ANTONIO ELORZA 14/01/2012
Trabajador
incansable, Eduardo González Calleja realiza con este libro una aportación
fundamental al conocimiento de la Segunda República. Tal vez habría que poner
en cuestión el título, ya que en su exhaustiva revisión de la trayectoria de
las derechas durante el quinquenio republicano, salvo para el bienio 1934-1936,
lo que nos muestra es la actuación de partidos, instituciones y grupos a los
cuales debería ser adscrita la calificación de reaccionarios, ya que en 1931 la
visceral oposición al nuevo régimen, en definitiva a la democracia como tal, no
tiene delante revolución alguna. González Calleja era ya un experto en el
periodo republicano como consecuencia de sus trabajos sobre la violencia.
Ahora
complementa lo anterior con una precisa reconstrucción de las ideas políticas,
del funcionamiento de las organizaciones y de los proyectos conspirativos de la
derecha española, desde el mismo momento en que la República es proclamada, y a
partir de entonces sin tregua ni descanso. Es un dato de suma importancia para
valorar las frustraciones experimentadas por un régimen político que desde su
nacimiento tuvo que afrontar recurrentes intentos de destrucción, en los cuales
por añadidura están implicados personajes de primera fila, como ese general
Goded que en 1932 es jefe de Estado Mayor, o incluso cuentan con ejecutorias de
republicanismo. Mucho antes de octubre de 1934, la República vivió en un marco
de golpe de Estado permanente.
El autor
acierta al conjugar en su análisis el carácter de las organizaciones, sus
posiciones ideológicas, el recurso a la formación de grupos paramilitares, la
concreción de las mismas en actos conspirativos o de violencia, y, en fin, las
redes de alianzas y de competencias que se forman y se deshacen sucesivamente
entre ellas, a veces bajo la influencia de grupos externos, tales como los
financieros monárquicos que en el verano de 1933 impulsan el acercamiento entre
las JONS y el grupo de Primo de Rivera. La exhaustiva labor investigadora ha
permitido a González Calleja esta reconstrucción del complejo de organizaciones
e intereses que desde distintos ángulos convergen en el propósito de subvertir
el orden republicano. Como resultado, no solo encontramos en el libro análisis
monográficos sobre esos distintos grupos en mayor o menor medida fascistizados,
con tanto mayor interés cuanto que la historiografía se ha ocupado menos de
algunos de ellos, sino que la maraña que aparentemente engloba a los mismos se
transforma en una red de componentes heterogéneos, cuya dinámica deviene
transparente, perfectamente comprensible para el lector.
Nada tiene de
extraño que el punto de llegada sea un análisis pormenorizado y convincente de
toda la gama de fuerzas subversivas de derecha que acaban depositando en el Ejército
la responsabilidad del golpe de Estado en julio de 1936. Falta tal vez la
reflexión sobre el carácter genocida que asume desde un primer momento el
levantamiento militar y las conclusiones buscan un distanciamiento, casi una
equidistancia, en contraste con la información proporcionada en el relato
principal. Por encima de ello, se encuentra en Contrarrevolucionarios la
posibilidad de conocer en profundidad qué fue y qué hizo en clave de violencia
y subversión la derecha durante la Segunda República.
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