
penuria extrema? La exposición L´Art en guerre. Francia, 1938-1947. De
Picasso a Dubuffet quiere demostrar que en esos años, en la clandestinidad
o en los campos de concentración, los artistas que han pasado a la historia o
los que no consiguieron siquiera dejar seña de su identidad, siguieron pariendo
obras. "La lección es que la guerra no acabó con la creatividad",
afirma Jacqueline Munck, comisaria de la exposición junto a Laurence Bertrand
Dorleéac. "Los artistas hicieron la guerra a la guerra", resume
Bertrand Dorleéac.
L´Art en guerre, organizada por el Museo de Arte
Moderno de la Villa de París y el Museo Guggenheim,
muestra ahora en Bilbao una colección de cerca de 500 obras de arte,
acompañadas por documentación, fotografías y películas (hasta el 8 de
septiembre). Las comisarias defienden que a pesar de atravesar una etapa muy
oscura el resultado es optimista. "Muestra una catarsis, la función del
arte en las sociedades y en situaciones extremas".
La exposición propone un recorrido en secuencias de un período marcado en
Francia por la ocupación nazi y el Gobierno de Vichy. En su arranque L´Art
en guerre documenta los hechos históricos: un busto del mariscal Petain
recuerda los años del colaboracionismo y la pérdida de los valores
republicanos.
Los judíos, los comunistas o los que habían mostrado su simpatía con la
República española fueron perseguidos también en el mundo del arte; en el
extremo contrario, imperaba un gusto oficial, considerado estrictamente
francés, que condenaba al ostracismo a los grandes protagonistas de la
renovación del arte europeo del siglo XX, como Brancusi,
Duchamp,
Kandinsky
o Picasso.
Los desnudos femeninos, el retorno a la tradición figurativa, a la mitología y
la naturaleza, y los temas religiosos descubren el gusto oficial de la época.
L´Art en guerre presenta las obras en una
cuidada escenografía. La sala dedicada a los surrealistas
está en penumbra. Con sacos de carbón suspendidos del techo, el espacio recrea
el ambiente de la Exposición Internacional del Surrealismo, que en enero de
1938 presentó una colección de obras de 63 artistas, premonitoria de los años
de oscuridad que se acercaban a Europa. Así se ve en La sombra terrestre,
de Magritte
y en las lúgubres pinturas que la rodean.
Las obras creadas en los campos de concentración y en refugios clandestinos
siguen el recorrido por L´Art en guerre con cuadros firmados por
artistas reconocidos, como Max Ernst,
encerrado por ser considerado un "extranjero indeseable", y otras
piezas creadas por artistas que desaparecieron sin dejar más rastro. Un rincón
de la exposición recoge las obras creadas por el alsaciano Joseph Steib,
auténticas muestras de subversión a la dictadura nazi, como retratos en los que
ridiculizó a Hitler, que debieron permanecer durante años escondidas. En el
Guggenheim se ven ahora bajo el título de El salón de los sueños, el
mismo con el que las presentó al acabar la guerra.
Las obras pintadas por los grandes maestros durante la ocupación nazi
también tuvieron que esperar al abrigo de la persecución nazi. Matisse
o Bonnard,
entre ellos. Naturaleza muerta con mujer dormida, de Matisse, una
pintura que fue vendida a coleccionistas alemanes, devuelta al acabar la guerra
y, finalmente, adquirida por un museo de Washington, se convierte en un símbolo
del periplo de arte en la época. L´Art en guerre recoge también el
nacimiento de una nueva generación de artistas franceses, como André Fougeron o
Alfred Manessier, que mostraron, explican las comisarias, "la voluntad de
renovar la tradición francesa", tomando como referencias el arte medieval
y la herencia recibida de Braque,
Picasso o Matisse.
La exposición, patrocinada por la Fundación BBVA, dedica una de sus
secuencias al papel de Picasso como símbolo de resistencia a la ocupación nazi,
rememorando el mítico estudio del bulevar de los Grands-Augustins, donde años
antes pintó el Guernica. Censurado por el arte oficial, Picasso siguió
pintando naturalezas muertas y, como muestra L´Art en guerre, magníficos
retratos de mujeres. La escasez de medios no paraba a Picasso: con un sillín de
bicicleta creó la escultura Cabeza de toro.
Los marchantes también sufrieron la persecución nazi. La exposición elige a
Jeanne Bucher como "ejemplo de resistencia, valentía y generosidad",
dicen las comisarias. Apoyó a artistas y refugiados con lo poco que tenía. En
su discreta galería encontraron refugio Klee
y Kandinsky, entre otros artistas marginados en la época, cuyas obras se ven
ahora en L´Art en guerre.
El largo recorrido de la muestra pasa también por la eclosión del arte que
llegó con la liberación de París. Se acabó el silencio impuesto por la guerra y
se descubrieron las obras creadas bajo los horrores de la guerra por artistas
como Hans Hartung,
Pierre Soulages o André Masson.
Una serie de Jean Fautrier muestra las pinturas inspiradas por las ejecuciones
que pudo ver desde la ventana del hospital psiquiátrico en el que fue
ingresado.
L´Art en guerre acaba con
las obras de los anartistas, el término acuñado por Marcel Duchamp para
referise a "los anarquistas del arte", los artistas que trabajaban
privados de referencias y oficio. Es más que el "arte bruto" que
difundió Jean Dubuffet,
explica Munck. "Es más cultural, es una creación total". Junto a las
obras de Dubuffet, se exhiben piezas creadas por enfermos internados en un
psiquiátrico de París. En 1946 fueron expuestos por vez primera, clasificados
por las patologías que sufrían sus autores. Ahora la autoría ha sido rescatada
y se exponen en como "artistas de pleno derecho", destaca la
comisaria.
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