Jean-Yves Ollivier cuenta por primera vez después de 30 treinta años la
conspiración internacional que organizó en los 80, conllevando la liberación de
Mandela. Lo hace en la película Plot for Peace, que se estrena el jueves en
España
BEGOÑA PIÑA Madrid 04/12/2013 publico.es
"Mandela
no sabe nada de mí. ¿Qué importa? La partida ha terminado". Son palabras
de Jean-Yves Ollivier, un hombre de negocios francés de origen argelino, que
conspiró en nombre de la paz y consiguió -después de negociaciones secretas,
reuniones al más alto nivel e incluso intercambio de prisioneros a costa de su
propio dinero- la liberación de Nelson Mandela.
Monsieur
Jacques -nombre con el que operó todo aquel tiempo- ha mantenido esta historia en
silencio durante 30 años y ahora, con algunos de sus protagonistas
desaparecidos, ha decidido contarla. Lo hace en la película documental Plot
for Peace. Narrada en forma de thriller político, es una producción de la
fundación African Oral History que codirigen el español Carlos Agulló y la
sudafricana Mandy Jacobson, que ha conquistado importantes premios y que se
estrena ahora en España.
"Mi
complot por la paz estaba funcionando", dice en un momento de la película
Jean-Yves Ollivier, un hombre de negocios para quien la mediación política es
una especie de deporte de alto riesgo en el que está altamente especializado.
Argelino de
nacimiento, tuvo que salir de su tierra con su familia en 1962. En París pasó
en la cárcel siete meses que le marcaron la vida -"Si no hubiera vivido
aquello, no sería hoy la misma persona"-. Después de aquello no se sabe
mucho más de este hombre, que en los 80 llegó a la Sudáfrica del Apartheid,
donde vio que los blancos podían vivir un destino parecido al que sufrió él
mismo. "La discriminación racial debía llegar a un fin pacífico
negociado". Y se puso manos a la obra.
Se reunió
con presidentes y altos cargos de al menos seis estados, entre otros, Cuba y
EE.UU. Se puso en contacto con movimientos armados, líderes de los ejércitos,
guerrillas... y organizó un intercambio de prisioneros, clave para la
firma del Protocolo de Brazzaville (diciembre de 1988), con el que se negociaba
el fin de la guerra del Cono Sur africano, se abría el proceso de independencia
de Namibia y la retirada de las tropas cubanas de Angola. Era el comienzo del
fin del Apartheid.
¿Por qué
ha guardado esta historia durante 30 años? ¿Por qué la cuenta ahora?
Quizá no me
pareciera suficientemente interesante... Nadie más podía contarla, porque el
único que tenía toda la historia, todo el conjunto, era yo. Ahora, después de
bastante presión, me han convencido y he decidido hacer la película y escribir
un libro.
¿No le
parecía suficientemente interesante?
Cuando la
gente normal sale de su vida normal, no se da cuenta enseguida. Se da cuenta
bastante después. Entonces no lo creía, ni siquiera tomé notas de nada, no
tengo ni una foto... Solo me quedé con los recuerdos en la memoria.
30 años
después, ¿qué siente cuando mira atrás y piensa que usted ayudó a liberar a
Mandela?
Yo participé
en una serie de acontecimientos que llevaron a la liberación de Mandela, pero
no lo hice yo solo. El Apartheid tenía que morir, iba a morir. Y entonces había
jóvenes en todo el mundo manifestándose en contra, ellos también contribuyeron.
Lo que sí le concedo es que lo que hice abrevió el camino de su liberación.
Es
evidente que no ha necesitado el reconocimiento de otros, pero al menos sentirá
una gran satisfacción personal, ¿no?
Sí. Cada vez
que pienso en el momento en que apareció Mandela, cuando le liberaron, en el
Estadio de Soweto, donde solo había 15 blancos, yo, entre ellos... esos gritos,
esos cantos... una emoción extraordinaria se apodera de mí. Hoy, pienso en
aquello, y vuelvo a sentir esa misma emoción. Así que sí, mentiría si dijera
que ahora no siento cierto orgullo y satisfacción.
Usted es
un hombre de negocios, todo aquello ¿hubiera podido hacerlo sin el dinero que
tenía?
Seguro que
no. La suerte es que yo tenía los medios para hacerlo. Aunque debo decir que si
lo hubiera calculado antes, igual no lo hubiera llevado a cabo, porque no sabía
cuánto dinero sería y la máquina necesitaba seguir siempre en marcha. También
depende de lo que haga uno con el dinero.
En su
pasaporte pone ‘jubilado', pero usted mismo ha dicho que "de jubilado,
nada", ¿sigue haciendo trabajos de mediación política o solo negocios?
Ambos. Y no
solo en África. He ayudado a la paz en otras circunstancias, pero no puedo
hablar de ello.
Tras el
intercambio de prisioneros en Maputo, una de sus grandes apuestas entonces, se
fueron los 20 aviones que habían aparecido y se olvidaron de usted, que se
quedó solo en el aeropuerto. ¿Qué sintió entonces?
Esa noche en
Maputo, había, efectivamente, 20 aviones allí gracias a mí. Me sentí como el
maestro del mundo y, justo después, me sentí como el maestro de la nada. Pero
la soledad es algo que me ha acompañado siempre en esta aventura. Yo no podía
revelar la más mínima parte de mi plan a los demás. Todos eran mis cómplices,
pero ninguno podía entender el objetivo verdadero de la cosa porque ninguno podía
conocer todo el plan. Así que rodeado de cómplices, me sentía más solo todavía.
Su
historia demuestra que la voluntad de una sola persona puede cambiar muchas
cosas.
Vivimos
en un mundo lleno de ejemplos así. La película puede animar a la gente a tomar
el destino en sus manos, a hacer ese servicio a la paz. Si hay algún mensaje en
esta película es para los jóvenes, para que piensen que siempre se puede hacer
algo. Si se consigue llegar con eso, la película valdría mucho. Y yo creo que
la película va a llegar.
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