El ‘ultra' Emilio Hellín Moro fue condenado en 1982 a 43
años por asesinar a Yolanda González
Trabaja para la Guardia Civil y la policía en terrorismo
y crimen organizado
Un excriminal de la ultraderecha condenado a 43 años por asesinato trabaja
para los Cuerpos y Fuerzas de la Seguridad del Estado en casos judicializados y
forma a sus agentes en técnicas forenses de espionaje y rastreo informático.
—¿Emilio Hellín Moro?
—Yo soy Luis Enrique Hellín…
—Perdone, pero ¿no es usted Emilio Hellín, el autor del asesinato de Yolanda
González, la joven de 19 años que murió en 1980?
—No… Emilio Hellín murió hace tres o cuatro años… Somos familia.
—No sabía que tuviera un hermano llamado Luis Enrique.
—Es una historia complicada porque somos hijos de la misma madre, pero de
distinto padre. Luego juntamos los apellidos… ¿Sabe? Líos de familia que
prefiero no comentar.
—¡Se parecen ustedes muchísimo! ¡Y los dos eran informáticos! Usted se ha
cambiado el apellido y aparece su currículo en Linkedin [web de contactos
profesionales] como Luis Enrique Helling. Se ha añadido una g al apellido.
—Es que nuestro abuelo era de origen inglés.
—¿Sabe de qué murió Emilio? ¿Dónde puedo localizar a su familia?
—No lo sé.
—¿De qué pueblo son ustedes? ¿Puede enseñarme su DNI para demostrar que no
es usted Emilio Hellín?
—La conversación ha terminado…
Luis Enrique Hellín Moro, de 63 años, es un tipo alto y corpulento, tiene
una frente despejada y pelo blanco en las sienes. No rehúye la mirada y habla
con aparente calma y frialdad. Viste una camisa de lana clásica de cuadros,
pantalón de pana beige y zapatos marrones. De su cuello cuelgan unas
pequeñas gafas graduadas. El encuentro con el periodista tiene lugar en la
oficina de su empresa, New Technology Forensics, especializada en peritaje
criminal, en una tranquila calle en el barrio madrileño de San Isidro, frente a
un colegio público. El local, de tres alturas, es una desordenada oficina de 30
metros cuadrados repleta de ordenadores y teléfonos móviles, la especialidad de
este técnico superior de sistemas de telecomunicaciones e informáticos. Junto a
la puerta blindada de hierro, siempre cerrada, un cartel exhibe su nombre y el
de dos de sus colaboradores, uno de ellos apellidado Hellín Asensio. Emilio
Hellín estaba casado con María del Carmen Asensio.
DETENIDOS
La portada de EL PAÍS: El
asesinato en Madrid de Yolanda González Martín, de 19 años, conmocionó a
España. Semanas antes de su ejecución a manos de un comando de ultraderechistas
había muerto otro joven. El 12 de febrero de 1980 este periódico informó de que
dos militantes de Fuerza Nueva eran los asesinos de la joven y de que habían
sido detenidos por la policía tras incautarles gran cantidad de armas y
explosivos.
En el departamento de defunciones del Registro Civil de
Madrid, en el número 66 de la calle de Pradillo, no consta el presunto óbito de
Emilio Hellín Moro, el militante de Fuerza Nueva
—partido de extrema derecha que dirigía Blas Piñar— que
protagonizó en 1980 uno de los asesinatos más brutales de la Transición; tampoco
la Dirección General de la Policía ha expedido en los últimos años ningún carné
de identidad a su nombre. Sí lo ha hecho, en cambio, a nombre de Luis Enrique
Hellín Moro, el experto informático que niega ser el excriminal pese a su
extraordinario parecido físico.
Emilio Hellín
Moro, condenado a 43 años de cárcel por el asesinato en
Madrid de Yolanda González Martín, una joven militante del Partido
Socialista de los Trabajadores (PST),
ha cambiado su nombre por el de Luis Enrique, según ha comprobado ELPAÍS en su
acta de nacimiento, depositada en el Registro Civil de Torre de Miguel Sesmero,
un pueblo de unos 1.200 habitantes en Badajoz. El cambio se oficializó hace 16
años, el 25 de enero de 1996, en virtud de un auto dictado por el Registro
Civil de Madrid en el expediente 402/95. Desde entonces, este es su secreto
mejor guardado.
