27/02/2013 16:26 Jordi Mir
García
Centro
de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universitat Pompeu Fabra de
Barcelona
Stéphane
Hessel
será recordado por muchas personas como aquel que habló de la necesaria
indignación en el mundo que vivimos. El autor de ¡Indignaos!, un
panfleto en el sentido descriptivo de la expresión y no valorativo, señaló la
necesidad de no permitir la pérdida de las conquistas sociales que tanto
habían costado, enfrentarse a los retos existentes, y promover una insurrección
pacífica. Sus ideas pasaron a un primer plano por las grandes ventas del
libro. En abril de 2011 había llegado a los 1,7 millones de ejemplares en
Francia. Había revueltas árabes en marcha y en España tampoco faltaban motivos
para la indignación.
La difusión
de la obra de Hessel llegó a España en un momento en el que se estaba
preparando lo que sería un punto de inflexión, la apertura de un periodo de
movilización social en el que todavía estamos, el 15M. No tardaron en aparecer
las asociaciones que le unían con el 15M. "Padre", "causa",
"guía"... Faltó tiempo para situar al autor y al libro como una causa
de lo que estaba sucediendo. No un posible referente, un síntoma más, sino una
causa. Hablar de causas y consecuencias requiere análisis que no se han hecho
pero tenemos suficientes indicios para pensar que es una interpretación
excesiva.
Hessel
escribió un panfleto pensando en los riesgos de caer en un estado de
indiferencia ante la complejidad del mundo en el que vivimos. Sus ideas no se
elaboraron pensando en la situación social, económica y política que se vivía
en países como España. Hessel no tenía en la cabeza a las personas que impulsaron
el 15M, no escribió para las gentes de Democracia Real Ya, para las de Juventud
sin Futuro, para las del #Nolesvotes de la Ley Sinde, para las que se pasaron
el curso 2008-9 (y anteriores) movilizadas en defensa de la universidad pública
y cuestionando la construcción del Espacio Europeo de Educación Superior
("Bolonia"), para las que ya habían creado la Plataforma de Afectados
por la Hipoteca y que antes habían estado en V de Vivienda o en el movimiento
altermundista... Hessel no escribe pensando en toda esta juventud movilizada.
Es por esto que resultan muy comprensibles las voces que han surgido para
señalar distancias y renunciar a las filiaciones impuestas. Con la eclosión
del 15M, Hessel fue preguntado repetidas veces por la movilización que se
estaba viviendo. Algunas de sus reflexiones y posiciones son muestra de lo
alejado que podía estar de los criterios que los sectores movilizados
intentaban seguir. Por ejemplo, al referirse a la necesidad de líderes o a su
confianza en el gobierno de España.
Pero el 15M
son muchas cosas y Hessel tiene su espacio. Que ha pasado a integrar un amplio
conjunto de referentes, parece claro para una parte significativa de las personas
que participaron y participan. Su consideración de la indiferencia como la peor
actitud posible muestra claramente aquello que quería intentar cambiar en
nuestras sociedades y especialmente en las personas jóvenes. Consideró que la
indiferencia, el pasotismo, las salidas individuales, tenían consecuencias
muy graves para las personas y el mundo en el que habitamos. Veía en la
indiferencia la pérdida de uno de los componentes esenciales del ser humano, la
facultad de la indignación y el compromiso que se deriva de ella. Animaba a
las personas jóvenes a observar a su alrededor y encontrar los hechos que
justificaran su indignación. Él se animó a señalar dos de entrada: la inmensa
separación entre los muy ricos y los muy pobres que no deja de aumentar; y
los derechos humanos y el estado del planeta. En la España del momento no era
difícil encontrar motivos, otra cosa sería la capacidad de movilización.
Hessel
buscaba intentar promover la indignación y el compromiso. Y seguramente en eso
su contribución fue importante. Son muchas las personas que a partir del 15M
decidieron acercarse a las plazas, a los colectivos activos, se politizaron o
repolitizaron, pusieron en cuestión la política institucionalizada y la
economía vigente, y pensaron que había alternativas posibles y que se podía
buscar su consecución. Es muy probable que muchas de ellas lo hicieran animadas
por todo lo que estaba ocurriendo, por la agudización de la crisis, por la
ineficacia de las políticas que se estaban siguiendo, por el ejemplo de otras
personas que se movilizaban y por nuevas ideas que empezaban a circular. Y ahí
estaba Hessel, su panfleto, el éxito editorial que había tenido y los medios
que contribuyeron a informar al respecto y a su divulgación. Ahí estaba
incluso para darles el nombre. De Islandia se quería saber mucho y había
poco, pero Hessel y la indignación estaban muy presentes.
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