Un documental sobre el líder nazi descubre imágenes inéditas
del dictador y colorea otras para aproximarlo de manera escalofriante
JACINTO ANTÓN 08/01/2012
"La época más bella fue cuando no se conocían
mis rasgos y podía viajar tranquilamente por todo el Reich", decía Hitler
en 1942 en una de sus animadas conversaciones de sobremesa en su cuartel
general, la Wolfschanze, la Guarida del Lobo, un lugar muy ameno si eras nazi.
"¡Qué placer para mí ser confundido con cualquiera!", suspiraba con
falsa modestia el Führer. Hoy nos parece mentira -como no sea en un sketch
de Monty Python- que Hitler pudiera pasar desapercibido. Hasta tal punto sus
características facciones y gestos resultan universalmente conocidos. Y
fascinantes: escudriñamos en ellos el secreto de su maldad, tratando de
discernir la marca de Caín en la frente del mayor criminal de la historia.
Recuerden el juicio de Hugh Trevor-Roper: "No conocía el significado de la
humanidad. Despreciaba la debilidad así como la compasión (...) El amor no
significaba nada. Los valores morales no existían para él. El más burdo, más
cruel y menos magnánimo conquistador que el mundo haya conocido".
Hitler, sin embargo, el más reconocible icono del
mal después del diablo (y este le gana solo por el rabo y los cuernos), sigue
teniendo algo inexplicable. Para decirlo muy simplemente, nos preguntamos ¿cómo
pudo ser tan malo? Esa es la principal razón de que sus imágenes susciten tanta
curiosidad. No acabamos de comprenderlo la gente de a pie, pero tampoco los
historiadores.
Tras el revuelo provocado este verano por la
aparición de las fotos inéditas del líder nazi que tomó el reportero austriaco
Franz Krieger, llega ahora un extraordinario documental que descubre otras
imágenes desconocidas o muy poco conocidas de Adolf Hitler. Incluye también
insólitas fotos y película en color del Führer. Además de esos testimonios
cromáticos originales, la mayor parte del metraje ha sido coloreado mediante un
procedimiento meticuloso y exhaustivo. El documental, obra de los mismos
autores de la celebrada miniserie sobre la II Guerra Mundial, Apocalipsis,
de la que es una extensión, se divide en dos episodios de una hora cada uno: La
amenaza y El Führer. Se presenta como un intento de entender cómo y
por qué fue posible Hitler, siguiendo su trayectoria de manera cronológica
hasta el momento previo a la segunda contienda.
Más allá del interés de la explicación del fenómeno Hitler,
que abona en lo personal la tesis de una suerte de visión de corte histérico en
1918 en el hospital de Pasewalk donde se recuperaba de las heridas recibidas
durante un ataque con gas mostaza en las trincheras (entonces decidió que la
destrucción de los judíos sería su objetivo), lo que resulta asombroso son las
imágenes. Hay algunas del todo inéditas y otras raras que sorprenderán incluso
a los que conozcan pormenorizadamente la iconografía nazi.
Entre lo más insólito, una escena de un Hitler
desmovilizado en 1919 ante unas banderas en Múnich durante una manifestación de
partidos de la derecha, otras de una visita del líder nazi y Eva Braun en junio
de 1939 a la antigua casa familiar de los Hitler y a la tumba del padre; un
discurso de 1933 con el sonido original o la filmación de una quema de libros
por las SA, uno de los grandes autos de fe nazis contra la literatura, escena
grabada no por los propios criminales como era habitual, sino por un
particular.
Otras escenas singulares en color son las de Hitler
-que no se dejaba retratar con la guardia baja- amodorrado en una tumbona junto
a su amante sobrina Geli Raubal. O con un gorro de cuero de aviador durante la
campaña electoral de 1932 que le da un aspecto ridículo, tan risible, a lo John
Cleese, que parece mentira que él, que cuidaba tanto su imagen, se paseara así
por el mundo. Y mira que había que tener cuidado con las bromas con Hitler,
cuyo sentido del humor no pasaba de llamarle a Neville Chamberlain "el umbrella
fella". Claro que con sentido del humor de verdad no vas e invades
Polonia. Probablemente, le hubiera gustado a Hitler la misma chuscada que al
grotesco coronel de las SS de To be or not to be: "¿Con que me
llaman campo de concentración Ehrhardt?, ¡ja, ja, ja!".