Con este cambio de nombre que permite la ley “si se demuestra una causa
justa y no perjudica a terceras personas” el ultra Hellín Moro disfrazó su
pasado criminal poco después de cumplir condena —permaneció entre rejas 14
años, con el paréntesis de una espectacular
fuga a Paraguay—, de los 30 de pena máxima que contemplaba el Código
Penal. Y al salir de la cárcel de Jaén 2 se construyó una nueva vida centrada
precisamente en el mundo de la investigación criminal y judicial, un escenario
del que él mismo fue protagonista estelar después de secuestrar a Yolanda
González en su casa de Madrid y descerrajarle dos tiros en la cabeza en un
descampado con el argumento de que ella era miembro de ETA, una falsedad.
EXPLOSIVOS Y GRANADAS
Planeaban otros atentados: Los
agentes encontraron en el registro 50 kilos de goma 2, dos granadas de mano,
mechas para explosivos, cebos electrónicos, detonadores, scanner VHF y un
receptor de las emisoras policiales y de la Guardia Civil.
El nuevo Luis Enrique Hellín Moro es ahora uno de los principales asesores
del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil, participa
en investigaciones judicializadas sobre terrorismo y delincuencia, imparte
cursos de formación a agentes de este cuerpo, de la Policía Nacional, el Ministerio de Defensa, Ertzaintza y Mossos d’Esquadra, da
conferencias a miembros de las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado en
organismos oficiales y cobra por sus servicios del Ministerio del Interior,
según ha comprobado este periódico. También asiste como perito a la Audiencia
Nacional y a numerosos juzgados de distintas ciudades españolas. Su
especialidad es el rastreo de pruebas en teléfonos móviles, ordenadores y
dispositivos digitales que han intervenido en actos terroristas, crímenes,
homicidios, secuestros, delitos económicos, financieros o informáticos, según
consta en su currículo y confirman varias fuentes oficiales y judiciales. Jamás
confiesa que el hábil y frío experto en telecomunicaciones, teléfonos espías,
localización de llamadas, intervención de comunicaciones, recuperación de SMS o
móviles activadores de explosivos es, en realidad, el ultra que a los 33 años,
casado y con tres hijos, dio “un paseo a Yolanda González por una España
grande, libre y única”, tal y como reivindicó el asesinato el Batallón Vasco
Español, antecesor de los Grupos Antiterroristas de Liberación
(GAL). Desde su aparición, el 24 de mayo de 1978, los comandos paralelos del
Batallón Vasco Español asesinaron a 12 personas en atentados dentro y fuera de
España. La diferencia entre este y otros crímenes del grupo parapolicial es que
la víctima no tenía nada que ver con ETA.
ARMAS Y EXPLOSIVOS
La escuela-bomba: En el
registro de la escuela de electrónica de Hellín, en Madrid, donde el militante
de Fuerza Nueva impartía clases desde hacía 11 años, la policía encontró las
armas del crimen, una pistola Walther y una Star, un subfusil marca Comando, un
bolígrafo pistola y abundante munición, entre otro material.
El comandante Ramón García Jiménez, exdirector del departamento de
ingeniería, electrónica e informática del Servicio de Criminalística de la
Guardia Civil, explica así el trabajo de Hellín para este Cuerpo: “Nos
asesoraba en cómo resolver y orientar algunos casos forenses. Nosotros no abarcamos
todos los campos. Le pedíamos apoyo sobre cómo rescatar información de
teléfonos móviles en casos judicializados que estaban bajo nuestra custodia y
control. También colaboraba, y me imagino que sigue colaborando, en la
formación de nuestros hombres. Es uno de los técnicos civiles más formados y va
más adelantado en determinados campos de investigación”.
¿Sabe usted algo del pasado de este colaborador? “No conozco el pasado de
este señor, solo sé que ha respondido siempre a todo lo que le hemos pedido”,
responde el comandante García, destinado en el Ministerio del Interior.
