ENRIQUE GIL CALVO 14/01/2012
Familias analiza los modelos imperantes desde la
Edad Media hasta la familia posconyugal a partir de 1975
Junto con el lenguaje, el parentesco es sin duda la
principal institución humana, que constituye nuestra principal diferencia
específica con las demás especies animales. Las otras también se comunican y se
aparean, pero sólo los seres humanos decimos "no" (principal
característica del lenguaje) y sólo nosotros, al emparejarnos (lo que implica
decir no a las parejas prohibidas por el tabú del incesto), contraemos alianzas
con otras familias, reforzando y ampliando nuestras redes de parentesco: es la
regla de exogamia que fundamenta el orden social. Valga esta simplista
generalización para introducir mi comentario a este gran libro que describe la
transformación de las redes españolas de parentesco, como creadoras y
reproductoras de los órdenes institucionales (asentamientos de la población,
organizaciones económicas, regímenes políticos, representaciones culturales,
etcétera) que se han venido sucediendo sobre el territorio español. Una empresa
tan ambiciosa que amenazaba con resultar fallida, pero que viene a suponer un
indudable progreso respecto a los escasos precedentes con que contábamos: la
monografía de David Reher La familia en España. Pasado y presente
(Alianza, 1996) y La historia de la familia en la península Ibérica
(UCLM, 2008) compilado por Francisco García González (que también firma aquí
uno de los mejores capítulos).
El conjunto del libro se distribuye entre los tres
grandes sistemas de estructura familiar que cabe reconocer en la historia
europea. Ante todo, el modelo tradicional de antiguo régimen patriarcal, cuando
el emparejamiento se concertaba entre las redes familiares de los contrayentes
que continuaban dependiendo a todos los efectos de sus redes de parentesco.
Después, el régimen liberal de familias conyugales fundadas y dominadas por un
varón proveedor, que se constituyó y se extendió a partir del proceso de
individualización exclusivamente masculina (pues las mujeres seguían
dependiendo de padres, maridos o hermanos) surgido con la revolución
industrial, emancipando a profesionales y asalariados de sus familias de
origen. Este modelo se inició en el Reino Unido ya en el siglo XVIII, pero solo
se difundió por Europa en el XIX. Y por último, el actual modelo de familia
posconyugal (o más bien convendría hablar de los nuevos modelos de familia
matrifocal), surgido desde los años setenta del siglo pasado a consecuencia del
rápido desarrollo del proceso de individualización femenina, que ha emancipado
a las mujeres de sus padres y maridos gracias a su reciente independencia
laboral y profesional.
Pues bien, en el libro que comento, sus diez
primeros capítulos se dedican a analizar el modelo tradicional de antiguo
régimen, que continúa predominando hasta bien entrado el siglo XIX. Pero
también aquí hay que hablar de los modelos, en plural, pues en un primer
periodo predominaba el modelo musulmán (impropiamente llamado endogámico) de
matrimonio con los primos cruzados que impone una parentela exclusivamente
patrilineal, mientras que en las áreas del norte de la Península (cantábricas y
pirenaicas) donde no se impuso la dominación musulmana se estableció un modelo
de familia troncal (o de herencia indivisa). Pero al avanzar la Reconquista, la
repoblación cristiana se colonizó con modelos familiares de herencia
igualitaria, de acuerdo a una cultura de frontera con exceso de tierras libres
expropiadas a los árabes. Finalmente, tras la limpieza étnica decretada por los
Reyes Católicos, el modelo endogámico musulmán desapareció, bien por la
expulsión directa de los moriscos o por la estrategia de los conversos de
adoptar la exogamia para emparentar con cristianos viejos, a fin de lograr para
sus descendientes estatutos de limpieza de sangre. Así se consolidaron a lo
largo de la Edad Moderna las fronteras entre las dos Españas: la foral basada
en la herencia indivisa y la de régimen común basada en la herencia
igualitaria. Véase el excelente capítulo V de Llorenç Ferrer sobre herencia y
reproducción social.
Y para profundizar en esta misma cuestión decisiva,
la segunda parte del libro, dedicada al análisis del régimen liberal, se abre
con el extraordinario capítulo XI de Robert Rowland sobre la transición
demográfica, interpretada en función de la reproducción familiar de acuerdo a
una tipología de modelos troncales y nucleares directamente relacionada con la
de Emmanuel Todd (otro célebre discípulo de Peter Laslett a quien apenas se
cita en el libro). También destaca el capítulo de Xavier Roigé, que analiza con
perspectiva biopolítica la difícil convergencia liberal de los diversos modelos
de familia (burguesa, campesina, obrera...), así como la campaña higienista
contra la prostitución y la masturbación. E igualmente, pero con perspectiva
feminista, el capítulo de Ana Aguado sobre las relaciones de género impuestas
por el modelo conyugal dominado por el varón proveedor.
Finalmente, la tercera parte presidida por los
nuevos modelos de familia posconyugal, posteriores a 1975, está dominada por el
preocupante declive de la nupcialidad (capítulos XV y XIX), que amenaza con
estrangular el proceso de formación de nuevas familias. Pero junto a esta
crucial cuestión, se discuten tanto sus mecanismos sustitutivos (adopción y
reproducción asistida, faltando la inmigración) como la creciente
conflictividad familiar que tanto crispa los debates públicos, en materias
tales como el aborto y la violencia de género. Es el objeto del último capítulo
(el XIX ya citado) de dos reconocidos expertos como Iglesias de Ussel y
Marí-Klose, cuya presunción de imparcialidad queda desmentida entre líneas por
cierto sesgo conservador.
Familias. Historia de la sociedad
española (del final de la Edad Media a nuestros días). Francisco Chacón y Joan
Bestard (directores). Ediciones Cátedra. Madrid, 2011. 1.247 páginas. 40 euros.
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