Se publica en español 'Starman', una biografía minuciosa
donde se constata que la obra del artista británico fue una influencia esencial
para todos los músicos que innovaron en los últimos 30 años
JESÚS MIGUEL MARCOS MADRID 14/01/2012
El elegante y educado duque
blanco aporreaba la puerta con furia: "Venga, Lou, ¡sé que estás
ahí!". A las tantas de la madrugada, los huéspedes de aquel hotel
londinense asomaban la nariz desde sus habitaciones para encontrarse a un
furibundo David Bowie con ganas de pelea. Quien se escondía en la habitación
era Lou Reed, con el que horas antes había tenido una violenta discusión en un
restaurante. Reed, tras pedirle que le produjera su próximo disco, le soltó un
par de sonoras bofetadas cuando Bowie respondió: "Sí, si te pones las
pilas". Entre el representante de Reed y los guardaespaldas de Bowie
lograron separar a los músicos, enfangados en una tangana de puños, tortas y
egos que fue detalladamente revelada por dos periodistas musicales días
después, y que ahora constituye uno de los pasajes más delirantes de Starman
(Alba Editorial), la excelsa biografía de David Bowie escrita por Paul Trynka.
Finalmente, Reed no abrió la
puerta de la habitación y nos quedamos sin saber quién podía con quién en un
cuerpo a cuerpo. Más claro estaba, en aquel año 1979, quién era más fuerte en
el plano artístico. Lou Reed se arrastraba por los escenarios, andaba justo de
dinero, se bebía a morro un litro de whisky al día y publicaba discos menores,
muy lejos de obras cumbre como Berlin o Transformer, producido
por Bowie. La estrella de este último le cegaba: tras convertirse en
superventas a ambos lados del Atlántico con el adictivo Young Americans
(1975), el londinense se había mudado a Berlín para, además de quitarse
de la cocaína, dar otra vuelta de tuerca a su transformación camaleónica: allí
grabó una trilogía de discos experimentales junto a Brian Eno que le
convirtieron en referente inexcusable de todas las bandas emergentes que
comenzaban a configurar lo que luego se llamaría new wave.
"Es el único artista que
se transformó a sí mismo por dentro", dice el autor
Y no sólo ellas: como un padre
omnipotente, se podría decir que la sombra de Bowie está detrás de todo artista
futuro que se atrevió a hacer algo dife-rente con su música. "En el fondo,
el libro trata de una de las preguntas fundamentales de la humanidad: si
nuestro destino está fijado o si podemos cambiarlo", explica a Público
Paul Trynka, exeditor de la prestigiosa revista Mojo.
Bowie, ya desde el estribillo
de la temprana Changes (1971), demostró lo segundo. Como si quisiera
hacerlo todo sólo una vez, esquivando una repetición que siempre es sinó-nimo
de muerte, se enfrentó al vacío que está delante del que quiere hacer algo
nuevo en tantas ocasiones que su carrera parece la carrera de 12 artistas
distintos. "Haz lo contrario, haz algo que no suelas hacer. No dejemos que
se vuelva cómodo, vamos a hacerlo incómodo", se le oyó decir en la
grabación de Station to Station (1976), un disco con sólo seis
canciones, la primera de ellas de más de diez minutos, que le introducía en una
espiral experimental muy alejada del soul blanco de Young Americans.
"Es el único artista que
conozco que se transformó a sí mismo por dentro. La gente ve sus cambios por
fuera, los dife-rentes personajes que ha encar-nado, pero en cada fase de su
carrera, Bowie renunció a la forma en la que solía hacer música y utilizó una
nueva. Eso demuestra mucha valentía y es radicalmente diferente a lo que suele
hacer el resto de artistas", explica Trynka.
Divina y secreta juventud
Los medios no importaban, lo
importante era el fin, y el fin era cambiar. Así fue desde sus inicios, cuando
tocaba el saxo en grupos de instituto en su barrio de Brixton, una época que
esta biografía descubre con detalles minuciosos por primera vez, con
entrevistas a profesores, exnovias y amigos de su infancia. Además, Starman
analiza la trayectoria desconocida de Bowie en sus primeros grupos, como los
Konrads, The Hooker Brothers, The King Bees o The Lower Third.
"Normalmente se evita hablar de su música más temprana, la que no tuvo
éxito. Para mí, una clave esencial en la vida de Bowie es cómo pasó de ser un
cantautor mediocre a uno inspirado, cómo un joven ambicioso de talento limitado
se transformó en un genio", cuenta el autor.
Los medios no importaban, lo
importante era el fin, y el fin era cambiar
La competitividad, desde sus
inicios, fue uno de sus principales motores. Se acercaba a gente inspirada para
desentrañar sus métodos y talentos y después hacerlos suyos. Bowie era una
antena: reconocía sus limitaciones, pero las trascendía gracias a la intui-ción
y la capacidad de absorber las influencias externas. "No sabía componer
canciones y no se me daba especialmente bien. No tenía un talento innato... y
la única manera de aprender era ver cómo lo hacían los demás. Yo no era una de
esas personas que nacen sabiendo. Yo iba a tientas", dijo el artista
hablando de sus inicios en la música.
Por eso, cuando alguien iba a
hacer un disco clave en la música de los setenta, David Bowie no estaba lejos.
Produjo dos de los álbumes referenciales de la década, Transformer de
Lou Reed y Raw Power de The Stooges, e incluso adelantó el éxito de
Bruce Springsteen, versionando It's Hard to Be a Saint in the City un
año antes de que el Boss se convirtiera en fenómeno de masas con Born
to Run.
Otra de sus técnicas era el
robo, afición con la que Bob Dylan había dado sus primeros pasos en el mundo
discográfico, fusilando melodías de la Anthology of American Folk Music
de Harry Smith. La diferencia es que Bowie presumía de sus hurtos musicales,
como cuando comenzó a sustituir el estribillo de Starman por el Somewhere
Over the Rainbow que cantaba Judy Garland. "La forma en que había
recompuesto una serie de viejos motivos para crear una nueva canción formaba
parte de una tradición tan antigua como la humanidad. Sin embargo, presumir del
homenaje, mostrar descaradamente las costuras, como los ascensores del
centro Pompidou, era un truco nuevo", escribe Trynka.
Trynka: "Mi corazón dice
que volverá, pero mi cabeza cree que no"
Bowie nunca desconectó su
antena. Durante los setenta, discos como Station to Station o Lodger
influyeron en la new wave y en el movimiento de los new romantics,
de los que a su vez bebería el propio Bowie a comienzos de los ochenta. El
libro de Trynka también documenta el hundimiento creativo del artista en la
segunda mitad de esa década. Según el autor, "simplemente empezó a pensar
demasiado. Una de las principales revelaciones del libro es lo instintivo que
era: muchas canciones las escribió y grabó muy rápido. Al conseguir el éxito,
pensó que con una mayor preparación y una mayor reflexión, la música sería
mejor. Y por supuesto, fue peor".
La mejor biografía sobre Bowie
deja una incógnita: ¿Regresará? "Mi corazón dice que sí, pero mi cabeza
cree que no, salvo que tenga algo explosivo entre manos", cuenta Trynka.
Por ahora, van ocho años sin noticias de esa bomba.
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