El renacido Luis Enrique Hellín participó en 2008 en un seminario sobre
nuevas tecnologías en la lucha contra el delito del Instituto Universitario de
Investigación en Ciencias Policiales (IUICP) que dirigía José Antonio García
Sánchez-Molero, subdirector del organismo y entonces coronel jefe del Servicio
de Criminalística de la Guardia Civil. Virginia Galero, directora del IUICP,
asegura que a Hellín se le invitó por “su especialidad”, y añade que el curso
perseguía mejorar los medios de la policía científica y del servicio de
criminalística de la Guardia Civil. Este instituto mixto depende de la
Universidad de Alcalá y de la Secretaría de Estado para la Seguridad del
Ministerio del Interior.
EL JUICIO Y LA CONDENA
Asesinato con alevosía: El
juicio contra los asesinos de Yolanda González levantó una gran expectación.
Emilio Hellín fue condenado a 43 años de prisión. En la fotografía, sus
abogados Fernando Muñoz Perea, Dimas Sanz y José Luis Díaz Echegaray, en la
puerta de la Audiencia Nacional. Foto: Bernardo Pérez
El coordinador de este seminario y subdirector del IUICP, José Miguel
Otero, comisario jefe de la Unidad central de Investigación Científica y
Técnica de la Comisaría General de Policía Científica, asegura no conocer a
Hellín y afirma no recordarlo. “Vendría invitado por otros miembros del
instituto”, dice. Junto a Hellín participaron también en la formación de
policías y guardias civiles el juez Eloy Velasco, hoy en la
Audiencia Nacional, y Matías Bevilaqua, un informático detenido recientemente e
imputado en la trama de compra y venta de datos confidenciales desarticulada
por la policía en la que hay implicados varios detectives. El hacker
asegura que aquel programa fue “del más alto nivel” y apostilla que la empresa
de Hellín trabaja “muy bien”. El exconvicto ha impartido numerosos cursos y
talleres de formación en la Dirección General de la Guardia Civil sobre
“teléfonos espías”, obtención de evidencias en Mac, iPhone e iPod, e
interpretación de datos binarios obtenidos de teléfonos móviles. Su último
trabajo conocido es el rastreo de llamadas en el caso José
Bretón, los dos
niños supuestamente asesinados por su padre en Sevilla
PROTEGIDO EN PARAGUAY
La fuga: En 1987, Hellín aprovechó un
permiso para huir a Paraguay, donde recibió protección de Stroessner. Abajo, la
casa en la que residió. En la fotografía de arriba, con el ministro de Justicia
de Paraguay, Hugo Estigarribia. Fue extraditado en 1990. Fotos: Reuters / J.
García
El asesinato de Yolanda González en 1980 conmocionó a todo el país. La
joven nació en Deusto (Vizcaya)
en el seno de una familia trabajadora. Era la mayor de tres hermanos y obtenía
notas brillantes en el colegio público donde estudió el bachiller. A los 16
años se afilió a las juventudes socialistas. Comprometida con sus ideas repartía
de madrugada propaganda revolucionaria a las puertas de fábricas como en las
que trabajaba su padre, un emigrante burgalés y soldador metalúrgico en Nife.
LA ANTESALA DE LA LIBERTAD
Polémicos permisos: En la
imagen, Emilio Hellín sale de la cárcel de Jaén en septiembre de 1993 para
disfrutar de siete días de libertad. Había cumplido la cuarta parta de la
condena y su permiso fue muy criticado a causa de sus antecedentes: una evasión
y dos intentos de fuga.
Del cuello de Yolanda colgaba una cruz Lauburu regalada por el comité de
empresa de una factoría vasca. A los 18 años se trasladó a Madrid para estudiar electrónica en el
centro de Formación Profesional de Vallecas. Vivía en un modesto piso en la
calle del Tembleque, en el barrio de Aluche, y limpiaba casas particulares para
no pedir ayuda a sus padres. “Era una persona lista, con una gran fuerza vital
y entusiasta de las cosas y las personas. Siempre pensando en ayudar a los
demás”, recuerda ahora Alejandro Arizcun, de 61 años, su novio de entonces y
hoy profesor de Historia de la Economía en una universidad pública.
