Un estudio del Museo del Holocausto de Washington cifra
en 42.500 los campos de la muerte, centros de trabajos forzados y guetos judíos
implantados por Hitler
YOLANDA MONGE
Washington 5 MAR 2013 - 01:42 CET
Museo do Holocausto de EE UU |
Existen los grandes e infames nombres que siempre conformaron la
cartografía del horror: Auschwitz, Dachau, Treblinka, Varsovia. Y luego viene
el vasto e interminable universo de grandes, medianos o pequeños campos de
concentración y guetos que formaron el corazón del régimen nazi. Ahora, un
estudio elaborado por investigadores del Museo del
Holocausto de Estados Unidos en Washington ha cifrado en 42.500 los
centros de la tortura, el sufrimiento y la muerte pensados y puestos en marcha
por los nazis.
El total es tan inmensamente superior al que se creía hasta ahora que puede
que la historia del Holocausto esté a punto de ser reescrita. De hecho, el
hallazgo realizado por Geoffrey Megargee y Martin Dean —principales
responsables del proyecto— es de tal envergadura en los números que aporta que
ha caído como una auténtica bomba entre los especialistas del horror nazi y la solución
final.
Según Megargee y Dean, entre 15 y 20 millones de personas murieron o fueron
prisioneras en algunas de las instalaciones que el régimen nazi creó en
Alemania o en sus países ocupados desde Francia a Rumanía, y que ahora se
identifican en una gran enciclopedia cuyo último volumen está previsto que vea
la luz en 2025. Los lugares ahora documentados no solo incluyen centros de la
muerte, sino también 30.000 campos de trabajo forzado, 1.150 guetos judíos, 980
campos de concentración, 1.000 campos de prisioneros de guerra, 500 burdeles
repletos de esclavas sexuales para los militares alemanes y miles de otros
campos cuyo uso era practicar la eutanasia en los ancianos y enfermos,
practicar abortos y germanizar a los prisioneros.
Hartmut
Berghoff, director del Instituto Histórico Alemán en Washington,
explica que cuando el Museo del Holocausto comenzó esta meticulosa
investigación, “se creía que el número de campos y guetos estaba en los 7.000”.
Partes enteras de la Europa en guerra se convirtieron en agujeros negros de
muerte, tortura y esclavismo con la creación de campos y guetos durante el
reinado de brutalidad de Hitler entre 1933 y 1945. “Ahora sabemos cómo de densa
fue esa red, a pesar de que muchos campos fueran pequeños y tuvieran una vida
corta”, explica.
En un principio, los campos se construyeron para encerrar a los oponentes
políticos del régimen, pero a medida que el nazismo se extendía como un cáncer
por Europa, no solo se dio caza a los judíos sino también a gitanos,
homosexuales, polacos, rusos, comunistas, republicanos españoles… Dependiendo
de las necesidades de los nazis, los campos y los guetos variaban de tamaño y
de organización, concluye el estudio.
El mayor gueto de triste fama es el de Varsovia, que durante su mayor
ocupación albergó a 500.000 personas. El campo más pequeño identificado ahora
por los investigadores del Museo del Holocausto tenía a una docena de personas
realizando trabajos forzados en München-Schwabing (Alemania).
La investigación se ha alargado 13 años, a lo largo de los cuales las
cifras del horror fueron creciendo sin parar a manos de los especialistas...
hasta llegar a esos 42.500. El mapa que dibujan estos números ofrece una
fotografía en la que literalmente no se podía ir a ningún lugar de Alemania sin
encontrarse con un campo de trabajo o de concentración.
Durante años, muchos investigadores han centrado su trabajo en sacar a la
luz a todas las víctimas del Holocausto, que muchos consideraban que era muy
superior a la que se cita en los libros de texto. El número de judíos víctimas
del nazismo se cifra en seis millones.
La investigación no solo abre la puerta a un nuevo capítulo de lo que la
terminología nazi denominó la solución final, sino que posibilitará a
los supervivientes del Holocausto presentar demandas o recuperar propiedades
que les fueron robadas. Hasta la fecha, muchas peticiones a las compañías de
seguro eran rechazadas porque las víctimas decían haber estado en un campo del
que no se tenía registro. Eso acaba de cambiar. Aunque en opinión del profesor
Berghoff, decir que la historia se va a reescribir sería “una exageración”. “La
historia del Holocausto y su dimensión ya se conoce de sobra. Pero estamos
sabiendo nuevos detalles, lo que es muy importante y deja los contornos mucho
más claros”, apunta.
El trabajo ha recopilado documentación aportada por más de 400
investigadores e incluye también relatos de primera mano de las víctimas que
describen con precisión cómo funcionaba el sistema y cuál era su propósito.
Para algunos analistas, el hallazgo no solo es una herramienta fundamental para
estudiosos y supervivientes sino un argumento más para combatir a los
revisionistas y negacionistas del Holocausto.
El caso personal
de Henry Greenbaum, superviviente del Holocausto, de 84 años y que
vive a las afueras de Washington, queda recogido en la investigación del Museo.
Es un claro ejemplo de la amplia variedad de sitios que los nazis utilizaron
para aniquilar a los que consideraban enemigos de su doctrina. Greenbaum pasa
hoy sus días mostrando el Museo del Holocausto a los visitantes. En su brazo
está tatuado el número que el régimen le asignó: A188991. Su primera reclusión
fue en el gueto de Starachowice (en su Polonia natal), donde los alemanes le
encerraron a él y a su familia junto a otros habitantes judíos en 1940.
Greenbaum tenía entonces 12 años.
Su familia fue enviada a morir en el campo de Treblinka,
mientras él y su hermana fueron destinados a un campo de trabajos forzados. Su
siguiente destino fue Auschwitz,
de donde fue sacado para trabajar en una fábrica —también en Polonia— y después
enviado a otro campo de trabajo en Flossenbürg, cerca de la frontera checa. Con
17 años, Henry Greenbaum había pasado por cinco encierros distintos e iba
camino del sexto campo cuando fue liberado por los soldados norteamericanos en
1945.
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