Un gran archivo público y accesible en la Red traza una
historia de la fotografía española narrada por Masats, Maspons, Vieitez,
Schommer, Piedad Isla y otros de sus protagonistas
Autodidactas obstinados, corredores de fondo solitarios, incorregibles
individualistas, cazadores de gestos anónimos, maestros de la luz, los
fotógrafos españoles —forjados ya sea en la dura posguerra o en las
postrimerías de la transición— tienen, además de un mapa de imágenes
imperecederas, un gran relato. La voz de la
imagen. Historia de los fotógrafos españoles es el proyecto oral
y visual que pretende reunir en un gran archivo público y online la
historia de la fotografía contada por sus protagonistas.
De la mano del historiador y académico Publio López
Mondéjar y del cineasta José Luis López
Linares, y con el apoyo del Ministerio de Cultura, el proyecto
(impulsado por la dirección general de Bellas Artes hace tres años) nos permite
conocer los detalles de cómo ha discurrido un oficio y un arte ninguneado hasta
no hace tanto tiempo. Es la historia en primera persona de gente tan dispar
como Virgilio Vieitez, Oriol Maspons, Ramón Masats, Eugeni Forcano, Piedad
Isla, Alberto Schommer, Leopoldo Pomés, Ricard Terré, Rafael Sanz Lobato, Toni
Catany, Gonzalo Juanes, Colita, Josep María Ribas Prous, Gabriel Carvajal,
César Lucas, Ana Müller, Jordi Olivé, Manuel Outumuro, Pérez Barriopedro y
Enrique Meneses, entre otros fotógrafos que se irán sumando a un archivo vivo
que pretende crecer y sumar voces. “Queremos que sea un gran friso de una
memoria que sigue abierta”, apunta López Mondéjar , que recuerda como el
proyecto arrancó hace ahora ocho años, con un fin de semana junto al entonces
anciano Virxilio Vieitez, quien sentado junto a una estufa les relató en la
misma casa de Soutelo de Montes donde había nacido los derroteros de su ya
larga vida. Criado entre mujeres, con su padre muerto, huyó con solo 16 años a
la Costa Brava, donde descubrió “el rollo de la fotografía”. Volvió a Galicia
con el oficio en la maleta y una forma de vida gracias a las fotos de carné, las
bodas y los bautizos. “Yo era obrero y empresario, siempre trabajé con mis
propias ideas”, relata a la cámara el viejo fotógrafo gallego, cuyo ingente
archivo se considera hoy una joya de la fotografía documental española.
“Vieitez nos dijo algo que se nos
quedó grabado: ‘Yo nunca hice una foto por gusto’. Fue entonces cuando nos
dimos cuenta de que se iban a morir todos, de que nos íbamos a perder sus
historias, que las generaciones futuras se quedarían sin el relato de hombres
excepcionales”, explica López Mondéjar. “Y además, nosotros nos quedaríamos con
la curiosidad de saber cómo era estar en su piel, conocer cómo trabajaban, para
quién, qué les movía, cómo resolvían sus problemas técnicos, en qué condiciones
de libertad o de represión ejercían su oficio”, añade López Linares.
La voz de la imagen está
concebida como un portal de libre acceso en el que se irá colgando el material
rodado y editado. De momento están disponibles seis entrevistas y otras cuatro
más que se subirán en las próximas semanas. “En total llevamos unas 15”,
puntualiza López Mondéjar. Cada entrevista-documento dura 15 minutos y en ellas
el fotógrafo de turno, único protagonista, se explica a su manera. Como la
excepcional serie Contactos, que ideó William Klein para en Canal Arte y
el Centro Nacional de la Fotografía francesa, La voz de la imagen
funciona en su totalidad pero también como pequeñas piezas aisladas. “Creemos
que estos documentales constituyen una herramienta valiosísima para la
enseñanza y la divulgación de nuestra cultura contemporánea”, apuntan los
autores en la introducción a la web. “No solo estaríamos mostrando la historia
de la fotografía española al público general, sino que, a partir del testimonio
inestimable de los fotógrafos, les acercaríamos eficazmente a la realidad social,
laboral, política y económica española”.
Recuerdos, anécdotas, leyes no escritas de una profesión imberbe, historias
de pueblos y de capitales de provincia, de Madrid, Barcelona y París. En la
historia de la fotografía española se cruza de forma sorprendente la atracción
por las costumbres más enraizadas y las tradiciones populares con los destellos
de un nuevo mundo. A velocidad de vértigo se cruzan por el mismo camino
procesiones y seiscientos.
Revistas, periódicos, agrupaciones fotográficas provinciales, agencias de
noticias, asociaciones fotográficas que impulsaron las primeras revistas
especializadas. “Nosotros no éramos conscientes de que retratábamos una época,
nosotros solo queríamos hacer fotografías”, dice Ramón Masats (Caldes de
Montui, 1931), que en su vibrante encuentro confiesa no solo que odia su famosa
foto del cura (“Es como si solo hubiese hecho una, algo que a lo mejor es verdad”)
sino que llegó un día en que se cansó: “Yo he sido muy feliz haciendo fotos,
hasta que se acabó, me volví un gandul y me dejó de motivar”.
Sobre el instinto callejero de Eugeni Forcano (Barcelona en 1926), su
enorme expresividad, bastaría su siempre estremecedora La mirada insondable
o ese niño inconsolable que llora en La Monumental de Barcelona, pero
escucharlo nos acerca a una extraña inocencia que contrasta con su bigote
puntiagudo. “Hice mi primera foto con una cámara de madera de mi madre, nadie me
enseñó nada”, afirma Forcano en su barroca casa, rodeado de muñecos, maderas y
decenas de antiguedades.
En un entorno más aséptico, otro gran documentalista, Ricard Terré, nacido
en Barcelona en 1928 y fallecido en Vigo en 2009, compara su gesto con el de un
matador: “Es como el torero, que no recrea el movimiento del toro sino que se
aprovecha del movimiento del toro”. Terré no huye de su foto icónica, se
detiene en ella. Es la imagen de esa niña bizca vestida de primera comunión
provoca: “Me desanconsejaron exponerla pero yo nunca, ni con las fotos más
duras, tuve la intención de provocar o escandalizar. Para mí era una imagen
llena de ternura”.
Alberto Schommer (Vitoria, 1928), en su estudio lleno de libros, evoca la
figura de su padre fotógrafo, el deseo de Balenciaga de captarle como cámara
para sus modelos cuando era joven, la negativa de su progenitor y la irrupción,
finalmente, de la política en su mundo de grandes retratos y brutales máscaras.
“¿Para qué hacemos fotos?”, se pregunta Leopoldo Pomés, pionero de una mirada
cargada de belleza y sofistificación, “como dice García Márquez, para que nos
quieran, para que nos noten”.
Y lejos de los grandes nombres, en un entorno mucho más
humilde, Piedad Isla (como Vieitez fallecida y como él obrera de las fotos de
carné, las bodas y bautizos) resucita con su mirada un mundo rural perdido.
“Había leyes que prohibían a las mujeres hacer muchas cosas, pero ninguna decía
que una mujer no pudiese ser fotógrafa. Así que yo decidí serlo”, dice esta
mujer nacida en Cervera de Pisuerga en 1926, que alternó la fotografía con la
investigación etnográfica y cuya imagen en Vespa y "siempre" con
casco acabó siendo mítica en las montañas palentinas. “Cuando yo iba a los
pueblos era casi una fiesta, había tan pocas cosas que celebrar, que
efectivamente aquello era una fiesta”.
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