domingo, 31 de xullo de 2011

Soy homosexual, ¿y qué?


En los últimos años la situación del colectivo se ha normalizado más gracias al matrimonio y la adopción, pero los mensajes conservadores en contra de sus derechos vuelven a amenazar las conquistas logradas hasta ahora
SERGIO BARBEIRA 26/06/2011 - 20:00 h.
Hace ya bastantes años, Isaac iba a casa de José como uno más. Cuando era hora de marcharse, se despedía de él y sus amigos, cogía el coche, daba la vuelta a la manzana y esperaba a que se fueran todos. Cuando por fin José estaba solo, Isaac llamaba a la puerta y entraba de nuevo en su piso, aunque esta vez lo hacía en calidad de novio, no de amigo. Ese paripé duró un tiempo, hasta que comenzaron las dudas en la familia y el grupo de amigos. Nadie era capaz de preguntar qué tipo de relación mantenían ambos. Todos tenían más miedo en reconocer la realidad, incluso más que la propia pareja. “Antes de admitir que tu hijo o tu amigo es gay, la gente busca cualquier explicación, por surrealista que parezca”, explica Isaac González, que reside en A Coruña junto a su marido, José Veiras.
Isaac y José no se esconden. Se conocen desde hace 13 años y llevan cinco casados. Dieron el paso poco después de que en 2005 se modificara el Código Civil para reconocer el matrimonio homosexual. Antes de ese hito histórico parecía de ciencia ficción que dos personas del mismo sexo contrajeran matrimonio. Seis años después, son cada vez menos los que se sorprenden. Incluso los que no estuvieron de acuerdo en su día con la ley, ahora la apoyan. Ironías del destino. La normalidad tiene ese extraño poder. Pasó previamente con la ley del divorcio o con la del aborto. Muchos de los que las rechazaron en un primer momento luego se aprovecharon de ambas.
José cree que, después de la aprobación del matrimonio entre gays o lesbianas, la sociedad se ha sensibilizado más con las reivindicaciones del colectivo. No ha pasado nada malo desde entonces, como advertían algunas voces. “Se va cambiando la imagen típica de los gays, ahora la gente sabe que hay de todo tipo, sean guapos o feos, delgados o gordos, con pluma o sin ella”, aclara José. Es cierto que para normalizar una situación, la sociedad siempre necesita referentes y así fue como la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (FELGBT), la más importante y la primera en constituirse en España, articuló su estrategia a finales de los años noventa. Empezaron a pedir exclusivamente el derecho al matrimonio. Su presidente de entonces, Pedro Zerolo, abandonó la FELGBT para unirse al PSOE y reivindicar desde la estructura del partido. Boris Izaguirre, próximo a la Federación, utilizó su gancho televisivo para visibilizar la realidad homosexual en España, lo mismo que hizo el presentador gallego de televisión Jesús Vázquez. Todos son hoy un icono del colectivo y los tres cuentan con el respaldo social. “Hubo una estrategia muy acertada, muy bien organizada, ya que todo el mundo puso su granito de arena, desde los guionistas de las series de televisión hasta los columnistas, pasando por políticos, periodistas o escritores”, señala Fito Ferreiro, coordinador de 7 Cores, grupo LGTB del PSdeG-PSOE.
Pero aparte de lo que hicieran los líderes políticos o los líderes de opinión, el mayor esfuerzo lo protagonizaron y lo protagonizan cada día los millones de personas que, en España, tienen que asumir ante todos su orientación sexual. Todavía hoy asumirlo puede costarle a alguien su puesto de trabajo o el rechazo de la familia y los amigos. “A la gente la veo más receptiva que antes”, cuenta Isaac, para quien las personas mayores se han convertido, sorprendentemente, en las más sensibles. “En mi caso son los que más me comprenden y me fío mucho más de lo que me dice una persona mayor porque ya tiene más vueltas que el resto”, añade.
MATRIMONIOS QUE RESISTEN
Quién le iba a decir a los millones de homosexuales españoles que, tan pocos años después de un férrea dictadura, la sociedad española se convertiría en una de las más avanzadas y sensibilizadas con el colectivo gay a nivel mundial. En Canadá las personas del mismo sexo también se pueden casar, pero muchos canadienses vienen a vivir a España porque reconocen que la aceptación social aquí es mayor. Nuestros vecinos, los franceses, también se sienten más cómodos aquí.