La vida de Yolanda en Madrid giraba entre sus clases en Vallecas, su
trabajo de limpiadora y la sede del PST, una escisión del PSOE. Durante la
segunda quincena de enero de 1980 participó en una huelga general de enseñanza,
según reflejan fotografías en las que aparece a la cabeza de las manifestaciones
estudiantiles. El viernes 1 de febrero de 1980, los militantes de Fuerza Nueva
Emilio Hellín Moro e Ignacio Abad Velázquez, estudiante de Químicas, se
presentaron en el domicilio de Yolanda, en el número 101 de Tembleque, con la
intención de secuestrarla e interrogarla. No estaba, por lo que volvieron sobre
las doce de la noche. En la calle contaban con el apoyo de otros dos militantes
de Fuerza Nueva, Félix Pérez Ajero y José Ricardo Prieto, y del policía
nacional Juan Carlos Rodas, que les aguardaban en un turismo. La joven intentó
impedirles el paso, pero no lo logró. La redujeron con violencia, registraron
el piso y la obligaron a acompañarles hasta el coche de Hellín. Se dirigieron
por la carretera de Alcorcón hacia San Martín de Valdeiglesias, a las afueras
de Madrid. En el trayecto, gritos, insultos y preguntas sobre un supuesto
comando de ETA que no existía salvo en la imaginación de los dos matones.
Acusaciones a las que Yolanda, que acababa de cumplir 19 años, no podía
responder. En un descampado frío y solitario, Hellín obligó a la joven a
descender de su coche y le disparó dos tiros en la cabeza a menos de un metro
de distancia. Abad, de orden de Emilio, la remató en el suelo. Su disparo
impactó en un brazo. “Cuando vi caer a Yolanda, quedé atontado y no me di
cuenta de que disparaba”, relató el primero a preguntas del fiscal durante la
celebración del juicio. La versión de Abad, en la que implicó a su compañero y
dio todo lujo de detalles sobre el secuestro y asesinato, fue idéntica a la del
fiscal.
Días después, el agente que colaboró en el crimen confesó el asesinato al
comisario Francisco de Asís. Hellín descansaba en Vitoria alojado en la casa de
un amigo, inspector de policía. El ultra se jactaba de sus contactos en la
Brigada Operativa de la policía. Además, tenía un hermano en la Guardia Civil,
y entonces los vínculos entre miembros de la ultraderecha y los
sectores más reaccionarios de las Fuerzas de Seguridad del Estado eran
frecuentes.
El 7 de febrero, Hellín y Abad fueron detenidos y confesaron el asesinato.
Ambos aseguraron que lo hicieron en venganza por el asesinato de seis guardias
civiles en el País Vasco y porque sospechaban que Yolanda militaba en ETA. En
el registro de la escuela de electrónica de Emilio, en la que impartía clases
desde hacía 11 años, en el número 1 de la calle de San Roque, se descubrió un
arsenal de armas y explosivos. Con una gran antena, un Scanner VHF y un
receptor captaban las emisoras de la policía y de la Guardia Civil. Era el
material del denominado Grupo 41 de Fuerza Nueva, que dirigía Hellín, destinado
a otros atentados.
Hellín no se resignó a cumplir los 43 aсos de condena (asesinato con
alevosía, delito de depósito de armas y seis delitos de falsificación de
documentos de identidad). Meses despuйs de su ingreso en prisión preventiva se
escapó de la cárcel de Alcalá de Henares en compaсía de 10 presos comunes,
aunque fue detenido horas después. Fue clasificado como interno especialmente
peligroso y trasladado a Herrera de la Mancha, la cárcel más segura del país.
Pero no cejó en su empeño y lo intentó de nuevo cuando le llevaron a la prisión
de Cartagena, y lo logró al aprovechar un polémico permiso de seis días de
libertad concedido el 20 de febrero de 1987 por el juez de vigilancia
penitenciaria de Valladolid José Donato cuando estaba en la cárcel de Zamora.
Hellín huyó a Paraguay con su mujer y sus tres hijos. Y de nuevo volvió a su
pasión: la informática y la inteligencia. Creó el Centro de Estudios
Profesionales de Asunción, dedicado a las clases de informática, y trabajó para
los servicios secretos policiales y militares paraguayos formando a agentes en
la instalación de micrófonos y rastreo de llamadas. Cambiaba de domicilio y
utilizaba solo su segundo apellido hasta que fue descubierto por un reportero
de la revista Interviú que denunció su paradero. En julio de 1989, la Interpol lo detuvo y el 21 de septiembre
de 1990 fue entregado a España y devuelto a su celda de la prisión de Zamora.
