La inserción laboral de las inmigrantes pasa, casi en exclusiva, por el
sector de las tareas domésticas y los cuidados personales.
Sin seguridad social en la mayoría de las ocasiones, se trata de un
colectivo expuesto a la vulnerabilidad y la precariedad.
Eduardo Azumendi 06/12/2013 – eldiario.es
Matilde Barroso es boliviana. Tiene 52 años y los diez últimos lleva
residiendo en España. Los cinco últimos en Bilbao. Pero a pesar de que está
plenamente integrada en la sociedad, le siguen preguntando cuándo vuelve a su
casa. Y la respuesta siempre es la misma. "Mi casa está aquí. No tengo más
hogar que éste". Desde finales de 2011 las cosas no le han ido bien
laboralmente. Perdió su trabajo como asistenta del hogar y ahora se afana en
buscar un hueco en el mismo sector. "Siempre he tenido trabajos precarios,
pero me he ido apañando. A veces siento que las mujeres que nos dedicamos a las
labores del hogar somos invisibles para el resto. Y más, si somos de
fuera". Se trata de una fuerza invisible de trabajo, pero es la que
hoy en día sustenta el área de los cuidados personales a ancianos y niños, dado
respuesta a la dependencia, el mantenimiento de la estructura demográfica y el
acceso de la mujer autóctona al mercado laboral.
La inmigración en el País Vasco tiene cara de mujer, de mujer
latinoamericana. Es lo que asegura Gorka Moreno, director de Ikuspegi-Observatorio
Vasco de Inmigración. Según Moreno, en los últimos años ha emergido un modelo
en el que la inserción laboral precaria de la mujer inmigrante en el sector de
las tareas domésticas y los cuidados personales va a ser "uno de los ejes
para el mantenimiento de las cotas de bienestar de la población autóctona".
El recrudecimiento de la crisis está frenando este ascenso porque muchas
autóctonas han perdido su puesto de trabajo y han vuelto a casa a la espera de
dar de nuevo el salto, apunta Consuelo Parra, presidenta de Prestaturik, la
Asociación de Profesionales Extranjeros de Álava. "Las inmigrantes han
dado la oportunidad a las vascas de acceder al mercado laboral al ocuparse de
todo lo relacionado con las labores del hogar y los cuidados personales, pero
se está produciendo una involución. Se trata de un paso atrás porque las
mujeres inmigrantes apenas han cotizado al desempleo y carecen de
recursos".
El 96% de las mujeres inmigrantes en el País Vasco que están trabajando lo
hacen en el sector servicios y es el subsector de las tareas domésticas el más
relevante. "El mayor acomodo en el mercado laboral de las inmigrantes se
da a costa de unas condiciones laborales relativamente precarias y, en general,
peores que los hombres inmigrantes: mayor tasa de empleo sin contrato, peores
condiciones, ingresos menores…", recalca el director de Ikuspegi.
Cuestión cultural
Dentro de las mujeres inmigrantes también hay clases. Las mujeres
africanas, especialmente las magrebíes, muestran los peores indicadores de
integración social y laboral. La población de origen magrebí tiene unas tasas
de actividad –64,5%– por debajo de la media del colectivo extranjero, que
es del 75,5%, pero sobre todo, estas cifras son muy bajas entre las mujeres
magrebíes, donde menos de cuatro de cada diez son potencialmente activas. Esta
alta tasa de inactividad de las mujeres magrebíes se debe
fundamentalmente a cuestiones culturales. Las mujeres africanas que están
trabajando lo hacen en sectores como la hostelería –37,2%– , el comercio –23%–
y el de servicios a empresas –13,3%–.
Fatima Nouioura tiene 29 años. Es de Marruecos y desde 2009 está en
Vitoria. Ahora no tiene trabajo. "Es complicado encontrar algo. Todos los
días busco, pero por ahora no sale nada". Fatima ha trabajado como
asistente en varias casas. El trato que ha recibido ha sido "bueno",
aunque en ocasiones sí se ha sentido discriminada. Algo parecido le sucede a
Nizia Francisca Olivera, de 52 años y natural de Brasil. Lleva 14 años en España.
Siempre dedicada al cuidado de mayores o trabajando como cocinera. "Ahora
dicen que Brasil está mejor, que se siete menos la crisis. Pero yo ya estoy
hecha a este país. Son muchos años aquí y espero encontrar algo para
seguir". En cuanto al trato, admite que ha conocido "de todo".
"Algunos españoles me han discriminado por ser inmigrante, pero en general
no he sentido esa sensación de ser diferente o de que te miran de otra forma
porque eres extranjera".
L. T., de 19 años lleva en Vitoria desde los 12. Habla en un perfecto
castellano y también se defiende bien en euskera. Por las mañanas estudia en un
instituto de Vitoria un grado de Formación Profesional relacionado con la
informática y por las tardes trabaja en un bar como camarera. “Si mis padres
hubieran tenido dinero me hubiera gustado estudiar en Ciencias Políticas en la
universidad. Pero no me podían pagar el transporte”. Cree que su condición de
inmigrante le ha perjudicado, aunque trata de ser positiva. "Estudio en
una clase con todo chicos, eso también te influye. Todos dicen que se trata de
unos estudios donde solo hay salida para los hombres, pero procuro no fijarme
en esas cosas. La educación es una manera de salir adelante y de prepararme
para lo que pueda llegar".
La pregunta que queda en el aire y que solo el tiempo
puede responder es si esta pauta migratoria va a afianzarse y se va a convertir
en el modelo prevalente en el País Vasco. "Más aún", incide Gorka
Moreno, "este modelo puede ser la avanzadilla de algunas tendencias que
pueden generalizarse en otros países y regiones de Europa".
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