Este año, el lema del Orgullo se consagra, entre otras cosas, al derecho al matrimonio. El motivo reside en que hay inquietud y temor por lo que pueda pasar en las próximas elecciones generales, de las que no se sabe si serán este año o el próximo. Mariano Rajoy, el líder del PP, dijo en 2010 que derogaría la ley de matrimonio homosexual incluso si el Tribunal Constitucional (TC) la avala. Poco después, matizó sus declaraciones y afirmó que esperaría el veredicto del TC y que escucharía a la gente. ¿Oportunismo político? ¿Temor a más de cuatro millones de votos potenciales? Desde el PSOE trabajan con la hipótesis de que Rajoy cambiará la ley para convertir los nuevos matrimonios en uniones civiles, lo cual supondría una importante merma de derechos. También podría quitarles la adopción, algo que, aunque legal, ya es de por sí muy complicado. “El matrimonio es una cuestión absolutamente necesaria porque es un derecho y estoy convencido de que no se modificará”, indica Rafael Moral, presidente de Colega Galicia. “Pagamos nuestros impuestos como todo el mundo”.
Dar marcha atrás supondría un serio revés para miles de personas que tienen pensado, en un futuro más o menos próximo, dar el salto al matrimonio. Pero también sería una faena para las personas que ya se casaron, por todo lo que tuvieron que soportar y por todas las miradas de incomprensión que tuvieron que sortear.
Juan y Gabriel viven en A Coruña y trabajan en multinacionales. Mañana cumplirán dos años casados, aunque reconocen que su intención de casarse no fue bien acogida por su familia en un principio. “No es lo que esperaban, ya que nuestros padres se habían hecho una idea concreta del futuro de cada uno, y casarse con un hombre no entraba en sus planes”, explica Juan. En un primer momento, los padres de Gabriel pensaban que les había “engañado” porque entendían que Juan era un amigo, no su pareja. “Cuando tuvimos la necesidad de normalizar nuestra situación en todos los aspectos fue cuando dimos el salto”, comenta Gabriel. Él nunca pensó en tener pareja estable porque no encontraba a alquien que le aportara algo más que diversión o una cara bonita. Sin embargo, encontró a alguien que le complementa. Sí, un hombre, pero al fin y al cabo es su compañero y su esposo. “Hay que cambiar el estereotipo, los gays, en general, no somos personas que nos subimos en carrozas”, sentencia. En su opinión, para conseguir la tan ansiada normalización poco ayudan las manifestaciones del Foro de la Familia, que clama consignas contra los matrimonios homosexuales. “Esa gente, ¿qué le transmite a sus hijos, entre los cuales habrá algún gay? Les están inculcando ideas en contra de la tolerancia y lo peor de todo es que después van a misa y se las dan de santos”, espeta Gabriel.
EL RETO PENDIENTE
Tener hijos es la gran batalla que se avecina en el colectivo para consolidar la igualdad respecto a los heterosexuales. La adopción les está permitida por ley, pero los trámites son muy complicados. Además, contratar una madre de alquiler está prohibido en España, por lo que muchos tienen que recurrir a esta vía en otros países, sobre todo en Estados Unidos, en donde ya está más extendido, pero todavía es muy caro.
Vanessa Almeida, presidenta de ALAS Coruña, es lesbiana reconocida desde los 18 años –ahora tiene 32– y tiene dos hijos, unos de dos años y una niña de poco más de un mes –nació el 15 de mayo, el mismo día en que surgió el movimiento de los indignados–. El primero lo tuvo de una relación heterosexual, mientras que el segundo lo tuvo por inseminación con un amigo gay. Ambos comparten la custodia legal de la niña. Su ejemplo demuestra una realidad cada vez más frecuente y palpable: el ansia por formar una familia no conoce de orientaciones sexuales. “Las parejas homosexuales llevan criando niños toda la vida, solo que no se sabía”, espeta Vanessa.
