Miles de empresas fueron expoliadas por la Europa
antisemita entre 1941 y 1944
El Memorial de la Shoah recuerda en París aquella infamia
económica
La exposición es
puramente documental: solo hay papeles, algunas fotos y dos o tres
vídeos que explican cómo fue la arianización económica del Tercer Reich
entre 1933 y 1938 y cómo, un poco más tarde, se intentó trasladar ese modelo
“purificador” a la Francia ocupada. La perfecta burocracia del régimen de Vichy
lo apuntaba todo con pulcritud enfermiza. Lo primero fue definir y censar a los
judíos, cosa que resultaría muy útil para hacer redadas, deportaciones y
expoliar bienes, actividades y negocios. Para el censo se imprimieron y
colgaron carteles que explicaban lo que era ser judío, porque los señalados
eran, hasta entonces, solo ciudadanos franceses. Los papeles afirmaban que no
se trataba de una cuestión religiosa: bastaba con tener tres abuelos judíos.
En Alemania, un decreto de 12 de noviembre de 1938 titulado Sobre la
eliminación de los judíos de la vida económica alemana aceleró los pogromos
y los expolios a los negocios judíos, un modelo que enseguida copiarían, con
desigual saña y eficacia, los regímenes aliados de Hitler: primero la Italia de
Mussolini, más tarde Rumanía, Bulgaria, Croacia, Hungría, pero también Holanda,
Bélgica, Noruega, Serbia y finalmente la docta y revolucionaria Francia se
apuntaron a aquel siniestro esbozo de mercado común europeo descontaminado
de sangre judía.
“En 1941”, recuerda el historiador Tal Bruttmann, comisario
de la exposición que se puede visitar en el Memorial de la Shoah de París hasta
septiembre, “la arianización de la economía estaba en marcha en casi
toda la Europa alemana, incluida Francia, donde tras ser introducida por los
ocupantes fue asumida por el régimen de Vichy, que era tan antisemita como el
nazi”.
La expulsión de la sociedad y de la economía de los judíos fue un éxito
rotundo en Alemania gracias al boicot, la presión y los ataques ordenados por
Hitler nada más llegar al poder en 1933. “El primer objetivo era aislarlos en
los pueblos y provincias, para obligarles a ceder sus negocios a bajo precio”,
explica Bruttmann, “y forzarles a emigrar a las ciudades”.
En 1938, el decreto firmado por el ministro de Economía, Hermann Göring,
radicalizó y sistematizó la arianización financiera. En las grandes
urbes, el régimen nazi identifica las tiendas judías con etiquetas y exige a
los judíos un inventario de todos sus bienes. La Noche de los Cristales Rotos,
el 9 de noviembre, es el éxtasis de esa política. En Berlín, junto a la
destrucción de cientos de sinagogas, se saquean 7.500 empresas.
Los empresarios y comerciantes judíos empezaron a ser atacados en el verano
de 1940 por el Partido Popular Francés, los Guardias Franceses y otros grupos
violentos. Las leyes se suceden desde entonces: primero un Estatuto de los
Judíos define quién lo es y se les prohíbe ejercer determinadas profesiones en
la Administración pública; en marzo de 1941, se crea el Comisariado General
para las Cuestiones Judías (CGQJ), dirigido por Xavier Vallat, que se dedicará
sobre todo a arianizar la economía gala. En junio, un segundo estatuto
endurece las leyes raciales. Los judíos son censados y obligados a declarar sus
bienes ante los Ayuntamientos y comisarías. Un gran fichero del Ministerio del
Interior lo centraliza todo. Ellos solo pueden ejercer oficios subalternos, sin
responsabilidad, y pierden el derecho a la propiedad.
El expolio de sus bienes viene enseguida, durará cuatro años, y en él
participan los Ministerios de Interior, Economía, Finanzas, Industria, además
de municipios y prefecturas. En la rutina de la aplicación colaboraron muchos
profesionales privados, notarios, arquitectos, contables…
Para “eliminar toda influencia judía de la economía nacional” (decreto de
22 de julio de 1941), y encontrar compradores a los negocios requisados, Vichy
puso en marcha una verdadera industria represiva y burocrática, que trabajó
tanto en la zona ocupada como en la libre. Hasta la Liberación —junio de 1944—,
la CGQJ nombró 20.000 administradores provisionales de empresas, fábricas,
tiendas y locales y colgó etiquetas en miles de comercios expropiados. A
principios de 1942, se creó la Policía de las Cuestiones Judías, que se
encargaría de localizar negocios de israelitas. En Lyon, donde más había, se
hicieron listas de bienes inmobiliarios por toda la región. Cuando los negocios
se habían arianizado, una parte de los beneficios iba a una cuenta de la
CGQJ.
Acabada la guerra, empezó la restitución de lo robado.
Pero para devolver, hacía falta que el expoliado se presentara. Familias
enteras, 76.000 judíos franceses, fueron deportados a los campos de la muerte
alemanes. La mayor parte no volvió. En los noventa, los fondos que no fueron
reclamados ni restituidos sirvieron para dotar la Fundación para la Memoria de
la Shoah.
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