En un libro muy interesante recién traducido del
alemán al inglés Dead Funny, humor in Hitler's Germany (2011), Rudolph
Herzog (hijo del cineasta) explica a lo que te exponías en la Alemania nazi por
un chascarrillo desafortunado: Marianne K., viuda de guerra, tuvo la desgracia
de contar ante los oídos equivocados una chanza sobre Hitler y Goering (el
primero le pregunta al gordo mariscal qué puede hacer para devolver la sonrisa
a los berlineses y este le sugiere que salte por la ventana), y fue a parar al
Tribunal Popular del temible Freisler, que la condenó... a muerte. Fue
guillotinada, ¡por un chiste!
Menos dramática es la historia del comediante y
domador Fritz Peter, que enseñó a sus chimpancés a hacer el saludo nazi cada
vez que vieran un uniforme, fuera de las SA, de las SS o el del cartero. Las
autoridades publicaron inmediatamente una ordenanza prohibiendo de manera
taxativa a los monos el uso del gesto hitleriano.
El francés Louis Vaudeville, productor de Apocalipsis,
lo es también de esta entrega sobre Hitler en dos documentales de una hora cada
uno, con dirección de Isabelle Clark, obra de la empresa CC&C y que estrena
en España National Geographic Channel hoy a las 21.30. Para Vaudeville, cuyo
nombre contrasta con la terrorífica materia que nos ocupa, uno de los momentos
más impresionantes del documental es el de un discurso de Hitler en 1933.
Resulta en verdad fascinante: el líder nazi dilata hasta lo indecible el
arranque creando una tensión ambiental casi insoportable. Cruza los brazos una
y otra vez, se aparta el flequillo rebelde, se lleva las manos a la cintura,
introduce los pulgares en el cinturón. Levanta la cabeza y parece husmear el
estado anímico de la audiencia. Entonces arranca. "Es increíble cómo
controla a la masa con la mirada, cómo le toma el pulso", señala el
productor. "Parece un domador sometiendo a las fieras".
Vaudeville explica que casi todo el documental está
coloreado por ellos, cerca del 80%. El resto son imágenes originalmente en
color y metraje en blanco y negro que se ha respetado (como los fragmentos de
las películas de Leni Riefenstahl). Recalca lo complejo del proceso de poner
color al blanco y negro. "Usamos información que ofrecen las propias
imágenes por la iluminación. Después intervienen una legión de asesores históricos
y especialistas que determinan el color original de cada uniforme, vehículo o
localización".
¿Qué aporta sacarle los colores a Hitler? "Nos
lo aproxima. Hitler en color, con su color real, documentado con exactitud a
través de imágenes originales, es alguien mucho más cercano. Vemos qué cerca
está históricamente, que no es alguien de un pasado remoto. Eso me parece
especialmente importante para los jóvenes, a los que el blanco y negro los
distancia". El color muestra a Hitler como nuestro contemporáneo. "Exactamente.
Un hombre de carne y hueso, no un viejo icono". Es un proceso muy
revelador. "Y muy caro: el coloreado cuesta mil euros el minuto y se tarda
un día por cada minuto de metraje".
Del retrato que ofrece el
documental,Vaudeville señala que lo más sorprendente es la perseverancia.
"Aunque a veces se le tuerzan las cosas, Hitler actúa con un tesón, una
dirección increíbles. Puede ser pragmático, pero nunca pierde de vista sus
objetivos finales. Resulta aterrador seguirle en ese inexorable camino hacia el
apocalipsis".
Si os interesa la historia de Hitler os invito a conocer un próximo lanzamiento, Breve Historia de Hitler, primera biografía divulgativa en el mercado.
ResponderEliminarOs dejo link de facebook de la colección Breve Historia donde hablan de este lanzamiento.
Un saludo,
https://www.facebook.com/brevehistoria