Un proyecto audiovisual recoge el testimonio de 25
mujeres que narran las dificultades de estudiar en la universidad durante la
época franquista
ZORAIDA RIAL - Santiago - 09/01/2012
Con apenas 10 años, Antía Cal ya tenía claro que su
futuro pasaba por ir a la universidad y estudiar Filosofía y Letras. No
obstante, en 1940 la sombra del franquismo ya había convertido las facultades
en un lugar hostil para las mujeres y la decisión de qué debían hacer o no con
su futuro no estaba en sus manos, sino en la de los hombres de la familia.
"En aquellos tiempos, la única carrera reservada para nosotras era el
matrimonio", explica. A sus 86 años y con tres licenciaturas a sus
espaldas, esta pedagoga nacida en el seno de una familia emigrante originaria
de Muras (Lugo) forma parte de una generación de mujeres que rompieron con los
convencionalismos de la época y decidieron asomar la cabeza en un espacio que
parecía destinado sólo a los hombres.
Su testimonio, al igual que el de otras
universitarias precursoras, formará parte del que será el primer fondo
audiovisual biográfico con 25 entrevistas que reflejan las dificultades que
tuvieron que pasar para hacerse un hueco en las facultades durante el período
franquista. "La dictadura cortó la trayectoria que llevaban las mujeres
desde que en 1910 se les permitiera tener estudios superiores", señala
Victoria Martins, una de las investigadoras de la Universidade de Vigo que
colabora en el proyecto. "Estaba mal visto que las chicas quisieran entrar
en carreras nobles como Medicina o Derecho y apenas tenían salida laboral
porque no se les permitía el acceso a notarías o magistraturas", aclara
Martins.
Para Antía Cal, como para muchas mujeres de
entonces, el principal escollo para llegar a la universidad estaba en su propia
casa. "Como no había dinero para que estudiásemos todos, mi padre prefirió
que mi hermano estudiara Medicina y a mí me dijo que ayudara a mi madre con las
tareas del hogar. Me pareció muy injusto", recuerda. Luego de insistir,
solo consiguió que le dejaran cursar Comercio, carrera que estudió por libre y
terminó en un año junto con la de Magisterio. Por aquel entonces, ellas debían
hacer tres cursos de labores de costura para completar sus estudios. "Era
durísimo. Casi me quemo las pestañas cortando hilos", confiesa.
Finalmente, en 1940 su familia accedió a que se trasladase a Santiago a
estudiar Filosofía y Letras, pero la universidad no fue lo que ella esperaba.
"No nos querían allí. En la facultad no pintábamos nada y los profesores
pasaban a nuestro lado como si fueramos fantasmas", admite la pedagoga.
Con todo, la suya era una de las carreras que empezaba a contar con mayor
presencia femenina, no así otras como Medicina. "Allí estudiaban solo dos
chicas a las que trataban como auténticas esclavas. Hacían los exámenes a parte
y les apuntaban con un foco al más puro estilo hitleriano", asegura.
Pero no solo Antía Cal se sintió decepcionada por lo
que prometía ser la universidad. La maestra lucense Teresa Sanz entró en el
1940 en la Escuela Normal, el Magisterio de la época. Su padre fue un conocido
profesor que llegó a estar cinco años en la cárcel por sus ideas republicanas,
con lo cual su presencia era doblemente hostil. "Ademas de ser mujer,
molestaba por ser hija de una persona non grata", explica. Teresa
cuenta como por aquel entonces los profesores "no estaban por la labor de
enseñar, ya que creían que nuestro sitio era estar en casa cuidando del
marido". La inclusión del ideario franquista en los temarios de la época
estaba a la orden del día, hasta el punto de que la maestra apunta que
"más que enseñanza, aquello era un adoctrinamiento". "Cuando
tuve que hacer las oposiciones era obligatorio aprenderse los 27 puntos de la
Falange, siempre caía uno en el examen", señala.
Al igual que Teresa Sanz, Milagros Rey Hombre
también eligió seguir la estela de su padre y romper moldes al convertirse en
la primera mujer arquitecto de Galicia a mediados de los años 40. "Cuando
le dije que quería ir a la universidad, mi padre casi se muere del susto. Sabía
lo peligroso que era" declara. Para poder cumplir su sueño, Milagros tuvo
que hacer las maletas e irse a estudiar a Madrid. Allí, a pesar del momento
político que estaban viviendo "los estudiantes intentábamos mantenernos al
margen". No obstante, la arquitecta coruñesa recuerda como recién llegada
a la capital un catedrático le preguntó que por qué no hacía arquitectura
femenina. "Apenas sé de arquitectura como para distinguir entre los dos
sexos", contestó.
Aunque a día de hoy las mujeres
sean mayoría en las facultades, en los puestos de responsabilidad todavía están
en franca desventaja con respecto a los hombres. "Existe aún el machismo
en la universidad. Si son ellas quienes tienen los mejores expedientes no tiene
sentido que no tengan representación en los escalafones más altos",
denuncia Victoria Martins.
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