Por: Jenn Díaz | 04 de marzo de 2013
Cuando Virginia Woolf decía que una mujer para escribir necesita una
habitación propia y dinero, no contaba con la gentileza del Instituto
Andaluz de la Mujer. Entonces las únicas mujeres que existían para
la memoria colectiva de la cultura y el feminismo se reducían a las novelistas
Brontë y Austen. La escritora londinense estaba convencida de que en cien años
la mujer ya no sería el sexo protegido,
y cuando decía protegido no le daba el sentido benévolo que podemos darle hoy:
la mujer era el sexo protegido pero no solamente en las calamidades como la
guerra, sino que también le quedaban vedados otros aspectos de la vida como la
cultura, el trabajo o el voto. Sí, hoy, en muchos sentidos, la mujer ya no es,
como ya sospechaba Virginia Woolf,
el sexo protegido, entre otras cosas por iniciativas como el taller Cuéntame tu vida,
unas jornadas gratuitas para que la mujer, para escribir, no necesite ni dinero
ni una habitación propia, sino asistir a estos encuentros que han hecho
coincidir con marzo, mes en que se celebra el Día
Internacional de la Mujer.
Cuando la mujer empezaba a tratar la literatura como instrumento de
autoexpresión, el hombre ya estaba a otro nivel: para él ya formaba parte del
arte, de la cultura. Por eso, durante tanto tiempo se ha creído que la mujer
novelista era únicamente intimista y el hombre estaba capacitado para escribir
sobre diversos temas. En efecto, la mujer era intimista porque
acostumbramos a escribir de lo que conocemos, y la mujer de entonces escribía
de lo que tenía a su alcance. El hombre, para quien no existían barreras, podía
escribir de todo cuando quisiera escribir y conociera. Pero lo importante es
que la mujer no se quede anclada en eso y sea ambiciosa, no como mujer sino
como individuo. Es verdad que durante décadas la mujer estuvo en desventaja.
Ahora que tiene la oportunidad de despuntar, de dar y dar y dar, ¿se va a
detener a divagar y debatir sobre aquellas mujeres que sólo podían hablar de mundos
cotidianos y puramente femeninos?
Para que no se repita la historia y se entre en un bucle de pesimismo, para
no dejar atrás a la víctima (sin convertirnos en verdugo), en Córdoba han
decidido ofrecer un punto de encuentro para todas aquellas mujeres que estén
dispuestas a escribir y leer a mujeres que, cercanas o no, se atrevieron a
pasar aquella línea peligrosa que convertía a una mujer moral en una mujer
descarada y atrevida, hoy en día valiente; hablar de todas aquellas que se
atrevieron y, a su vez, atreverse.
Desde la editorial La Bella
Varsovia nos dicen que" la presencia de la mujer en la
historia de la literatura, hasta fechas muy recientes, se ha limitado a un
papel secundario no como el sujeto que piensa y escribe, sino como el sujeto
sobre el que se piensa y se escribe", de modo que este curso ha sido
creado para que la mujer, además de tener un papel importante, sea el sujeto
que piensa y escribe, y además lo haga en comunidad. Lo más valioso de la
iniciativa es que no pretende hacer más hondo el pozo del feminismo absurdo, sino
que busca darle un nuevo enfoque preparando un lugar en el que se va a hablar
de literatura femenina (escrita por) sin convertirlo en un club de mujeres
resentidas que buscan una venganza poética: "Este taller propondrá la
lectura de textos (cuentos, poemas, fragmentos de otros géneros) escritos por
mujeres a lo largo de la historia, conversando sobre los puntos en común que
sentimos ante lo que expresan, aquello que nos separa de las mujeres que los
escribieron… y aprendiendo con la lectura los trucos literarios de las grandes
maestras". Pero, además, buscan que todas ellas nos cuenten su vida, y
que lo hagan precisamente desde la literatura, la escritura de poemas o
cuentos, de narraciones. Así es como se rompe una lanza por que la mujer sea sujeto
que piensa y no solamente pensado.
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