Un archivo de 500 imágenes inéditas de la I Guerra
Mundial, hechas durante años por un militar anónimo, será la base de una gran
exposición en 2014, centenario de la contienda
Todo comenzó en 2003, cuando el fotoperiodista Pablo San Juan encontró por
casualidad en un mercado de Tánger un curioso material: unas cajitas de madera,
de 15 x 20 centímetros, dentro de cada una de las cuales había 50 placas de
vidrio con imágenes.
El vendedor le dijo que eran fotos pero que se veían al revés. Lógico,
teniendo en cuenta que eran negativos obtenidos con una cámara estereoscópica
Verascope. Cuando San Juan extrajo uno de aquellos negativos comprobó que
reproducía una escena bélica antigua. Intrigado, no dudó en llamar de inmediato
para contarle su hallazgo a su amigo Jesús Rocandio, un fotógrafo riojano responsable
de la Casa de la Imagen de Logroño. La CDI es una entidad especializada en la
conservación de material fotográfico que ha impulsado iniciativas tan solventes
como Fotoconservación, un encuentro internacional celebrado en 2011 donde se
actualizaron las técnicas de restauración de patrimonio fotográfico. Rocandio
no dudó en recomendarle encarecidamente que comprara todas las cajas. Lo hizo,
y cuando estas llegaron a Logroño, Rocandio y sus ayudantes descubrieron con
gozo que habían adquirido un verdadero tesoro: una colección de medio millar de
negativos estereoscópicos de gran calidad, fechados, localizados y, muchos de
ellos, con comentarios. Como explica el fotógrafo Carlos Trespaderne, compañero
de Rocandio en la Casa de la Imagen, “la técnica estereoscópica de aquella
época consistía en un cámara con dos objetivos y un disparador. La imagen que
se obtenía era doble y correspondía una a cada ojo. Las dos quedaban recogidas
en una placa de cristal, el negativo. Cuando la información llegaba al cerebro creaba
la sensación de profundidad”, una suerte de 3D en los albores del siglo XX.
La colección supone un documento inédito de la I Guerra Mundial ya que, “a
diferencia de la mayoría de imágenes que conocemos sobre esta contienda, nos
sumerge de lleno en el frente de la contienda, en la guerra de verdad; vemos
las trincheras, las armas, los tanques, los cañones, los ejércitos, las
destrucciones... Nunca se había visto esta guerra así”, asegura Trespaderne.
La colección está formada por 500 negativos de entre 1916 y 1938. Un primer
bloque de 235 placas se obtuvieron durante las principales batallas de esta
contienda, como Verdun, Arras o Somme. El resto corresponde a la posguerra y
retrata escenas familiares y vacaciones localizadas en Niza, el sur de Italia o
el norte de África.
Aunque se sabe que el autor de estos negativos era un militar francés,
seguramente un capitán de artillería —extremo deducido por sus minuciosos
comentarios sobre el calibre de los cañones—, aún no se hay datos sobre su
identidad, ya que no firmaba sus fotografías. Ahora se investiga quién era
realmente este oficial aficionado a la fotografía cuyo trabajo tiene, según él,
“un gran valor documental y estético: tenía un ojo fotográfico estupendo, sus
planos están muy bien construidos y sabía componer muy bien para 3D”.
La Casa de la Imagen inició hace ahora una década el
lento proceso de conservación de este material, estabilizándolo, aislándolo,
reproduciéndolo y realizando una complejísima restauración digital. “Las cajas
llegaron en muy malas condiciones, el clima del norte de África, tan seco, es
terrible, tenían hasta termitas”, recuerda Carlos Trespaderne. En 2007
organizaron Bélica, una primera muestra con una mínima parte de este
material; y ahora trabajan para la puesta en marcha de una exposición
definitiva, y la publicación de un libro en 2014 con motivo del primer
centenario del inicio de la contienda. Para ello, la entidad se ha puesto en
contacto con asociaciones y organismos de diferentes países que participaron en
la guerra, como Italia, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda o Reino Unido.
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