Desde los ambientes conservadores de medio mundo se está intentando despretigiar un modelo familiar con padres homosexuales, poniendo el énfasis en los efectos negativos que esto puede tener sobre los hijos. Sin embargo, esas teorías rancias se caen por su propio peso, ya que, desde siempre, el 100% de los gays, lesbianas, bisexuales o transexuales se han criado en familias heterosexuales, o al menos supuestamente. “La sociedad es lo único que puede golpear a un niño por tener una familia diferente, pero también tu padre o tu madre son diferentes si son negros, alcohólicos o unos maltratadores”, argumenta Vanessa. “Un niño adoptado por una familia homosexual es un hijo muy querido porque sus padres tuvieron que pensárselo mucho, pasar por muchos trámites y pruebas y dejarse una fortuna, no es un calentón de una noche”, asegura Isaac González.
Juan y Gabriel también pensaron hace años en adoptar, aunque hay dos cuestiones que les frenan a la hora de dar el paso definitivo. Por un lado está su estilo de vida, que les deja poco tiempo para cuidar los niños. El segundo aspecto, y el más importante, es el papel que juega el entorno social. “Creo que la sociedad no está preparada para admitir esto, hay que ir quemando etapas y ya hemos superado la del matrimonio”, sostiene Juan. Tanto él como su marido tienen miedo de los traumas que le pueden causar indirectamente a su hijo por su condición. “Va a ser el blanco de muchos insultos”, matiza Juan. Vanessa resta importancia a las mofas. “Si no te insultan por ser hijo de gays lo harán por llevar gafas, ya les gustaría a muchos niños tener el amor de una familia homosexual”, afirma.
LAS LESBIANAS, UN ENIGMA
Hace dos años la fiesta del Orgullo se consagró a las lesbianas. Su visibilidad es muy inferior a la de los hombres por diversos motivos, entre los que se encuentran el papel dominante del hombre en la sociedad y en la facilidad que las lesbianas tienen para ocultar su orientación. Bárbara G. Vilariño es lesbiana y, aunque no tuvo problemas por revelar su orientación, cree que hoy en día se acepta al homosexual si “sigue la heteronorma”, es decir, solo si una lesbiana es femenina y lleva un estilo de vida tradicional. Considera que la visibilidad de las lesbianas es escasa por muchos motivos, entre ellos por el papel del hombre y por los prejuicios que aún existen sobre ellas. “Hemos sido educadas para ser madres y mujeres de un hombre”, añade. Pese a su juventud, Bárbara tiene muy claras sus ideas, en línea con la teoría queer. “Yo soy una mujer pero elijo serlo como quiera”, sentencia.
Está de acuerdo con la teoría de Alfred C. Kinsey, que deshechó la idea de que las personas son solo heterosexuales o homosexuales. La escala de Kinsley establece seis niveles de orientación sexual por los que cada individuo transita en alguna etapa de su vida. Kinsley rompió los esquemas de millones de personas en todo el mundo al publicar una encuesta que revelaba, entre otras cosas, que más de un 60% de los hombres y un 33% de las mujeres de EE UU tuvieron relaciones homosexuales desde los 16 años. Hace ya más de 50 años de estas revelaciones, lo cual ya es en sí otra revelación. “La orientación sexual es algo que varía a lo largo de tu vida, yo tuve novio, aunque no creo que vaya a compartir mi vida con un hombre”, asegura Bárbara.
Elisabet Pérez, vicepresidenta de Nós Mesmas, una asociación de lesbianas de Vigo y de las más activas en estos momentos, cree que la mujer siempre fue relegada a “un segundo plano”. En su opinión, un importante reto que queda por lograr es que la inseminación en la sanidad pública se pueda hacer “sin ningún tipo de trabas”. Elisabet valora que este año se hayan denominado los festejos del colectivo como Orgullo, ya que a su entender la palabra gay solo se refiere a los hombres. Hay mucha polémica en torno al término, pero la comunidad internacional lo adoptó como las siglas de “Good As You” (“Bueno Como Tú”, en inglés, en respuesta a los heterosexuales). Estos días, tanto Nós Mesmas como otras organizaciones llevan a cabo sus actos de visibilidad para decirle al resto de la sociedad que son tan orgullosos y tan buenos como ellos. Quizás dentro de unos años este tipo de reportajes sobrarán.

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