Por: Mª Ángeles Cabré | 04 de
diciembre de 2013
Algo parecido a una pequeña historia del feminismo a través de su ideología
podríamos decir que esconde Ideas que
cambian el mundo, que firman Sara Berbel, Maribel Cárdenas y
Natalia Paleo, y acaba de publicar Cátedra en la ya mítica colección
“Feminismos”, fruto de la colaboración con la Universidad de Valencia y
dirigida por la historiadora Isabel Morant. Una historia de las ideas que
contiene un gran acervo de datos no articulados cronológicamente, sino en
función de algunos de los principales grandes valores éticos modernos recogidos
en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948; valores que, en la
correspondencia filosófica entre Victoria Camps y Amelia Valcárcel que es Hablemos de Dios (Taurus,
2007), Camps consideraba las bases para un acuerdo ético de mínimos en lo que a
la construcción de una sociedad digna se refiere.
De ahí que la igualdad, la libertad, la fraternidad, la justicia social, y
también el internacionalismo, se conviertan en este volumen en los raíles por
los que discurren las muchas mujeres que, herederas de algunas de las premisas
de la Revolución francesa (las que llevaron a reconocer la existencia de los
derechos de los ciudadanos, ya sean hombres y mujeres), han impulsado
reivindicaciones de cuyos frutos hoy gozamos todos y todas, y de los que por
desgracia muchos ciudadanos y ciudadanas no son nada conscientes, cosa que
desemboca en el desprestigio de la palabra “feminismo” (acaso, junto a
comunismo, el ismo más injustamente denostado), que en este volumen se
reivindica desde la solvencia de los datos y sin afán panfletario.
Como “ablación de la memoria” bautizó precisamente Valcárcel ese voluntario
olvido de quiénes somos y de dónde venimos que es hoy práctica usual,
especialmente entre las mujeres jóvenes, quienes en un juego de
prestidigitación que sólo podemos achacar a su supina ignorancia, atribuyen los
muchos derechos y avances de que disfrutan a algún alma generosa de nombre
ignoto, como si el voto femenino o el divorcio hubieran nacido con la primera
Eva, al estilo de los complementos de la muñeca Barbie, cuando en realidad los
frutos legislativos de tantos esfuerzos colectivos no se han dado hasta bien
entrado el siglo XX y responden a muchos sudores y a muchas lágrimas.
A decir verdad, ese alma generosa lleva tantos nombres como mujeres y
hombres (sobre todo mujeres) lucharon por la consecución del ideario feminista
en sus muchas variantes y modalidades, de las ilustradas a la Declaración de
Seneca Falls, del feminismo socialista a nuestras republicanas y un
largo etcétera: Flora Tristán (autora de la frase “Proletarios de mundo,
uníos”, atribuida a Marx), Madame de Staël, Simone de Beauvoir [en la foto],
Alejandra Kollontai, Emilia Pardo Bazán, Emma Goldman (“La mujer más peligrosa
del mundo”, como se la llamó), Lucía Sánchez Saornil, Clara Campoamor, Mary
Wollstonecraft, Josefa Amar, George Sand, Rosa Luxemburgo (“La rosa roja”),
Concepción Arenal…
Hay otras muchas, menos recordadas por la Historia, como Inés Joyes, autora
a finales del siglo XVIII de Apología de las mujeres, donde denunció la
tiranía sobre nuestro sexo e invitó a las mujeres a unirse y luchar juntas; o
la obrera textil Teresa Claramunt, líder del movimiento anarquista y creadora
de un sindicato femenino en Sabadell a finales del siglo XIX. O bien María
Cambrils, quien se encaró con Marañón y sus insultantes ideas sobre la
condición de la mujer (nos enviaba a parir y a los hombres a trabajar)
llamándolo “pigmeo”.
Sin olvidar a otras de gran compromiso político como aquella otra María, en
este caso Espinosa, quien en 1918 impulsó la creación de la primera asociación
feminista de España, la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), entre
cuyas integrantes se contaban María de Maeztu y Victoria Kent. O Carmen de
Burgos, escritora y impulsora a comienzo de los años 20 de la Cruzada de
Mujeres Españolas, artífice del primer manifiesto patrio a favor del sufragio
femenino. O la germana Clara Zetkin,
amiga de Rosa Luxemburgo y creadora de la primera Oficina de la Mujer dentro de
un gran partido europeo, en su caso el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD); y
de quien dijo nuestro Andreu Nin que era “un magnífico ejemplar de caudillo
revolucionario”.
Un acervo de nombres de mujer, que nos llevan desde las pioneras como Olympe de Gouges hasta
el ciberfeminismo de hoy, pues la Red se nos antoja el espacio ideal para el
empoderamiento femenino e invita, como dicen las autoras, a compararlo con el
internacionalismo que soñaron las socialistas de principios del XX. Y es
que desde Olympe de Gouges, esa francesa que nació en la misma localidad donde
murió Azaña, luchó por la abolición de la esclavitud, exigió reformas sociales
y fue la artífice de la célebre Declaración de los derechos de la mujer y de
la ciudadana (versión “libre” de la que en 1798 aprobó la Asamblea Nacional
Constituyente), el feminismo ha tenido muchas voces y muchas caras.
Este ensayo hace también hincapié en el consabido retraso hispano, que
llevó a que las aspiraciones feministas no se articularan aquí con cierto orden
hasta comienzos del siglo pasado, un desarrollo tardío directamente vinculado
con el actual déficit democrático, en que el feminismo aún tiene que actuar
desde las barricadas reivindicando derechos que debieran estar ya plenamente
asentados y que, o bien jamás se ostentaron (como la igualdad de género en la
cultura) o bien peligran (como el aborto).
Porque ahora más que nunca, cuando tantos logros cuelgan de un hilo, es
válida la aseveración que Fourier formuló hace ya dos siglos: “Los progresos
sociales y los cambios de período se operan en razón del progreso de las
mujeres hacia la libertad, y las decadencias del orden social se operan en
razón del decrecimiento de la libertad de las mujeres”. El ejercicio de memoria
que es este libro sale al paso para conjurar esta segunda opción, y viene que
ni al pelo en la actual coyuntura histórico-económico-social. Pues como afirma
Nancy Fraser: “El género tiene dimensiones político-económicas porque es un
principio básico de la estructuración de la economía política”. ¡Estemos vigilantes!
Y sobre todo, no olvidemos los logros en este caso de nuestras antepasadas.
Mª Ángeles Cabré,
escritora y crítica literaria, acaba de publicar Leer y escribir
en femenino (Barcelona, Editorial Aresta, 2013). Dirige el
Observatorio Cultural de Género (OCG).
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