'Pilorama 2011', un festival para fomentar la democracia y no olvidar el pasado
PILAR BONET - Perm - 31/07/2011
En los restos de Perm-36, que fue el último campo de prisioneros políticos de la URSS, se celebra cada verano con creciente popularidad un singular festival conocido por Pilorama (El Aserradero). Coincidiendo con el último fin de semana de julio, rockeros, cantautores, grupos teatrales, poetas, artistas, políticos, defensores de derechos humanos y antiguos prisioneros se reúnen en las dependencias donde estuvieron encarcelados centenares de enemigos del régimen soviético desde los años setenta hasta que Mijaíl Gorbachov los liberó a fines de los ochenta.
Perm-36, como se conocía este lugar situado en los Urales, a 120 kilómetros de la ciudad de Perm, fue fundado en 1946 y era uno más entre los campos del Gulag estaliniano. Tras la muerte de Stalin en 1953, se transformó en un penal especializado en funcionarios del ministerio del Interior y del sistema de Justicia condenados por diversos delitos. La fama del centro, sin embargo, esta asociada con los disidentes políticos que fueron recluidos aquí a partir de 1972. Muchos de ellos eran miembros de movimientos nacionales de Ucrania, las repúblicas del Báltico (Estonia, Letonia y Lituania) y Armenia. Algunos de aquellos presos que luego fueron acogidos como héroes nacionales en sus países acuden al Pilorama y enseñan a los jóvenes las dependencias donde pasaron años cumpliendo condenas por Propaganda Antisoviética y Actividades Antisoviéticas. El nombre del festival viene de una de las principales actividades laborales de Perm-36, la sierra que servía para convertir en tablas de madera los árboles talados en los hermosos bosques de los alrededores. El campo es hoy un museo, financiado a partir del presupuesto de la provincia de Perm y fundaciones particulares y la sierra se conserva como un monumento en lugar destacado. El director del museo, Víctor Shmyrov, un antiguo decano de la facultad de historia de la Universidad de Perm, considera que Perm 36 es el único campo del Gulag que ha sido preservado como conjunto, por no haber sido abandonado, como otros lo fueron, tras la muerte de Stalin.
En Perm 36 se mantiene en pie uno de los cuatro barracones de troncos donde se albergaban un total de mil presos y se conservan también las celdas de "régimen especial" (el más duro de las cuatro categorías existentes en el sistema penal soviético), así como las celdas de castigo y de aislamiento y las que servían como talleres de los prisioneros. En estas últimas, los reclusos hacían conexiones para unir planchas domésticas a cables eléctricos. "La norma eran 520 cables por día", afirma Vasil Ovsienko, filólogo ucraniano recluido en Perm-36 de 1981 a 1987. Ovsienko, que en total pasó 13,5 años entre rejas, desde su primera condena en 1973 por editar obras prohibidas en "samizdat", ha venido en tren desde Kiev. Esta vez no le han denegado la entrada en la frontera, como ocurrió el año pasado, cuando estaba incluido en una de las listas negras de ucranianos vetados en Rusia. Vasili recorre la zona de régimen especial en compañía de Arseni Roginski, uno de los dirigentes de la organización de defensa de derechos humanos Memorial. Roginski fue también preso político de 1981 a 1985, aunque no en Perm 36. Los dos veteranos del movimiento por los derechos cívicos en la URSS van de celda en celda, seguidos por un grupo de jóvenes curiosos. Ovsienko trata de encontrar el calabozo de castigo donde murió en extrañas circunstancias el poeta ucraniano Valis Stus en 1985.
Al Pilorama asiste también Serguéi Kovalov, que renunció a cargo de Defensor de Derechos humanos de Rusia a causa de la guerra de Chechenia. Kovalov, que fue uno de los reclusos de Perm 36, está a punto de perder la paciencia cuando un grupo de jóvenes comunistas exaltados torpedean los debates sobre los veinte años transcurridos desde el fin la URSS. Los jóvenes, vestidos con camisetas rojas decoradas con el retrato de Stalin y la hoz y el martillo, no atienden a razones e intentan provocar a los ponentes. Sin embargo, la agresividad que muestran queda neutralizada por la tolerancia que muestran hacia ellos los representantes de las generaciones maduras. En los foros participan delegados de campos de concentración nazis. "Sería inconcebible hacer algo así en Dachau", afirma una representante de este campo, que ha venido aquí junto con varios representantes de Auswichtz.
Pilorama comenzó en 2005 como un certamen de canción de autor y poco a poco ha ido añadiendo otras dimensiones. Hoy cantan aquí grupos de rock y también bardos, como el corrosivo Timur Shaov. También hay exposiciones como la que ha organizado el galerista Marat Gelman, uno de los puntos de referencia de Perm por ser el artífice del museo de arte contemporáneo de la ciudad. Además, se proyectan documentales, como el que la directora Marina Goldóvskaya ha dedicado a Ana Politkóvskaya, la periodista asesinada en 2006. Hay teatro político y actores como el peterburgués Alekséi Debotchenko, que recorrió el campo bajo la lluvia recitando textos de Alexandr Solzhenitsin, Josef Brodski e incluso del encarcelado empresario Mijaíl Jodorkovski.
Cree Shmyrov que la herencia del Gulag está viva aún en su país. En el Imperio Ruso, dice, había 160 millones de personas y 100.000 reclusos. En 1929, la cifra de reclusos se elevó a 180.000 y en 1934 se alcanzaron los dos millones de internados. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, ya eran 2 millones y en los cuarenta se llegó al record de 3,4 millones de personas entre rejas. Actualmente, Rusia tiene 142 millones de habitantes y más de un millón entre rejas, así que, por el número de presos, estamos a nivel de 1934", dice.
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