Su aventura en Paraguay bajo la protección del régimen de Alfredo Stroessner duró
tres años. El dictador había invitado a su toma de posesión en Asunción a Blas
Piñar, dirigente de Fuerza Nueva, y a León Cordón, entre otros ultras.
CAMBIO DE NOMBRE
De Emilio a Luis Enrique: Tal y
como consta en su acta de nacimiento Emilio Hellín Moro cambió su nombre por el
de Luis Enrique mediante un auto dictado por el Registro Civil de Madrid de
fecha 22 de enero de 1996, poco después de salir de la cárcel. El
ultraderechista nació el 8 de abril de 1947 en Torre de Miguel Sesmero, un
pueblo de Badajoz. En el DNI de Luis Enrique Hellín Moro figura la misma fecha
de nacimiento y en la misma localidad.
Los padres y hermanos de Yolanda González ignoraban la nueva vida del
asesino de su hija. Eugenio tiene 79 años y Lidia, 72. Siguen viviendo en
Deusto y no han conseguido olvidar. Asier, de 39 años, el hermano pequeño, no
oculta su malestar. “Estoy perplejo. Es indignante que este hombre realice esa
actividad. No sé si se habrá arrepentido; todo el mundo tiene derecho a una
nueva oportunidad, pero, si lo hace con una nueva identidad, solo ratifica el tipo
de personaje que es. Está claro que en este país las personas vinculadas a la
extrema derecha gozan de privilegios”. Alejandro Arizcun, el novio de Yolanda,
responde atónito con una palabra: “Tremendo”. Y añade: “Lo que usted me cuenta
demuestra los lazos que Hellín tenía entonces con los cuerpos policiales y que
todavía mantiene vivos. Nunca se investigó a fondo la implicación de algunos
policías en el asesinato”.
Tras la visita del periodista a su oficina en Madrid, Luis Enrique Hellín
ha suprimido de su biografía en Linkedin
la g de su “abuelo inglés”. En su currículo de perito todavía queda una huella
muy profunda de su oscuro pasado: asesor en telecomunicaciones e informática
(1988-1989) del comandante en jefe de Estado Mayor del Ejército y del director
general de la Policía Nacional de Paraguay. ¿Nadie en la Guardia Civil y la
policía sabe quién es este experto forense informático que colabora en
investigaciones criminales y forma a agentes de las Fuerzas y Cuerpos de la
Seguridad del Estado?
La sombra de Fuerza Nueva
J.M.I.
David Martínez Loza, guardia civil en excedencia y
jefe de seguridad de Fuerza Nueva, fue la persona que ordenó el arresto,
interrogatorio y ejecución de la joven Yolanda González, de 19 años, según
aseguró al tribunal Emilio Hellín Moro, el autor material del asesinato,
durante el juicio en la Audiencia Nacional. Hellín señaló que nada más ser
detenido se había confesado autor porque le habían pedido que cargara con toda
la culpa y que le ayudarían. “La propia policía me dijo que no merecía la pena
implicar a más personas”. Hellín aseguró que la ayuda de su partido, del que
fue expulsado tras el asesinato, nunca llegó. Cuando el fiscal le preguntó quién
dio la orden de secuestrar a Yolanda, el ultra respondió: David Martínez
Loza. Hellín implicó a dirigentes de Fuerza Nueva, así como a funcionarios de
policía, pero Ignacio Abad, el otro autor material, descargó sobre él toda la
responsabilidad. Martínez Loza fue condenado solo por inducción a secuestro.
“No se quiso tirar del hilo y buscar la implicación de policías en el secuestro
de mi hermana. Las conexiones de Hellín y de Fuerza Nueva con la policía eran
escandalosas”, recuerda ahora Asier, de 39 años, hermano de la víctima. “No se
investigó la implicación de Fuerza Nueva”, se lamenta también Alejandro
Arizcun, de 61 años, el novio de Yolanda.
Alfonso Guerra, entonces diputado
socialista, afirmó que los minicomputadores PET 201 que utilizaba Hellín eran
usados como terminales de conexión telefónica con un ordenador que la Guardia
Civil tenía en un chalet camuflado en la colonia de El Viso, en el centro de
Madrid, donde operaba un capitán adscrito al servicio de información del citado
cuerpo.
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