mércores, 6 de marzo de 2013

“Quiero que todo el mundo sepa que existimos”


Una historia de inmigración en la isla de Lesbos, Grecia. Pero seguro que les resulta conocida.
Por Giorgos Kosmopoulos - Investigador del equipo de Amnistía Internacional para la Unión Europea- 22/02/2013
Para muchas personas, viajar a Grecia es sinónimo de sol y ocio. De hecho, hoy el cielo está despejado y el mar tiene un tentador color azul. Pero para otros, ese mismo mar es oscuro y peligroso.
Mi compañera Carmen Dupont y yo llegamos a Lesbos, una isla griega situada justo al lado de Turquía, y lo primero que vemos viniendo del aeropuerto son mochilas y ropa desperdigadas en una playa cercana.“ Esta mañana han llegado unos inmigrantes”, nos dice con indiferencia el taxista.
El pasado diciembre, murieron ahogadas en las proximidades de la costa de Lesbos 27 personas -la mayoría afganas- que intentaban alcanzar territorio griego cuando volcó la embarcación en la que viajaban. El único superviviente fue un niño afgano de 16 años. Se agolpan en nuestra mente los recuerdos de las visitas que hicimos los días anteriores a uno de los muchos centros de detención de Atenas y a las casas en las que viven las personas que han llegado a Grecia huyendo del conflicto en Siria. Bahrir, Ralya y Alia pisaron suelo griego en circunstancias similares, pero una noche diferente.
El primer día de nuestra visita a Atenas conocimos a la pequeña Ralya, de 10 años. Caminaba descalza por el frío suelo de una casa en ruinas en la que nadie querría vivir. Su familia paga 165 euros de alquiler todos los meses. Huyeron de Siria a raíz del conflicto. Ella vive aquí, con su padre y hermanos, pero su madre está en Alemania.
La embarcación de plástico en la que íbamos por el río Evros se hundió y nos separamos de mi esposa”, nos dijo el padre.
Brahim, uno de sus hijos, de 15 años, nos contó que le encanta jugar al fútbol y que marca muchos goles con su equipo. Un día, Brahim llegó sangrando a casa. Un grupo de jóvenes vestidos de negro le había agredido. Brahim recuerda que uno de ellos iba gritando: “ ¡Pegadle, pegadle!”.
Durante los últimos años, las personas solicitantes de asilo y los inmigrantes en situación administrativa irregular de Grecia se enfrentan a una nueva amenaza: el aumento dramático del número de ataques racistas por parte de grupos de extrema derecha.
Al día siguiente, estuvimos en una fría celda del centro de detención Petrou Ralli de Atenas. Conocimos a Alia, una mujer de un país africano. Hablaba en voz alta, sin importarle si los guardias la oían o no.“ Quiero que todo el mundo sepa que existimos”, dijo. Alia ha solicitado asilo y le han dicho que va a permanecer detenida durante 12 meses.“ Me estoy volviendo loca. No he hecho nada malo, y aun así me castigan”, continúa.
Alia nos contó que le gusta escribir. Los guardias le han dado papel, pero no bolígrafo. Nos ha dicho que de vez en cuando les dejan salir al aire libre, pero no todos los días. Alia nos explicó que un día las mujeres se pusieron a cantar y bailar de forma espontánea durante el rato que salieron al exterior, lo que hizo que los guardias comenzaran a gritar y a ordenarles que pararan de inmediato.“ Pido ayuda a todo aquel que tenga humanidad.”
Un frenazo repentino del taxi al llegar a nuestro destino hace que, de nuevo en Lesbos, nuestros pensamientos vuelvan a centrarse en el asunto que tenemos entre manos. Estábamos allí para hablar con la gente de la isla y, a pesar de la desalentadora situación, nos animó lo que nos contaron.
La llegada de refugiados e inmigrantes a las costas forma parte de la vida diaria de la isla. Desde el verano pasado, muchas de las personas solicitantes de asilo e inmigrantes en situación administrativa irregular que han llegado a Lesbos han permanecido en condiciones precarias en las comisarías de policía de la isla. A los que no detenían, no les daban alojamiento. Pero la gente de la isla intervino para ofrecer su ayuda. Una de las iniciativas fue crear un sistema para ayudar a los recién llegados, llamado el “Pueblo Unido”.
A lo largo del año pasado hemos visto llegar a más y más gente –nos aseguraraon algunos habitantes de Lesbos–. Necesitaban ayuda de verdad. Muchos de nosotros nos volcamos con ellos y les ayudamos. Básicamente hicimos por ellos lo que haríamos por cualquier persona que lo necesitara.”
Este es solo uno de los muchos ejemplos de solidaridad que hemos escuchado en los últimos días. De muchos de estos actos no se suele informar, lo que no quiere decir que pasen desapercibidos para los que más lo necesitan. Este tipo de acciones llevadas a cabo por personas de a pie, en Grecia y otros lugares, deben recordar a los gobiernos europeos su deber de proteger y respetar los derechos de inmigrantes y refugiados.

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