El MNAC expone las imágenes ‘pictorialistas’ realizadas
en África por este ingeniero militar
JOSÉ ÁNGEL
MONTAÑÉS Barcelona 15 MAR 2013 -
00:39 CET
El primer destino del ingeniero militar José Ortiz
Echagüe (Guadalajara, 1886) después de graduarse en 1909 fue la zona
del Rif, cerca de Tetuán, donde las minas de hierro que España tenía estaban
siendo atacadas por las tribus rifeñas. En África, el joven de 23 años recibió
el encargo de dirigir el servicio de fotografía de la unidad de Aerostación, en
la que realizaba imágenes, primero desde globos y luego desde aviones, para
elaborar mapas y localizar las posiciones enemigas. Pero junto a estas imágenes
profesionales, Echagüe también dirigió el objetivo de su cámara de aficionado
hacia los hombres y mujeres del país, hacia los paisajes y los temas de la vida
cotidiana. Una realidad amenazada, precisamente, por la presencia de las tropas
españolas. “Creo que la parte más importante para que un fotógrafo consiga el
éxito está en el hecho de ponerse en contacto con los personajes en sus
rincones, seguir sus costumbres, observarlas y tratar de capturarlas en su
ambiente”, dejó escrito Echagüe en su diario. Casi 80 de las imágenes
(pertenecientes a la Universidad de Navarra) que el ingeniero fotógrafo creó en
el norte de África, además de una selección de imágenes inéditas procedentes
del Archivo General Militar de Madrid con fotografías de dirigibles y vuelos
aéreos, pueden verse —hasta el 21 de julio, gratis— en el Museo Nacional
de Arte de Catalunya, MNAC.
El comisario Javier Ortiz-Echagüe tiene clara la labor de experimentación
de su abuelo, creando texturas tras raspar imágenes como Muchacho rifeño,
creando primerísimos planos como en Moro del Rif 2, Rifeña 2 o Mora
de Fez 3, y nuevas composiciones en diagonal, puntos de vista y luces
extremas, parecidas a las que luego usaron las vanguardias, como en Porteadores.
“Presentes en sus primeros años, no las abandonará nunca”, asegura.
Sus fotografías de niños, jinetes armados, comerciantes o incluso escenas
de la cruda guerra, son perfectamente reconocibles. Reveladas manualmente, con
mucha paciencia y habilidad, Echagüe usó la técnica del carbón fresson
—en la que empleaba serrín que luego rascaba para sacar la luz—, interviniendo
en el resultado final de cada una de las imágenes. Representante del
pictorialismo fotográfico español —algo que él negaba— sus obras, que parecen
más grabados que fotografías, van más allá del mero registro de la realidad.
Tercer piloto de aviación con título en España, Echagüe fue un pionero con
vida de novela. Tras volver de Marruecos, abandonó el ejército y fundó en 1923
Construccions Aeronáuticas SA (CASA) y, en 1950, la empresa de automoción SEAT.
Echagüe realizó varios libros que le dieron fama mundial. American
Photography lo consideró el tercer mejor fotógrafo del mundo en 1935. Publicó
Tipos y Trajes de España (1930), España. Pueblos y paisajes
(1939), España mística (1943) y España. Castillos y alcázares
(1956). Echagüe retomó su pasión por África al final de su carrera en tres
viajes en 1964 y 1966 (cuando tenía 78 años). Ahora, el fotógrafo se centra más
en paisajes y arquitecturas utilizando la misma técnica de carbones de gran
formato e intentando ocultar los elementos más modernos que ya se percibían en
la sociedad norteafricana. De esta etapa es una de sus imágenes más famosas: Siroco
del Sahara publicada hasta en China y Moscú (fue portada del diario Pravda
en 1966). “Son imágenes oníricas e incluso surrealistas”, asegura el comisario
delante de Fez 1, en la que el enorme grupo de hombres parece ajeno al
fotógrafo. Todos menos un niño que corre en su dirección “y que parece un
Cartier-Bresson”, señala Echagüe nieto.
Las imágenes de Ortiz Echagüe recuerdan a fortunys
fotografiados. En abril, el diálogo entre los dos autores será posible. Será
tras inaugurarse la exposición monográfica que el MNAC ha programado alrededor
de la enorme La batalla de Tetuán de Marià Fortuny.
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